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12/14/2025
Con Umbral quise enfrentar al monstruo: Roberto Abad

Con Umbral quise enfrentar al monstruo: Roberto Abad

Roberto Abad es uno de los autores más interesantes de las nuevas generaciones. Como tal, ha sido invitado a charlar dentro de la Casa Universitaria del libro, para exponer, entre otras cosas, su afición al género de ciencia ficción y al mismo tiempo poder correrse para hacer una literatura agenérica.

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    Roberto Abad es uno de los autores más interesantes de las nuevas generaciones. Como tal, ha sido invitado a charlar dentro de la Casa Universitaria del libro, para exponer, entre otras cosas, su afición al género de ciencia ficción y al mismo tiempo poder correrse para hacer una literatura agenérica. Ahora ha editado por la UAM, el texto Umbral, donde cosifica al monstruo, en un libro que podríamos llamar como “de cuentos de terror”.

    –Me encanta que hagas esa distinción, porque es algo que pensé durante la escritura e incluso durante la edición, el hecho de que el monstruo estuviera presente. Para decir, con el paso de las décadas y con el análisis de las teorías sobre literatura fantástica, sobre cuentos, libros que nos han marcado, la idea del monstruo se ha difuminado, incluso en algunos textos y películas ha cambiado como su perfil psicológico tradicional. Me interesaba recuperarlo, incluso intentar aquello que es muy difícil que es enfrentar al monstruo. Me interesaba que estas figuras, que yo no llamaría malignas, son figuras que pertenecen al otro lado del umbral, que cruzaran. En algunos relatos cruzan a la realidad que conocemos y en otros son más bien los personajes que viven en esa realidad los que cruzan al otro lado. La figura del monstruo es indispensable para estos relatos porque de alguna manera define también a quiénes se van a enfrentar, que son esos personajes vulnerables, a veces olvidados, a veces frágiles, que tienen una oportunidad para, no sé si reivindicarse, pero sí de alguna manera enfrentar aquello que los delata, que les genera temores y que de alguna manera encuentran cierto vacío en él.

    –Pensaba precisamente en el segundo cuento del metalero, esta cosa de que todo parece ser que está como previsto de que va a pasar algo y al mismo tiempo uno no sabe qué es lo que va a pasar. Es tremendo ese cuento. No quiero spoilear mucho.

    –En ese cuento en particular estuve pensando mucho en la figura del vampiro, que es una figura muy presente en nuestra sociedad. Me sorprende la manera en que ha ido evolucionando y también que aún se sigan reinventando historias. Un ejemplo de ello es Nosferatu, pero además hay un montón de literatura reciente que se hace en torno a la figura del vampiro. En general en este libro traté de retomar ciertos tópicos clásicos que tienen que ver con la literatura fantástica del siglo XVIII, siglo XIX. Por ejemplo, una parte del cuerpo que adquiere independencia y entonces se vuelve algo terrorífico.

    –El tumor que tiene Dieguito…

    –En este caso yo quise meter algo que viniera desde adentro, no que estuviera afuera, pero retomar esa tradición. Y lo mismo pasó con este cuento en el que el vampiro es presentado de una manera atípica. No es un vampiro que se alimente de sangre, sino del metal que habita en los cuerpos humanos. Creo que en esta sociedad, en el tiempo en el que nos tocó vivir, es inevitable pensarnos solamente como seres orgánicos, como seres que solamente son habitados por los elementos con los que llegamos al mundo. Ahora estamos llenos de microplástico y seguramente de muchos metales. Me pareció interesante generar una criatura que ahora en lugar de tener sed de sangre, tuviera sed de este elemento que se encuentra, por ejemplo, en aquellas personas que han tenido un accidente y tienen una placa, que es el caso de uno de los personajes, pero también en la sangre, qué sé yo o en ciertas partes del cuerpo de las que no tenemos registro.

    –Claro, un vampiro que come metal. Lo que es cierto también es que como toda literatura fantástica, contraviene la vida normal

    –Vivimos en una sociedad que nos permite tanto normalizar ciertos miedos, como generar nuevos miedos. Y para mí eso es algo muy revitalizante, en un sentido, porque me permite colocar la mirada en ciertos aspectos que antes no nos generaban las mismas sensaciones. Por ejemplo, después de la pandemia, el miedo al contacto, el miedo a estar cerca de los otros, el miedo a estar afuera. Tantas cosas surgieron a partir de ese encierro, que ahora pareciera que lo llevamos como si hubiera sido algo tan normal y tan repentino y comprensible, cuando en realidad fue un evento que marcó las vidas de todos.

    –Por otro lado también tiene un poco que ver con las migraciones, en el sentido de que cuando ya somos grandes, empezamos a pensar en volver a nuestros países precisamente para tener una atención en la salud…

    –Al menos en la literatura, a mí me interesan los monstruos que se perfilan como tal. Es decir, la naturaleza del monstruo es hacer el mal. Yo encuentro en ello una fuerza dramática que detona una serie de movimientos en los personajes, que los hace o huir o enfrentarlos. Entonces me interesa que los personajes tomen esa decisión, porque eso define toda su psicología, define todo lo que va a venir después. Lo que intenté hacer en estas historias, es generar una representación de lo que significa el monstruo para mí. El monstruo, a pesar de sus diferentes connotaciones, siempre va a ser una especie de sombra que se va a lanzar encima de los personajes. Y yo entiendo que ese momento es el momento del personaje, el momento para que él genere una respuesta a ese ataque.

    –En algunos cuentos a la tecnología vista como la ve Benjamín Labatut, la tecnología vista como un propio monstruo…

    –Todo el tiempo estoy pensando qué tanto nos beneficia la tecnología o qué tanto nos aporta más allá de que haga más sencillo algún proceso de nuestro día. Pienso, por ejemplo, en los automóviles que muchas de las veces en lugar de ayudarnos a llegar más rápido a nuestro lugar nos retrasa, nos retrasa tanto que podríamos ir caminando a ese lugar y llegaríamos más rápido. Lo que parecía una ventaja en realidad resulta ser un contratiempo, resulta ser algo contraproducente para la persona. Eso es algo que me dejó la lectura de un filósofo llamado Iván Illich que es un filósofo que vivió en Cuernavaca y que generó toda una escuela de pensamiento y crítica hacia las instituciones, hacia la industria, hacia la educación, a la iglesia. Lo he estado leyendo y he estado tratando de cómo integrar ciertas ideas de su obra, de su teoría, a los cuentos. Es un filósofo sumamente complejo, pero me interesa mucho que exista un poco esa visión que te deja ver el doble filo de la tecnología y de lo que genera todo lo que pensamos entre comillas civilizado.

    – Sí, la otra vez un alumno hizo un cuento en donde la laptop le comía la cabeza a una chica y le decía a una persona que apenas conocía que estaba siendo engañada por otro…

    –Es que es terrible todo lo que nos pueden hacer las máquinas, todo lo que nos pueden hacer cambiar nuestra vida finalmente. Me acuerdo mucho de un cuento de Stephen King donde unos detectives investigan una serie de asesinatos que son cometidos por una lavadora que está poseída. Es un cuento tremendo

    –Ahora no eres un escritor de ciencia ficción, ahora eres de lo siniestro

    –No pensé en eso. Me gustan los géneros especulativos. No he indagado mucho, por ejemplo, en la literatura negra, pero todo lo que tenga que ver con la apuesta de un misterio, el desarrollo de un misterio, me interesa y creo que la ciencia ficción, el terror o la literatura fantástica, son géneros que justo abrazan el misterio. Pienso que en este libro en particular lo que me interesó fue generar una estructura que tuviera relación con el juego de la ouija y que se volviera un libro ouija en ese sentido, a tal grado que en la camisa del libro viene el tablero y viene también este triángulo que es el puntero.

    –Además, cada cuento tiene una pregunta y una resolución, un esquema.

    –Lo interesante de esta estructura es que existe la posibilidad de generar un puente entre esa pregunta y el cuento y esa es una tarea del lector. Ahí es como yo le hago esa provocación al lector, porque las preguntas, intencionalmente, tienen un tono filosófico, un tono un poco cerca de la metáfora, de las analogías, muy al estilo de estas respuestas que da el I Ching, que da el Tao, por ejemplo, que siempre te exigen una interpretación; no te dan una respuesta directa, sino te exigen que lleves esas palabras a la imaginación, a la interpretación concreta y tú abstraes un significado. Me gusta moverme entre los géneros, no me gusta solamente encasillar, porque al final uno escribe lo que puede, no escribe lo que quiere.

    –También es cierto que hablas de escritura y hablas de lenguaje contrariamente a lo que es la anécdota

    –La anécdota puede ser muy crucial y muy interesante y muy ingeniosa como son las anécdotas en general, pero al mismo tiempo hay una apuesta por la escritura. Hay un cuento en el que una familia está en un restaurante, en una pizzería, y el padre comienza a tener un ictus, un accidente cardiovascular y entonces él empieza a narrarles un sueño que tiene, pero ese sueño que le narra ya no tiene sentido. Las palabras no significan lo mismo, entonces va cambiando de palabras y va poniendo otras en el lugar. Por ejemplo, en lugar de decir lápiz, dice vaso, en lugar de decir silla, dice libro, cosas de ese estilo. De tal forma que el relato se compone de una serie de palabras que no significan lo mismo, pero que si tú vas siguiendo el eje de esa narración, te das cuenta que el padre lo que quiere decir es que tuvo un aviso en sueños de lo que le iba a pasar. Me interesaba mucho emular lo que sucede con el lenguaje cuando tienes uno de estos eventos y la apuesta allí fue tienes que hacer que el lenguaje se descoloque, tienes que hacer que el lenguaje cambie de lugar. Entonces lo que hice fue arriesgar. Me gusta mucho eso. El riesgo es muy importante en mi escritura y que todo el tiempo estoy pensando en qué llevar al fuego, en qué poner allí, en ese lugar donde resiste ese recurso o se cae el cuento. Es importante que exista ese marco de riesgo para poder escribir.

    Este texto se publicó originalmente en el sitio Maremoto, en este enlace.

    1 de abril de 2025, 09:13

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