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12/14/2025
Valentina y los monstruos

Autores:

Iovana Rocha
Iovana Rocha

Valentina y los monstruos

El cuestionable sensacionalismo mediático, promovido desde las autoridades, hizo lo suyo al abordar con parcialidad y reduccionismo brutales hechos de violencia contra un sinnúmero de mujeres

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    “…En esa carriola roja iban restos humanos, manos, dedos, pies, desordenados pedazos de piel, algunos cabellos… yo los tuve que ver para identificar si alguno de ellos pertenecían a mi hija Nancy… Sí, algunos me indicaron que era ella…” Maru, una víctima de entre las víctimas

    María Eugenia Solorio Flores, la señora Maru, una mujer que rebasa los 50 años, andar cansado, cabello corto y cano. No sonríe, se le agotaron los motivos, su voz es gruesa así como sus profundas y negras ojeras. Sus manos reflejan lo duro de su vida, su mirada es al vacío, sus ojos delatan que apenas hace unas horas detuvo el llanto y este amenaza con volver a cada momento. Verla llegar a nuestra cita me parece un milagro, tiene varios días enferma, no tiene que explicarlo, su cuerpo y su piel lo hablan.

    Oriunda de Ecatepec, de oficio comerciante, hasta antes de la tragedia se dedicaba a vender dulces para mantener a su familia, es madre de cinco hijos, Nancy de 28, le siguen otras hijas e hijos de 27, 25, 13 y 12 años, respectivamente. Su vida dista mucho de dar testimonio de los discursos gubernamentales triunfalistas de progreso y desarrollo, la condición de sus dientes, uñas y cabello confirman que ella, como más de la mitad de las mujeres en su territorio, están excluidas del eufemista discurso de prosperidad de los gobiernos priistas, que por más de 80 años han dirigido el estado de México, donde el municipio de Ecatepec es la insignia máxima de la ignominia.

    Maru y Carmen. Foto: Iovana Rocha
    Maru y Carmen. Foto: Iovana Rocha

    Una vida errante marcada por la violencia, la precariedad y la desgracia. Uno de sus hijos despareció en Michoacán hace algunos años mientras trabaja, no hay noticias al día de hoy de él. Y ahora Nancy, su asesinato y la orfandad de sus hijas. El infortunio de Maru no es un asunto de suerte o destino, como en el caso de muchas mexicanas se explica desde la desigualdad, la falta de oportunidades y consecuente vulnerabilidad que las atraviesa a lo largo de sus vidas.

    “Ella es una víctima, no diferente, pero sí la más dañada por esta pareja. Ella es la que acumula más delitos en proceso. Ella se quedó con las tres hijas de Nancy, la joven de 28 años asesinada por Juan Carlos Hernandez y Patricia Martinez en Ecatepec, estado de México en octubre del 2018. Una de estas niñas es Valentina quien en aquél momento tenía dos meses. Es muy fuerte decirlo, pero cuando le quitan la libertad y la matan, su hija, su bebé la más pequeña la acompañaba y logró sobrevivir… ¡Valentina es alguien excepcional está viva y pudo regresar con su abuela!”. Esta es la presentación que hace Carmen de Maru, quien al escuchar asiente con sus cansados hombros y un cálido apretón en el brazo de quien sabe es su compañera. En el transcurso de nuestra charla cada vez que hablemos de la pequeña Valentina no podremos sino reiterar la pertinente y casuística elección del nombre, Valentina, que en el antigua idioma latín hace referencia a una persona valiente, líder, sociable, activa y vigorosa.

    Desde hace 7 meses Maru enfrenta en contra de ‘la pareja de Ecatepec’ cuatro delitos previstos en la ley de inhumación y exhumación, que sería reclasificado por desaparición forzada cometida por particulares, trata de personas, feminicidio. Hasta ahora el único delito con sentencia es el primero, el pasado 24 de abril a través de juicio abreviado donde ambos se declaran culpables y sin beneficios se les otorgan a cada uno 15 años de prisión. El camino se visualiza aún largo y con complejas pendientes en su paso. El agotamiento, las enfermedades, la falta de recursos y apoyo están provocando en Maru la idea recurrente de abandonar exigencia. Hoy debe mantener a tres hijas más, sus días se debaten entre el hambre y su presencia en Juzgados.

    La creación de un monstruo

    Maru, y su incondicional acompañante Carmen, han sido presencias constantes en cada audiencia, perseverancia y resistencia ha debido acreditar para no desistir en medio de un doloroso proceso. Audiencias que iniciaron el pasado mes de octubre y que no asoman término. Meses largos donde la presencia de familiares y medios de comunicación ha ido disminuyendo conforme ha pasado el tiempo, otras tragedias ocupan las primeras planas, en tanto, el agotamiento y desesperanza hacen su labor en quienes exigían recién descubiertos los hechos que se investigara con verdad el número de mujeres asesinadas, desaparecidas, vendidas, enterradas, violadas por esta pareja en Ecatepec.

    El cuestionable sensacionalismo mediático, promovido desde las autoridades, hizo lo suyo al abordar con parcialidad y reduccionismo brutales hechos de violencia contra un sinnúmero de mujeres. Hasta la fecha, lo mismo se señalan ocho, diez o más de 30 mujeres asesinadas por la pareja Hernández – Martinez.

    Así, durante esas primeras semanas fuimos testigos de ‘filtraciones’ y primeras investigaciones ministeriales dadas a conocer desde las autoridades de la presunta historia de vida del principal feminicida, donde se destacaban en imágenes y audios sus declaraciones preliminares, - todas ellas indignantes y abrumadoras, así como de poca o nula utilidad para mostrar y denunciar la complejidad de los múltiples delitos enmarcados en el desprecio a las mujeres, las violencias múltiples y la corrupción de un sistema de justicia que le permitió operar por años con total impunidad.

    Así se leía, por ejemplo, en medios de televisión abierta, digitales e impresos: “monstruo de Ecatepec mataba desde los 22 años” “el monstruo de Ecatepec, actualmente de 38, inició matando prostitutas en Tepito” “la primera mujer a la que mató fue porque lo engañaba”, “para el monstruo de Ecatepec hay muchos tipos de carne depende de las mujeres, entre más buenonas carne de primera clase”, “el monstruo guardaba los restos de las mujeres asesinadas en el refrigerador, otros se los daba los perros, algunos más a los santeros”. Las siguientes semanas la concentración mediática sería sobre su niñez, los presuntos abusos sexuales de los que fue víctima “e incluso era vestido de mujer”. Videos, notas e incluso debates en redes sociales que asomaban intentos de explicación, y hasta de justificación hacia Juan Carlos y su pareja, a quienes se les nombraba reiteradamente en estos mismos espacios “como locos”. Sin tener, hasta la fecha, ninguna certeza sobre tal afirmación encaminada a la impunidad.

    De Patricia Martinez, apenas sabemos que tiene 44 años, que vendía ropa usada y es madre de los cuatro hijos de Juan Carlos. Su historia de vida o atisbos de pasado no fueron tema de interés de los medios, ni de las autoridades ventilarlo, aún y cuando se confirmó en reiteradas declaraciones su participación en distintos hechos, incluyendo el transportar la carriola roja en la que iban los restos de Nancy, Arlett y otras víctimas aún no identificadas. Para Patricia no hubo “mote”, en alguna publicación pude leer de ella “tiene un retraso mental desde su nacimiento, así como un delirio inducido probablemente por su pareja”.

    “La ‘la estrella’ era Juan Carlos, ni siquiera Patricia, el mal llamado ‘monstruo de Ecatepec,’, toda la cobertura mediática y opinión pública se centraron en él….Ellas (las víctimas) estuvieron y permanecen invisibles, también lo están sus hijos y familias. En el caso de Nancy, se trata de tres niñas que esperan justicia, quedaron en completa orfandad, nadie las nombra. No me gusta la palabra ´huérfanas´, ellas como el resto de los hijos e hijas de mujeres asesinadas por esta pareja son ´deudos´, porque hay una enorme deuda con ellos, el Estado en es uno de sus deudores principales…”.

    Es la voz iracunda y llena verdad de Carmen Zamora, profesional de la pedagogía, docente e integrante de la Colectivo Feminista Ehécatl ubicado en Ecatepec, estado de México. Su indignación está legitimada por el andar compartido por más de seis meses hombro a hombro con algunas de las víctimas de Juan Carlos y su cónyuge Patricia.

    Entre la resistencia y la sobrevivencia

    Juntas han asistido a todas las audiencias “todas”, enfatiza Carmen. De octubre a abril la disminución de personas en la sala fue considerable, el día de la primera sentencia “solo estábamos cinco mujeres y un periodista”, dejó de ser noticia para los medios responsables de exaltar a Juan Carlos a quien bautizaron, a su favor, como el monstruo de Ecatepec.

    No tienen miedo, caminan juntas, después de estos meses en Juzgado ya comparten comida de un mismo plato y hasta los cigarrillos. Carmen, una activista comprometida y frontal está incluida en el mecanismo de protección para personas defensoras de derechos humanos y periodistas, adscrito a la Secretaria de Gobernación para personas defensoras que por su labor han sufrido agresiones, es el caso Carmen quien ha tenido y tendrá los siguientes meses frente de sí a Juan Carlos y Patricia.

    A nuestra cita esa mañana llegarán en una patrulla estatal, al descender lo harán con sigilo y abrazadas. En su caminar optarán por tomarse de la mano, dan pasos firmes y dejan claro que caminan al mismo paso, quienes las vean caminar a su lado hasta pensarán que son felices.

    Entre encubrimiento, impunidad y risas

    Desde su detención, ambas han sido testigos de “un sonriente Juan Carlos” y reiterados retos visuales a los que se suma Patricia. Lo hacían a todas las victimas presentes en la Sala, en especial se dirigían a Maru. Así fueron cada una de las audiencias de largo primer proceso.

    Más de 200 días en Juzgado, entre octubre y mayo, las reiteradas y dolorosas repeticiones de los hechos ocurridos en las dos habitaciones ubicadas en Playa Pie de la Cuesta, domicilio que habitaba la pareja y donde fue asesinada Nancy, son algunos de los insumos que explican la deteriorada salud de Maru. Un comportamiento de “cínicos y de insulto a las víctimas” es como describe Carmen lo que se vive en cada audiencia.

    Al dictarse la primera sentencia, Maru pudo gritarles, entre otras cosas, “se metieron con la persona equivocada”. Nada más cierto, Juan Carlos venía matando mujeres desde el 2012, hasta que mató a Nancy y fue descubierto por Maru quien lo señalo desde el primer momento a horas de la desaparición de Nancy.

    Años y meses atrás a las autoridades del estado de México ya tenían conocimiento de la sistemática desaparición, asesinatos y hallazgos de partes o cuerpos de mujeres en esa zona específicamente, nada o poco se había hecho hasta que mataron el 4 de octubre del 2018 a la hija mayor de Maru.

    “Si bien yo no estaba segura de que él tenía a mi hija, algo me lo decía que así era, lo supe repasando los hechos de meses atrás. La desaparición de mi hija, mi denuncia y necedad al señalarlo a él y a nadie más hizo posible su captura…”

    Continuará…

    16 de mayo de 2019, 21:46

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