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Valentina y los monstruos (II y última parte). Un país donde se (puede) mata a las mujeres
“…Desde el año 2012 él mataba mujeres, ninguna autoridad había hecho nada, hasta 2018, año en que mata a Nancy”
Es la afirmación de Maru, madre de una de las víctimas del mal llamado ‘monstruo de Ecatepec’, Juan Carlos Hernández y de su pareja, Patricia Martínez. Su aseveración coincide con lo señalado por éste en sus primeras confesiones, el asesinato de 11 mujeres con la presunta ayuda de su pareja. Por las incipientes investigaciones de las autoridades del Estado de México y su difusión en diarios nacionales e internacionales se sabe que estos crímenes, mas muchos otros perpetrados y no confesados aún, los pudo realizar Juan Carlos por más de una década, la indiferencia a las mujeres y sus familias por parte de las autoridades, las investigaciones sin seguimiento, las complicidades y las deficiencias institucionales son variables que explican el escenario de horror en el tristemente emblemático municipio de Ecatepec.
Ecatepec, un contexto para la violencia feminicida
Nancy Noemí, 28 años de edad, fue de las últimas, sino es que la última víctima de Juan Carlos y Patricia hasta el día de su detención el pasado 4 de octubre en la colonia Jardines de Morelos, un lugar que no aparece en ningún mapa de desarrollo y bonanza, por el contrario, su reconocimiento lo debe a los medios de comunicación cuando de hechos delictivos se trata, ‘Ecatepec, el de la línea roja’.
No es fortuita la incidencia y reincidencia delictiva en este lugar de Ecatepec; en particular, se trata de múltiples colonias en un reducido espacio altamente poblado caracterizado hoy en día por la falta de servicios públicos, rústicos accesos, ausente mantenimiento urbano y un liderazgo histórico en cifras oficiales que detalla a su población en condiciones de pobreza, marginación y ausentes oportunidades. Hace apenas algunos días una vecina de este lugar me compartía con nostalgia y necedad ‘…vivo cerca de la casa donde mataban mujeres… pero le juro que este lugar no era así. Con mis padres llegamos hace 20 años, entonces podíamos salir a jugar con los vecinos, había áreas verdes… hoy mis hijos ni a la puerta salen solos, entre nosotros también hay miedo y desconfianza… ha llegado mucha gente que ya no conocemos”.
Como más de la mitad de las mujeres jóvenes en México, Nancy se dedicaba al comercio informal, con secundaria concluida la forma de ganarse la vida era mediante la venta de perfumes, una actividad que podía compaginar con una maternidad temprana que había iniciado a los 21 años con tres hijas a las que debía formar y mantener ante la ausencia paterna.
Era el año 2014, con ingresos variables por la venta de perfumes Nancy, una mujer descrita por sus cercarnos como independiente, tranquila, risueña y cercana a sus hijas, opta por rentar un espacio ‘en la casa del Castillo’, así se le conoce a este lugar por un salón de eventos, será en este lugar donde por primera vez tendrá contacto con Juan Carlos y Patricia, el único motivo era la vecindad. Se veían, el departamento de Nancy era el número 8, el de la pareja el número 7. Nunca hablaron, ‘la pareja’ no hablaba con nadie, las ventanas y cortinas se mantenían siempre cerradas, luces apagadas, en ocasiones en las mañanas era cuando se veían, entonces Patricia, la pareja, trabajaba en un bar por las noches, él se la pasaba encerrado. Los únicos ruidos que se escuchaban entre departamentos, cercanos y de pequeñas dimensiones, eran los golpes que la pareja le propinaba a uno de sus pequeños hijos. Al momento de ser detenidos se sabría que vivían con cuatro menores, presuntos hijos. Se especula que desde aquellos momentos entre sus actividades ilícitas se encontraban el robo y venta de menores para fines de adopción ilegal.
El tiempo habitando este lugar fue corto para Nancy y sus hijas, pasados los meses se mudarían de casa a Jardines de Morelos ‘sección Ríos’, aunque seguirían compartiendo la mala fortuna de un territorio y un contexto, la pareja Hernández – Martínez vivía en este mismo lugar pero ‘sección playas’, cuatro calles y una avenida los separaban. En el 2016 se volverían a encontrar, entonces Juan Carlos vendía pantalones de mezclilla, con motivo de la compra de algunos de éstos intercambiarían unas palabras que concluyeron en minutos. Pasarían dos años para que los destinos de Nancy con esta pareja volvieran a coincidir, ese será el último y trágico encuentro.

El último día, entre la pobreza y engaño
Era 2018, una semana antes de su desaparición, con motivo del bautizo y comunión de sus hijas Nancy ‘subirá unas fotos al Facebook’, por este medio Juan Carlos la va contactar con el ofrecimiento de ropa para su bebé. La entrega de la ropa se haría el seis de septiembre, último día que se verá con vida a Nancy.
Ese día era el cumpleaños de la hija mayor de Nancy, se preveía una jornada de festejo con tan importante motivo. Ya no hubo tiempo, ni siquiera lo hubo para tener una conversación larga con su mamá a quien vería por última vez ese día a las diez de la mañana, ambas asumían que se volverían a encontrar horas más tarde, ese era el plan uno de los muchos que frustraron Juan Carlos y Patricia. Previo a las tres de la tarde Maru y Nancy tendrían la última conversación telefónica, todo parecía normal, “estoy en una junta de la escuela, mamá”, diría Nancy previo a colgar.
A las seis de la tarde la familia de Nancy se entera que sus dos hijas fueron recogidas por una vecina y llevadas a su domicilio. Nunca había ocurrido, las niñas estaban asustadas, lloraban y no entendían lo que ocurría. En ese momento se darán cuenta que Nancy había salido a una cita que desconocían destino y con ella su pequeña hija Valentina de dos meses de edad. Las llamadas al celular de Nancy fueron infructuosas, nadie contestaba, la tensión familiar comenzó a aumentar.
A las siete de la noche su perfil de Facebook será eliminado. Una opción fue buscar al padre de las hijas de Nancy, quien niega conocer de su paradero. La solicitud de ayuda a una patrulla de la policía tampoco tendrá respuesta ‘deben esperar 72 horas’, les dijeron. La familia intentará presentar denuncia en las oficinas de San Cristóbal y en San Agustín, en esta última una funcionaria le dirá a la madre, “este es un caso similar al de otras dos (mujeres)”, ante este comentario la madre preguntará, “¿y si lo agarraron?”, la respuesta irreverente anunció lo que sería un proceso de investigación plagado de omisiones e ineficiencias: “¡Ay señora, si lo hubiéramos agarrado no se hubiera llevado a su hija!”.
Esa misma noche, la señora Maru señalaría como principal sospechoso a Juan Carlos, a nadie más. Al hacerlo pasarían por su mente, entre otros recuerdos, aquella plática con su hija Nancy quién le platico alguna vez ‘que una vecina de donde antes vivía le había llevado un queso’, hablaban de Martha Patricia, la pareja de Juan Carlos.
Un lugar donde las víctimas son las culpables
Con Juan Carlos como principal sospechoso, ese 6 de septiembre comenzaría una investigación que debió iniciar una década atrás en el estado de México. Por insistencia de la madre de Nancy las autoridades se verían obligadas a la búsqueda de ésta y su hija Valentina. Los días transcurrían sin conocer el paradero de ambas. Inexplicablemente Juan Carlos al saberse investigado comenzará a hostigar vía telefónica a la madre de las desaparecidas, habían transcurrido apenas tres días después de la denuncia. Con el tiempo se sabría que su intención de llamarla era citarla como lo hizo con Nancy y matarla, el miedo de saberse descubierto lo hizo ser insistente buscando ese encuentro que nunca se dio. En un esfuerzo sobrehumano la madre de Nancy intento ser prudente en cada una de las más de catorce llamadas, sabía de la posibilidad de que su hija y nieta estuvieran vivas y él pudiera ejercer represalias ante su negativa, “te invito un café a mi casa para que veas que no tengo a nadie aquí”, era la insistente ‘invitación’. Un último mensaje sería “no voy a ir a trabajar, la esperamos en casa para almorzar y que vea mi casa”. Su pretensión era la impunidad, otras muchas ocasiones le había funcionado.
En un rebasado e inoperante sistema de justicia mexiquense en alguna ocasión una autoridad de “San Agustín” le dijo a la madre de Nancy ‘usted vaya y búsquelo, cuando lo encuentre nos habla y nos dice donde está’. La desesperación ante la indiferencia supera a las víctimas, “si ellos no las encuentran, yo lo voy hacer”, un legítimo y recurrente pensamiento de una madre-abuela que vio pasar más de 30 días sin noticias y un par de nietas en desesperante espera.
Un mes sin aparecer Nancy y Valentina. La familia hacía el trabajo de las autoridades, como suele ocurrir en reiterados casos, en una ocasión Lupe, una hermana de Nancy, se presentó con su esposo afuera del domicilio de Juan Carlos y Patricia, su intención de entrar a buscarlas se vio frenada por la mamá de ambas, no había orden de aprehensión su recurso era la desesperación. “No entres, si no lo hacen el próximo viernes nosotros lo hacemos por nuestra cuenta, pero por ahora espera”, fueron las palabras que detuvieron una acción que pudo tener fatales consecuencias.
Después del día treinta de búsqueda será el ‘cruce de llamadas’ lo que permitirá establecer la relación entre Juan Carlos con la desaparición de Nancy y Arlet. El 6 de octubre le será presentada en un trayecto a la Fiscalía una foto a la mamá de Nancy para que reconozca a la pequeña Valentina, de entonces tres meses, había pasado un mes y la reconoció, entre otras cosas, por la ropa que vestía al momento de ser encontrada era la misma que llevaba el día que salió de casa. Al preguntar por Nancy, el silencio se hizo presente, en ese momento Maru entendió entre movimientos de cabeza del personal de Fiscalía que su hija ya no estaba con vida.
A Nancy y al resto de las chicas presentes ese 6 de septiembre las mataron el mismo día, entre ellas Arlet, una joven que había desaparecido el 25 abril de 2018. El modo de operación se repetirá con varias, engaño, artilugios a partir de identificación de necesidades primarias, sometimiento, privación de la vida y abusos sexuales.
¿Cómo logró Valentina sobrevivir? Al asesinar a Nancy la pequeña bebé de dos meses fue venida por 15 mil pesos; quienes la compraron, la registraron rápidamente. La venta y adopción ilegal era un delito perfectamente articulado, Juan Carlos y Patricia ya tenían rutas y clientes.
Las autoridades de Fiscalía del estado de México le entregaron como única prueba que la familia tiene para saber que se tratan de los restos de Nancy es la prueba genética “nunca me explicaron nada… palabras que yo no entiendo”.
En enero del 2019 les fueron entregados los restos de Nancy para sepultura “…me enseñaron los huesos y algunos restos, su piecito… de hecho no estoy segura de que sea mi hija”.
El camino legal aún no concluye después de casi nueve meses, apenas Juan Carlos y Patricia han sido sentenciados por dos de los cuatro delitos relacionados con el feminicidio de Nancy y la venta de Valentina que hoy está al cuidado de su abuela, quien no cuenta con la custodia permanente de la menor, ni de sus hermanas, ese será otro juicio, “…estoy cansada, ya no quiero verlos, no los soporto, no los tolero…”, son las palabras de la madre de Nancy habla de ‘la pareja de Ecatepec’.
“… Muchas muertes se pudieron haber evitado… Había varias denuncias y no hicieron nada… Si la Fiscalía hubiera atendido a tiempo los llamados por desaparición de mujeres en Ecatepec muy seguramente hoy Nancy estaría viva…”
Al escuchar esto último por parte de Maru, no estoy tan segura de que Juan Carlos haya sido el único monstruo. Nancy y Valentina también toparon con un Estado y autoridades inoperantes e indolentes ¿Qué es más monstruoso que eso?
31 de mayo de 2019, 22:16
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