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Era un alma joven y a veces vieja. Fue maestro de muchos y lo extrañaremos
Armando Vega Gil. Músico, escritor, tallerista, exmaratonista, fotógrafo, papá de Andrés. Nació en la Ciudad de México en los brazos de una familia cariñosa. Creció cerca del Instituto Politecnico Nacional, en la unidad habitacional Juan de Dios Batiz. En “El Queso” vio tocar a un Javier Batiz que lo impactó y lo invitó a convertirse en el músico que muchos conocimos. Antes covereaba a The Doors, y escuchó en la radio el concierto de Avándaro, porque sus papás no lo dejaron ir.
Estudió Antropología en la ENAH, y truncó sus estudios porque había mucha mala leche en la institución. En una materia fue maestro de Francisco Barrios “El Mastuerzo”. Ahí se conocieron. Pero no sería hasta 1983 que juntarían su talento para formar con Sergio Arau y Mila Ojeda, Botellita de Jerez.
Su deuda literaria con Parménides Saldaña fue saldada con su colaboración en la revista “La Mosca en la Pared” en los noventa. Y lo superó con los más de 35 libros que escribió, dejando una trilogía pendiente.
Escribió guión para el falso documental “Naco es Chido” y “El Crimen del Cácaro Gumaro” junto con Andrés Bustamante. Dirigió cortos y videos musicales. Dejó dos guiones de largometrajes que no se llevaron a cabo. Uno es Biombo Negro que será novela gráfica en lápiz de quien escribe.
Fue mi maestro. Mi amigo. Mi cómplice de buenas y malas ideas.
Lo conocí en el 2013, cuando regresó con la alineación de Sr. González y Santiago Ojeda en Botellita de Jerez. Me concedió una entrevista para un podcast que hablaba de cómic y entretenimiento. Un año después, fue mi maestro en un taller de literatura infantil y después de que me asaltaran brutalmente, fue de los pocos que me abrazaron fuerte. Meses después estaríamos planeando dos videos musicales para Botellita y un documental. Me apoyó en cada una de esas ideas.
Eso cambió mi vida. Gracias a su generosidad, aprendí a ser generoso con mis futuros alumnos y alumnas. No solo me enseñó esa parte humana. También me transmitió seguridad en mis textos. En mi hacer artístico. Le sorprendió hacerse fotógrafo profesional. Yo le compré su primer cámara Canon con un descuentazo que tenía en la bolsa. Y se emocionó cuando lo contrató Interjet como fotógrafo.
Amaba a Andrés. Lloró por desaparecidos. Luchó y se plantó frente a muchas injusticias. Quería a sus compañeros. También sintió traiciones y eso lo entristecía más que la norma de conocidos de quien redacta. Bueno, confirmó en un viaje a Islandia, la manera correcta de pronunciar mi nombre de Einnar a “Áina”.
También era un alma joven y a veces vieja. No fue solo mi maestro. Fue maestro de muchos y lo extrañaremos.
Armando Vega Gil. Músico, escritor, tallerista, exmaratonista, fotógrafo, mi amigo y papá de Andrés. Hoy murió en la Ciudad de México.
1 de abril de 2019, 15:32
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