Pudimos ver esta semana dos notas periodísticas que acapararon primeras planas en los diarios regionales. La primera, el martes pasado en la madrugada con un asalto dinamitero a un cajero de Banamex. No sólo volaron el cajero, también las vidrieras de las edificaciones aledañas, y la tranquilidad del sueño de los vecinos, como si no fuera suficiente la sirena nocturna del tren que pulveriza el descanso nocturno. Además, los dinamiteros, quizás más acostumbrados a perforar ductos que a destapar cajeros, dejaron material explosivo sobrante en las puertas de una guardería. El ejército, según refieren también algunos periodistas llegó con un retardo notable. Botín aproximado de 800 mil pesos.

La segunda nota refiere a la captura en León de Bandidos Revolutions Team, algo que suena más a un club de niños rata que a una temible pandilla de hackers. Este grupo robaba bancos de una forma mucho más discreta, a través de programas cibernéticos. Se les endilga el ataque electrónico al sistema de pagos SPEI que puso en jaque al sistema financiero el año pasado. Las notas se regodean en los coches de lujos, el dinero en efectivo, joyas y armas que la FGR incautó en la redada. No sorprende que un grupo de esta sofisticación tenga conexiones financieras en particular en tres estados de la república mexicana: Sinaloa, Jalisco y Tamaulipas. Botín aproximado: Asalto al SPEI unos 300 millones y otras operaciones no explosivas entre 80 y 100 millones de pesos mensuales.

Así como un delincuente de medio pelo se estrena volando cajeros automáticos a altas horas de la noche, un político de pueblo amenaza al activista, al abogado o al periodista para que calle la verdad. Quizás no use un cartucho de dinamita, pero sí se apoyará en matones a sueldo. Para sólo mencionar un caso en nuestro entorno saldría a colación el nombre de Enrique Benjamín Solís Arzola, ex alcalde de Silao.

Foto: POPLab

Pero vivimos el tiempo de las redes, más difíciles de acallar por su velocidad y ubicuidad son un campo excelente para escapar de las mordazas oficiales. Aún así los gobernantes desean meter la mano en el tarro de las galletas, y buscan formas refinadas: Recuerdan a Peña Nieto y Pegasus, que, por cierto, nadie salió a la calle a protestar por las implicaciones que una intromisión de este calibre representaba para la libertad de expresión. Eso fue hace dos años, y hasta donde sé no hay nadie preso por espionaje u otros delitos conexos.

En el estado de Guanajuato, nuestro milénico y singapurense gobernador parece haber cedido a la tentación del poder absoluto para acallar las críticas. Parece que no le basta escudarse en sus voceros, o privilegiar a la prensa nacional por encima de los medios locales. El Colectivo por la Libertad de Expresión en Guanajuato presentó una carta pública esta semana para denunciar ataques intimidatorios que incluyen usurpación de identidades, campañas de desprestigio o acoso selectivo en el ámbito digital. Este comunicado, que también suscribí así como más de 300 personas y organizaciones, exige al gobernador, “que inicie una investigación al interior de su administración que determine si hay o no funcionarios operando la campaña, y en caso de ser así, que emita una sanción.”

El refinamiento cibernético no es una chanza y debe preocuparnos a todos, pues no se trata de ganar o perder likes: se busca acallar voces críticas necesarias para que la verdad pueda prevalecer por encima de versiones oficiales que convienen a unos pocos y perjudican a la mayoría. El juego democrático consiste en enfrentar la crítica con argumentos sustentados en la realidad, no con simulaciones y visiones edénicas. Sin embargo, parece que esto es algo que por ineptitud, soberbia o la combinación de ambas, cada vez menos políticos desean jugar.

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