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12/14/2025
10 de mayo: nada que festejar, mucho que temer

10 de mayo: nada que festejar, mucho que temer

Guanajuato es el estado más mortífero para las buscadoras en este México de por sí convulsionado por la violencia

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    Por: Sandra Estrada Maldonado

    Esta afirmación resonó varias veces desde el pasado martes 2 de mayo, día que fue asesinada la señora Teresa Magueyal Ramírez, de 65 años, quien buscaba a su hijo José Luis Apaseo Madrigal, desaparecido desde el 6 de abril de 2020.

    A este caso lo precedieron de acuerdo con lo que ha documentado la Plataforma por la Paz y la Justicia: el asesinato de Rosario Zavala en octubre del 2020, el de Francisco Javier Barajas en mayo del 2021, un buscador cuyo nombre permanece en el anonimato que fue asesinado en julio del 2021, los homicidios de Ulises Cardona en julio del 2022 y de María Carmela Vázquez en noviembre también del año pasado.

    A la señora Tere la asesinaron en San Miguel Octopan, una localidad antes rural hoy ya subsumida por la mancha urbana que está a escasos 9 kilómetros de Celaya. En este lugar desapareció José Luis y ahí también fue asesinada su madre, quien lo seguía buscando y que formaba parte del Colectivo Una Promesa Por Cumplir.

    Octopan proviene del otomí, lengua de quienes habitaron estas tierras mucho antes y que eligieron una derivación de Actopan que quiere decir tierra fértil; porque fértiles eran estos campos que antes nos alimentaban y en los que hoy les buscan. Habrá que agregar a esta frase acuñada por Daniela Rea para el Recetario para la Memoria que, además, en estos campos antes fértiles hoy asesinan a quienes insisten en buscar. Octopan, tierra fértil antes para cultivar, para crecer; hoy fértil para desaparecer, para morir por buscar.

    Conocí a la señora Teresa en uno de los talleres de bordado que hemos realizado con diferentes colectivos. Ese día en particular estaba muy sonriente, porque sus compañeras de colectivo le habían llevado un pastel para celebrar su cumpleaños y ella iba de mesa en mesa repartiendo rebanadas. Después de un rato vino muy entusiasta conmigo a ponerse al corriente con su bordado y a pedirme que escribiera el nombre de su hijo para que ella después lo bordara: José Luis Apaseo Magueyal.

    La búsqueda, como la crianza no reconoce franjas horarias, días exclusivos, ni tareas específicas; se busca mientras se escarba la tierra, pero también al confrontar a un funcionario y al rememorar mientras la aguja entra en la tela una, dos, cien, tantas veces hasta terminar de bordar la frase Te sigo buscando: te seguiremos buscando José Luis Apaseo Magueyal.

    Y la señora Tere así lo sabía, hasta que 8 días antes de que las calles se llenaran de puestos con flores para celebrar a las “madrecitas”, le dispararon desde una motocicleta en una calle del antes tranquilo San Miguel Octopan y la asesinaron mientras hacía las compras en su bicicleta.

    Buscar es también asumir e involucrarse en las tareas de cuidado y crianza de otros hijos/as, nietas/os, pensar qué hacer de comer hoy, salir a comprar lo que falta, hasta que ese día no regresas.

    La herida del asesinato de la señora Tere no queda abierta solo para quienes la esperaban para preparar y para comer ese día, corresponde a lo que el psicólogo social Martín Baró llamó trauma psicosocial, una herida que se produce socialmente, cuyo origen no está en el interior del psiquismo de una persona, sino que surge del ida y vuelta entre lo individual y lo social. Este trauma psicosocial por supuesto no es igual ni puede compararse a la profunda tristeza de la pérdida en sus familiares y en sus compañeras de colectivo, pero sí puede ayudarnos a pensar en lo que queda para quienes, como ella, hoy siguen buscando a las más de 3 mil personas desaparecidas en Guanajuato.

    Tantas madres felicitadas este 10 de mayo, tantos desayunos, flores, bailables. Tantos recuerdos de aquel día en el que nos supimos fértiles porque en nuestro cuerpo se gestaba una vida nueva. Reconocer un rostro nunca visto que a partir de ahora es tu hija/o, a quien verás crecer, a quien cuidarás, de quien te exigirán que aprenda lo debido, que sea un buen niño, una linda niña. Años de experiencias que tejen historias y que se arremolinan en la memoria de ellas que buscan y que no han dejado de ser madres, a quienes la desaparición de un hijo les ha trastocado y arrebatado su vida previa impidiéndoles incluso seguir maternando como antes a los otros, a las otras hijas, porque siempre están pensando en la que falta, el que falta.

    ¿Cómo vuelves a salir a hacer las compras, a ir a las reuniones, a programarte para una búsqueda en campo después de esto que otra vez y después de poco más de 6 meses volvió a pasar?

    Algunas reiteran: Nos han quitado tanto que nos han quitado el miedo; y esto por supuesto es verdad para varias, salen con la convicción de que esta vida que viven no es vida y que van a enfrentar lo que sea necesario para encontrar a sus hijas/os. Pero los actos de enorme valentía y coraje no necesariamente están exentos de miedo, muchas actúan a pesar del miedo.

    Se vive y se vuelve a salir con miedo, pero no un miedo como experiencia personal e íntima sino como estado. Sobre esto dijo la psicóloga Elizabeth Lira que se trata de un estado de miedo que, “al producirse simultáneamente en miles de personas de una sociedad, adquiere una relevancia insospechada pues produce la sensación de vulnerabilidad, un estado exacerbado de alerta, el sentimiento de impotencia o pérdida de control sobre la propia vida y una alteración del sentido de realidad al no poder validar objetivamente las propias experiencias” (como se cita en Baró, p.137[1])

    Estas cuatro características forman parte hoy de la cotidianidad de las integrantes de los más de 17 colectivos de búsqueda que se han formado en Guanajuato, y Elizabeth Lira las reconoció al trabajar durante los ochenta en Chile realizando psicoterapia con personas torturadas, familiares de personas ejecutadas y “especialmente mujeres, que buscaban infructuosamente a sus parientes cercanos que habían sido detenidos y de quienes se había perdido su rastro”. El miedo como estado, con sus correlatos de alerta, vulnerabilidad e impotencia es el mismo miedo que experimentan hoy quienes buscan a sus familiares en tierras que antes fueron fértiles para cultivar, tanto que en el nombre llevan impresa esta característica, aunque hoy de eso quede solo el recuerdo.

    Cuerpos que fueron fértiles, fecundos, que hoy dedican toda su energía a buscar y a seguir cuidando. Madres que no merecen la revictimización y el castigo de quienes suponen que por algo lo desaparecieron, que ella no lo educó bien. Madres que este 10 de mayo no van a festejar, sino que estarán ahí para recordarnos que toda persona tiene derecho a ser buscada, que ellas tienen el derecho de buscarles y que a toda la sociedad nos toca exigir que no por ello sean asesinadas.


    [1] Martín-Baró, I. (1988). La violencia política y la guerra como causas del trauma psicosocial en El Salvador. Revista de psicología de El Salvador, 7(28), 123-141.

    Sandra Estrada Maldonado es psicóloga social, académica feminista y Profesora del Departamento de Estudios Sociales de la UG-Campus León y de la Universidad Iberoamericana León. Acompaña a buscadoras a través de la escucha y el bordado. @sandungaotravez

    10 de mayo de 2023, 10:20

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