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12/14/2025
Monica-Maristain

Arnoldo Kraus y la vida como un repaso

Aunque Arnoldo Kraus no quiera dar lecciones, las da. Con su escritura concisa, melancólica y entrañablemente humana, su nuevo libro La vida un repaso (Cal & Arena) —breve en forma...

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    “Dijiste meditación, claro”, dice Kraus en entrevista. “Me senté a escribir el libro recordando. La palabra memoria fluye, tú la verás ahí. Parte del libro es ficción, parte es no ficción. Escogí un personaje femenino para jugar un poco con quién habla y darle otra voz a mis escritos”. Esa voz se llama Olivia, un alter ego femenino que se convierte en guía narrativa en un mundo convulsionado por la violencia, los feminicidios y la desafección política. En tiempos donde las mujeres son asesinadas por buscar a sus desaparecidos, Kraus intenta mirar con otros ojos: “No femenina, no, pero sí con otros ojos que pueden ser los ojos de una mujer”.

    El valor de la palabra

    Médico de profesión, escritor por vocación, Arnoldo Kraus ha hecho del lenguaje su espacio de resistencia. Para él, cada palabra es una joya que debe ser elegida con cuidado, con lápiz, con papel. “La poesía es la economía del lenguaje”, recuerda. “Me concierne como médico porque escucho. Escucho los dolores que me narran los pacientes y esas palabras tienen un peso enorme”.

    Hay una nostalgia en su relación con el lápiz. “Tengo cajitas llenas de pequeños lápices, de un centímetro o dos, lápices acabados. Es un gozo extraño, acabar un lápiz”, cuenta con ternura. En un mundo dominado por el delete, Kraus defiende el vínculo humano que se establece con el papel y el trazo. “Borrar con goma no es lo mismo que borrar con una tecla. Es más humano”.

    Hijo de trasterrados, Kraus tiene una relación vital con la memoria. “Mamé eso en casa. La memoria construye personas”, afirma. Por eso propone lo que parece una provocación, pero es una necesidad: que en las escuelas exista una materia llamada memoria, desde primaria. “También deberían existir materias como refugiadosindocumentadosapátridas. Que los jóvenes aprendan lo que no se enseña: la empatía, la sensibilidad, el dolor ajeno”.

    Al hablar de la niñez, surge una alegría melancólica. “Yo jugué en la calle, fui muy feliz ahí. Jugaba con el hijo del plomero, con el del peluquero. Mis padres no tenían miedo. Ahora todo eso se ha perdido”, lamenta. La “aparatización” —término que toma prestado de un filósofo alemán— ha sustituido el contacto real entre los niños. “Los chicos de ahora son como otros humanos, mamaron otras experiencias. Hay un desinterés por la empatía, por mirar al otro”.

    El desencanto político es otro eje de la conversación. “No sé si detesto más a los políticos o a los ultrareligiosos”, confiesa. “Dijiste que eras de izquierda. Yo también lo fui. Pero ya no sé qué es eso. Empatía o no empatía: esa debería ser la verdadera división política”. Señala con rabia la indiferencia de los gobiernos frente a la tragedia de las madres buscadoras: “¿Cómo puede ser que los gobiernos no se fijen en eso? Es tremendo”.

    Como testigo privilegiado del dolor ajeno —en su consultorio, en sus libros—, Kraus se pregunta constantemente: “¿Qué hay de bueno en México, en el mundo?” La respuesta, aunque difícil, aparece a veces. “Cuando un enfermo sale adelante, cuando alguien te ofrece una visión distinta, el desasosiego se llena de esperanza”.

    A los jóvenes les habla con firmeza y humildad: “Hay que salir del aula. Hay que sembrar incertidumbres, hacerse preguntas, vivir rodeados de dudas. La incertidumbre es un bien maravilloso. Te obliga a moverte”.

    La vida un repaso no es un cierre, es un umbral. Cada página deja un eco. Cada palabra está puesta con intención. Y si hay una figura que condensa todo lo dicho es el etcétera. “Es un universo divino”, dice Kraus. “Invita a pensar que dijiste siete cosas, pero faltan muchas. No me gusta ser concluyente. No puedo. El etcétera queda abierto para que lo completemos con la vida”.

    Arnoldo Kraus no escribe desde la certeza, sino desde el asombro, desde la escucha, desde la necesidad de comprender. Su libro es, en efecto, un refugio. Y en estos tiempos de ruido y furia, ese refugio se agradece.

    6 de agosto de 2025, 13:01

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