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Salamanca entra en crisis profunda: la violencia provoca pérdida de 3 mil empleos
Exacerbado tras el homicidio del periodista Israel Vázquez, el temor inunda el municipio y con ello las puertas y cortinas de negocios caen para sobrevivir, se estima el cierre de al menos 500 establecimientos este año
Las extorsiones a comercios de todo tipo golpean la actividad productiva de la ciudad de Salamanca, de por sí muy afectada por la violencia en general y las secuelas de la pandemia en la economía local. Más de 500 establecimientos, en un primer conteo, han recibido amenazas del crimen organizado. Aunque hay quienes no están dispuestos a aguantar más, el asesinato de un reportero, Israel Vázquez de El Salmantino, durante el desempeño de su trabajo, deja claro que no hay nadie, ningún gremio a salvo.
Como uno de los municipios dentro del corredor industrial de una entidad que es promocionada por el gobierno estatal como “Grandeza de México”, Salamanca ve con melancolía una pasada bonanza que le confirió albergar a una refinería de Pemex, pues gran parte de la población -de un total de más de 330 mil habitantes – es rehén de las extorsiones y amenazas de muerte.
Pero incluso delitos más visibles como robo a negocios y asaltos son poco atendidos. Entre quienes aún se atreven a hablar, como el presidente de la Canaco o el del Consejo Coordinador Empresarial, hay señalamientos de que la alcaldesa Beatriz Hernández pierde el tiempo "en la grilla" sin fortalecer a la Policía municipal, mientras el sexto jefe policiaco en la ciudad en dos años ni siquiera accede a presentarse ante la ciudadanía.
A la contaminación que los salmantinos respiran en el aire se ha sumado el miedo: las puertas y cortinas de negocios caen para salvar la vida propia y de las familias.
Comerciantes visitados y consultados por POPLab estiman el cierre de al menos 500 comercios en el municipio este 2020. La parte más afectada es la zona sur, donde se estima que se han perdido más de 3 mil empleos directos. La historia de los negocios familiares tradicionales podría terminar, la economía de las familias se ve mermada y ahí comenzaría otra lucha para subsistir.

Pequeños empresarios y habitantes son obligados a malbaratar sus casas o huir a otros municipios o estados para seguir vivos, aunque ello signifique comenzar de cero, abandonar sus pertenencias y clientes, fruto del esfuerzo de toda una vida.
Los primeros comercios que fueron extorsionados -de los que poco se supo- fueron las tiendas de ropa de venta al menudeo y mayoreo; de ahí siguieron las carnicerías en colonias como La Luz, San José, Benito Juárez, Santa Elena, Las Rosas, hasta que llegaron al mercado Tomasa Esteves, donde sicarios cometieron ataques que dejaron dos locatarios muertos y uno herido.
Después siguieron con los negocios de la Bellavista.
El mercado Tomasa Esteves, en la mira
La música suena, clientes pasan de largo, a lo lejos alguien grita y ríe. Pero, aún entre el bullicio del mercado Tomasa Esteves, no se esconde el dolor que representa la veladora prendida a los pies de las cortinas de la carnicería Arturo, rodeada de una maceta de cempasúchil que comienza a ceder sus pétalos, un arreglo floral con claveles rojos, mientras entre los ganchos para colgar la carne cae un moño negro que representa el dolor por el ser amado al que le arrebataron la vida.
Para muchos, los ataques a las carnicerías comenzaron en los locales del mercado municipal Tomasa Esteves simplemente porque son los más visibles: el jueves 3 de septiembre, después de las 8 de la mañana, hombres armados cruzaron los pasillos y en presencia de clientes dispararon contra los carniceros Arturo y René, que recién abrían sus locales. Un trabajador del lugar resultó herido en una pierna. Los tres arribaron a los hospitales por sus propios medios, René y Arturo murieron minutos después.
En ese instante, la mayoría de los locatarios bajaron sus cortinas y cerraron sus comercios.
Al mediodía del viernes siguiente, dos hombres a bordo de una motocicleta dispararon contra un vendedor de frutas y verduras en las inmediaciones del Mercado, al menos 10 disparos le quitaron la vida.

A escasos metros se encontraban elementos de la Guardia Nacional vigilando. El Municipio le entregó a esos agentes la seguridad de los salmantinos al nombrar a un militar como director de policía. Los comerciantes los encararon y reclamaron: ¿Por qué no detuvieron a los agresores?, enojados, los retaron a golpes. Los gritos se escucharon sin pasar a mayores.
Durante varios días, más de 400 comerciantes del mercado y el exterior cerraron sus negocios. “La inseguridad es cabrona… pero el miedo a que te quiten la vida, más” dicen algunos.
El tercer día, el sábado 5 de septiembre, antes de las 06:00 de la mañana, hombres en una camioneta abandonaron dos cuerpos envueltos en plástico entre las calles Abasolo y 5 de Mayo, frente a la panadería “El Buen Pan” que se ubica a escasos 15 metros del Mercado Tomasa Esteves. De la identidad de las víctimas no se supo nada.
El mercado cumplirá 49 años de servicio el próximo 15 de noviembre, pero no hay razones para festejar.
Una carta, una extorsión
Una carta sin firma es entregada por dos hombres en motocicleta que se cubren la cara con el casco: uno se baja e ingresa a los comercios, mientras un segundo se queda a bordo de la unidad. El papel es puesto sobre los mostradores de las tiendas de abarrotes, de ropa, tortillerías, carnicerías, ferreterías, panaderías, de celulares. “Comunícate a este teléfono si no quieres tener consecuencias, tu familia es...” se lee en parte del mensaje que entregan sin violencia física.
Ni la necesitan.
Ahí comienza el infierno para los pequeños comerciantes: si hacen caso omiso a la amenaza, los delincuentes regresan y en la madrugada balean los inmuebles o bienes. La tercera visita es para privarlos de la libertad, herirlos o matar a los dueños, familiares o empleados.
Entre agosto y octubre del presente año, las balas han cobrado la vida de siete personas en estas circunstancias.

Para recabar estos testimonios las voces se vuelven anónimas. El miedo sigue a las víctimas o a quienes se fueron de Salamanca antes de llegar a serlo.
Las historias narradas refieren que la víctima de la extorsión es liberada si acepta dar un primer pago de una cantidad fuerte de dinero: la cuota inicial que exige la delincuencia puede ir desde los 100 mil pesos hasta los 2 millones. Luego se debe entregar cada mes un pago fijo, así “dejarán trabajar”.
Mientras los carniceros de la ciudad eran extorsionados, a la par, dos hombres en una motocicleta entraban igualmente a las tiendas de abarrotes y los depósitos de venta de cerveza, llevando la carta con la misma amenaza. Luego, los delincuentes comenzaron a abarcar todos los comercios: farmacias, panaderías, tiendas de celulares, transporte público en la zona urbana.
No tardaron mucho en llegar a la zona rural y hacer lo mismo.
Según testimonios de cinco conductores de transporte público tipo taxi, las nueve empresas que existen en el municipio solían hacer un promedio de 12 mil servicios de las seis de la mañana a las 10 de la noche. Pero la actividad bajó un 70% en los últimos meses; el 50% se lo atribuyen a la inseguridad, y un 20% por la pandemia por COVID-19.
“Nos partió la madre la inseguridad”, aseguraron.
En su vasta experiencia recorriendo las calles y colonias de Salamanca, estos taxistas exponen que podría haber más de 3 mil comercios pequeños y de ellos han visto cómo caen las cortinas de alrededor de 500, cifra que coincide con lo que señalan varios comerciantes consultados y quienes por temor pidieron el anonimato. Incluso podría resultar mayor si las autoridades hicieran un recuento.
Bajo extorsión o en el exilio
Son las 18:20 horas del 28 de octubre y el bulevar Valle de Santiago, así como las calles Obregón, Faja de Oro, Árbol Grande y Tenixpetec, están semidesiertas. Solo se ven algunos trabajadores que van de regreso a casa, pocos automóviles circulan.
Esas son las calles de Salamanca que dejó María hace más de una semana para refugiarse en otro municipio y que no ha vuelto a pisar. En una entrevista que aceptó dar lejos de su natal ciudad, muestra la tristeza que le produce recordar que empezó desde abajo hasta llegar a tener una tienda, negocio con el que pudo brindarle una carrera a sus hijos.
“No voy a trabajar para otros cabrones”, dice de entrada. Una noche dejó su casa, tomó a su familia y salió de Salamanca con pocas pertenencias. Fueron días que sin muebles y poco dinero para comida, su nueva realidad en otro municipio.

Al igual que otros comerciantes de Salamanca, María recibió la primera visita donde le dejaron una carta, pero no le tomó mayor importancia. Dos días después le balearon su negocio y ya no quiso esperar a una tercera. Hoy no sabe si algún día regresará.
Esteban también recibió la carta y las balas. Tuvo que cerrar su ferretería, le pedían 100 mil pesos de pago inicial y 20 mil pesos cada mes, mismos que “ni yendo a bailar” los sacaría. Ahora busca cómo trabajar para mantener a su familia y pagar la deuda con sus acreedores.
La grandeza de México no se mide por eslogan que portan las placas de los vehículos en el estado de Guanajuato; comerciantes y ciudadanos consideran que se debe medir por la tranquilidad de sus habitantes, pero los salmantinos se sienten invisibles ante sus autoridades.
Las cortinas blancas de una panadería en el centro de la ciudad siguen cerradas. Los cinco impactos de arma de fuego son los testigos mudos del miedo que obliga a exiliar, mientras comercios vecinos y ciudadanos no quieren hablar de lo que pasó porque no saben de quién se deben de cuidar.
Un hombre sin casa descansa recostado sobre la cortina, en ese mismo lugar que tuvo que cerrar luego que hombres en motocicleta dispararon contra el inmueble, afortunadamente cuando éste estaba cerrado.
En la calle Leona Vicario, a un costado de la Casa de la Cultura del municipio, cadenas y un candado abrazan las puertas de lo que fue un restaurante. En su interior el polvo se adueña de las mesas y sillas, luego que el 6 de octubre el propietario anunció su cierre con este mensaje: “debido a la inseguridad en la que se encuentra Salamanca hemos tomado la difícil decisión de suspender operaciones”. Se despedía así de su clientela y trabajadores. Ya en meses anteriores pizzerías y refaccionarías habían cerrado por la misma situación. Aunque algunos pocos negocios han vuelto abrir, el temor a los ataques persiste.

Un hombre originario de Michoacán, hoy “orgulloso salmantino” llegó hace más de 35 años a la ciudad “buscando la tortilla”. Con el paso del tiempo se enseñó a tocar instrumentos musicales y comenzó a ganarse la vida amenizando las fiestas, pero hoy dice que pasa penurias porque si le va bien, lo contratan una vez al mes por la inseguridad, cuando hace algunos meses había tres tocadas por semana. Él no entiende por qué la alcaldesa Beatriz Hernández compró un vehículo blindado, “lo pagamos todos los de abajo que pasamos puras penurias”.
“La inseguridad es culpa del mal gobierno”, dice mientras está parado en una esquina de la vía pública, en espera de ser contratado.
Tres carniceros, cuyos negocios fueron baleados y optaron por cerrar para no ser más visibles para la delincuencia, decidieron no hablar con este medio, por miedo a más represalias.
A esto, se le suman los cierres de los tres únicos centros nocturnos y cuatro cantinas en lo que va del año, luego de ataques registrados a este sector. Sin ello, el esparcimiento nocturno de los salmantinos termina a la 1 de la madrugada, hora hasta la que algunos restaurantes dan servicio.
Organismos empresariales, ignorados
Francisco Javier González Mijes, presidente de la Cámara Nacional del Comercio (Canaco) dice que entre el 1 de agosto al 25 de octubre, 30 negocios -entre carnicerías, panaderías, tortillerías, refaccionarías y telefonía celular- han cerrado por las extorsiones; se han perdido 150 empleos directos y los comerciantes están dejando su ciudad natal.
“Producto de la delincuencia que estamos viviendo tenemos desplazamiento de personas que, al no ver una respuesta de la autoridad que frene este tipo de delincuentes, optan por irse a otros municipios o a otros estados, ya cansados de la situación y porque no quieren exponer sus vidas y las de sus familias”.
González Mijes ha pedido una reunión a la alcaldesa Beatriz Hernández Cruz y al recién nombrado director de Policía, el general de Guardia Nacional Rodolfo Cruz Nicolás, pero se la han negado. “La soberbia que ha caracterizado a esta administración, falta de capacidad y voluntad política para solucionar los problemas. Ella nos prometió seguridad y merecemos vivir en paz”, se quejó.
En entrevista, el presidente de la Canaco local llamó a evitar partidizar la compleja situación que se vive en Salamanca. Denunció que a diario se dan hechos donde hay robos a vivienda, a negocios, asaltos con violencia, que lo mismo afectan a empresarios, comerciantes, obreros.... Lamentó que esa ola de violencia haya alcanzado hoy al gremio informativo, con el asesinato de Israel Vázquez, reportero de El Salmantino.
Por su parte, Raymundo Gómez, presidente del Consejo Coordinador Empresarial de Salamanca, llamó a generar una estrategia que incluya a tanto a los tres niveles de gobierno como a la ciudadanía. Hizo señalamientos a la alcaldesa de polarizar la situación y "echar la bolita" a otras autoridades, teniendo responsabilidad compartida.
De los 60 policías que conforman la corporación de seguridad pública de Salamanca sólo la mitad está armado. A mediados de agosto se sumaron a dicha corporación 150 ex policías federales, mismos que ingresaron al no querer entrar al esquema de transición luego de que se extinguió la PF. Pero a finales del mismo mes, el municipio le cedió la seguridad de los salmantinos a la federación, al hacer el sexto cambio de coordinador de seguridad, puesto al que llegó el mencionado general.
El único logro que se ha visto, dijo, es la vigilancia en la entrada y salida de Salamanca, con muchas unidades y pocos agentes, quienes están mal equipados. "Los mismos policías se quejan de que no hay apoyos, ni siquiera tienen radios, tienen que poner sus propios teléfonos", por ello pidió a Beatriz Hernández "dejar la grilla" y ponerse a trabajar en el poco tiempo que aún le queda como alcaldesa.
Ese 28 de agosto, Hernández Cruz anunciaba: “patrullamos juntos de la mano con la Guardia Nacional, el Ejército y nuestra Policía; ya estamos logrando sentirnos más seguidos y protegidos. La paz que nos merecemos se ve en el horizonte”.

La caída del «Marro» que empeoró todo
El 2 de agosto del presente, autoridades estatales informaron la detención de José Antonio Yépez alias “el Marro”, líder del cártel de Santa Rosa de Lima, detenido en el municipio de Santa Cruz de Juventino Rosas.
Comerciantes y emprendedores de Salamanca perciben que a partir de esa fecha el panorama de inseguridad se complicó y las masacres no han parado, como lo aseguran el gobierno federal y estatal.
A decir del analista de seguridad David Saucedo, a pesar de ser un hombre sanguinario que ejercía tácticas crueles para mantener su liderazgo en el cártel Santa Rosa de Lima (CSRL), “El Marro” mantenía a raya a sus jefes de sicarios, regionales, de plaza, pero tras su detención “los perros quedan sin correa y se abalanzaron de manera voraz a extorsionar”, atacar incluso a la colonias y barrios populares en donde «El Marro» tenía una base social de apoyo, misma que construyó con la entrega de despensas, apoyos médicos, préstamos y hasta dinero a la palabra en Celaya y Salamanca.
Vino una descomposición de la situación interna del cártel de Santa Rosa de Lima frente a los grupos rivales y las autoridades, “pero es la ciudadanía quien paga el precio. Ese debilitamiento que tiene (el CSRL) para poder enfrentar a sus adversarios armados se la cobra a la ciudadanía… un impuesto de guerra y a sus propias bases sociales”.
Con Yépez al frente del cártel local, éste les ponía un límite para extorsionar a ciertos negocios en zonas determinas y personas. Una vez preso y al no haber esos límites “se desborda la extorsión” que se incrementó porque además hay una reducción de las tomas clandestinas de hidrocarburo, y “han tenido que redireccionar su actividad criminalidad al cobro de derecho de piso, secuestro y extorsión”.
Las autoridades de los tres niveles están rebasadas, afirma el analista.

En Salamanca, por ejemplo, “nada más viendo el número de delitos que se cometen y el número de elementos que tiene la Agencia de Investigación Criminal, ministerios públicos, Fuerzas de Seguridad Pública del Estado, no se dan abasto, no terminan de investigar un caso cuando ya tienen otro encima”. Aunado a ello, las diferencias entre las distintas corporaciones han favorecido a la inseguridad del municipio, con todo y que Saucedo explica que la según historia de la delincuencia organizada, aunque haya coordinación de los tres niveles, al no tener la misma capacidad de fuego y armas, no podrán hacer mucho.
El 28 de octubre, ya con tres meses de haberse palpado el aumento de extorsiones, la Fiscalía General de Guanajuato informó en un comunicado la detención de Rito y Lilia “N”, ella alias la “Güera/pelirroja”, pareja que “mantenía asolados” a los comerciantes de Salamanca, ambos fueron arrestados al recoger en un automóvil el dinero de una extorsión sobre el bulevar Valle de Santiago. La FGE busca comprobarles otros delitos.
Una colonia se vacía por asesinatos, robos y asaltos
El martes 27 de octubre, policías del municipio de Valle de Santiago iniciaron una persecución contra dos hombres que se habían robado una camioneta CR-V de color gris. Los agresores dispararon contra los agentes, cinco balas se impactaron en el parabrisas de la patrulla y la persecución terminó en la calle Viveros de la colonia Villarreal.
Los policías de Valle pidieron refuerzos a los de Salamanca, pero la ayuda llegó tarde por una omisión oficial. Los dos presuntos asaltantes abandonaron la camioneta y huyeron corriendo, uno a la zona norte y el otro al rumbo opuesto. Al llegar los policías solo encontraron la camioneta.

Ese no ha sido el único día en que la paz de los habitantes de la colonia Villarreal se ha visto perturbada. Sus calles han sido testigos del asesinato de dos mujeres, aunque la inseguridad comenzó hace unos cuatro años con asaltos a mujeres por una pareja de motociclistas que les quitaba sus pertenencias. A eso le siguieron los robos en las casas, de donde los ladrones se llevaban muebles, joyería y dinero. Impunes, los asaltantes esperaban a los dueños en la entrada de las viviendas cuando llegaban o salían de sus casas y a punta de pistola les quitaban sus vehículos.
En tiempos de escuela, los estudiantes sufrían asaltos todos los días.
“Un día, llegaron dos niñas a la puerta de mi casa, me dijeron «abuelito, ¿me deja entrar?». Levanté mi vista y entendí, dos hombres las esperaban y agarré un palo y las acompañé hasta la escuela, al día siguiente aquí estaban otra vez”, narró otro de los tantos testigos de tales escenas.
La calle Viveros días antes estaba a oscuras pues el alumbrado público no funcionaba por falta de lámparas. Entonces los vecinos tuvieron que cooperarse y de las tres que necesitaban, compraron dos por 800 pesos, más el pago por la instalación a un agente privado. Habían reportado infinidad de veces a la Dirección de alumbrado público del gobierno municipal la falta de lámparas. La respuesta, dice un vecino de la zona, siempre fue “que no tienen dinero, que no hay dice la presidencia, que no tiene equipo, que no tiene material, no tiene nada”.
Por ello decidieron cooperarse, hacer varias verbenas y sacar dinero para cubrir estos faltantes del alumbrado para su calle. No alcanzaron ni una de las 22 mil luminarias que compró el gobierno de la morenista Beatriz Hernández a la empresa Soluciones Móviles Hidalgo S.A. de C.V. por adjudicación directa y por las que se pagaron 36 millones de pesos.
Pero la falta de alumbrado público no es el único problema: Armando y Jesús, dos hombres que tienen viviendo 40 y 60 años en la colonia, explican que añoran el entorno que los hacía disfrutar de su colonia. "Ya nos queremos ir de aquí. En la entrada principal mataron a una muchacha, adelante hubo una balacera, un desmadre, encontraron bombas (y) armas hace dos meses en una casa, balearon una tortillería...”.
Estiman que de las 300 viviendas, al menos en cien sus ocupantes vendieron o las dejaron y se fueron a vivir a otros municipios o estados. “Hay muchas casas solas. Yo también me voy a ir, no hay seguridad, voy a vender mi casa y buscar otro municipio”.
“Yo tengo viviendo aquí 60 años...” dice uno de estos vecinos, entre suspiros de pura nostalgia. “Tan tranquilo que era Salamanca. Todos esperamos la paz”.
10 de noviembre de 2020, 16:16
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