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12/14/2025
Crónica colectiva del Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, en Chiapas

Crónica colectiva del Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, en Chiapas

Que lleguemos más grandes en nuestros corazones, en nuestros pensamientos y en nuestras luchas

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    Por: Mora Vinokur y Luciana Kirjner,

    integrantes de la colectiva MAGMA Feminista(*)

    Con esta premisa, las mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) convocaron al Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, llevado a cabo entre el 26 y 29 de diciembre de 2019 en el semillero "Huellas del caminar de la Comandanta Ramona", perteneciente al Caracol Morelia, en Chiapas. Esta convocatoria urge ante la proliferación de denuncias de femicidios en los últimos tiempos y a partir del compromiso tomado en el primer Encuentro de hacer frente a esta problemática. Como cuenta la comandanta Amada, las zapatistas invitan a que en este segundo Encuentro se pueda “rendir cuentas” de lo acontecido desde la primera experiencia, ocurrida casi dos años atrás, en marzo de 2018, en la que nos reunió la lucha por los derechos de ser mujeres en este mundo machista, opresor y desigual.

    “¿Cómo te organizaste? ¿Qué hiciste? ¿Qué pasó? Porque dicen que hay avances en las luchas feministas, pero nos siguen asesinando”. Este año el número de violentadas y asesinadas en el mundo no ha parado, por eso la convocatoria a este Encuentro tiene un solo tema, que es la violencia a las mujeres. Es esta situación de vulnerabilidad, de miedo, dolor y rabia, lo que nos une a tan diversas identidades que concurrimos y compartimos el compromiso de luchar, con distintos pensamientos, experiencias y estrategias. En su libro recientemente publicado, Malena Nijensohn sugiere que “la lucha conjunta no surge de una identidad común, sino de la comprensión de que la precari/e/dad es compartida”. Se trata de reconocer la distribución desigual de la vulnerabilidad como condición desde la cual se lucha y desde la cual se producen las alianzas que unen a los cuerpos en las mismas. Esto mismo motiva a las mujeres zapatistas que convocan a participar a mujeres de distintas geografías, edades, colores y cuerpxs. Su llamado, entendemos, refiere a su propia experiencia de reconocerse en la vulnerabilidad como sujetxs mujeres.

    Foto: Mailén Fox.
    Foto: Mailén Fox.

    El 26 de diciembre por la tarde llegamos al caracol Morelia, donde nos esperaban las mujeres zapatistas, con un cartel gigante que enunciaba la bienvenida a las mujeres que luchan. Cada una de nosotras se registró con un código único de ingreso y recibió una credencial para colgar con nuestro nombre, país y colectivo de pertenencia, si lo teníamos. Hasta ese día ya había registradas 3,259 mujeres de 49 países, muchas de ellas acompañadas por sus hijxs. A partir del ingreso y durante el transcurso del Encuentro, no se permitía la presencia de hombres. Por este motivo, las zapatistas tomaron la experiencia y las dificultades del primer Encuentro proponiéndose hacer todo lo necesario exclusivamente entre mujeres: aprendieron a manejar, para poder ser ellas quienes nos condujeran hasta la entrada del predio donde se desarrollaría el encuentro; el oficio de electricistas para controlar todo lo que estuviera pasando y también incorporaron herramientas de comunicación y grabación, enseñándose y aprendiendo colectivamente.

    Mujeres de todo el mundo, solas o acompañadas de algunas compañeras, se autoorganizaron para viajar e instalarse en este campamento feminista. Nosotras formamos parte de un grupo de ocho vans organizadas por viajeras de distintos países y mexicanas que salían desde San Cristóbal de las Casas, un pueblo bastante turístico del estado de Chiapas, a tres horas del caracol. Ya en el viaje sentimos esa euforia, autoorganización y mutuo cuidado, que atravesaría luego a todo el Encuentro. Entre mates y galletitas, nos contamos nuestras historias y lo que nos convocaba a participar de tan ansiada experiencia.

    En la llegada, ya a oscuras, comenzamos a armar nuestras carpas, ayudándonos y compartiendo lugar a quienes no tenían dónde dormir. Cientos de carpas fueron instaladas por todo el predio, en el que usualmente funciona un centro de convenciones políticas. También tuvimos la posibilidad de instalarnos en unos galpones gigantes para protegernos del frío nocturno. El lugar desbordaba de historia e inspiración: las paredes recubiertas de murales, las montañas circundando y protegiendo en todas direcciones, las miles de recién llegadas compartiendo, riendo y llorando, cantando y bailando. La calidez de las mujeres zapatistas que nos recibían fue enorme, con sus pañuelos y pasamontañas recubriendo sus rostros como tantas veces habíamos visto en imágenes, pero también con sus manos dispuestas a ayudarnos, a brindarnos comida, protección y su experiencia de lucha.

    Los primeros rayos del sol anuncian el comienzo de la jornada en el Encuentro. Desde temprano hay música y las zapatistas nos esperan con ricos desayunos. A mediodía del día 27 tuvo lugar el acto inaugural. Hicimos una ronda inmensa alrededor de la explanada central, frente al templete (construcción formada por columnas y techo, que fue el principal espacio de propuestas compartidas y actividades culturales, así como el punto de referencia para Encuentro). Una vez ubicadas las asistentes, ingresaron a la explanada las milicianas e insurgentas zapatistas, quienes se ubicaron al frente del templete y después del discurso inaugural ofrecieron un saludo performativo que finalizó con la formación de un caracol humano. Todas escuchamos con atención y silencio bajo el sol rajante a la comandanta Amada, quien inició su discurso dando la bienvenida a las hermanas compañeras de México y del mundo, nombrando a cada país representado, al son de los festejos de identificación de las participantes. La comandanta reconoció nuestro esfuerzo y dificultades para llegar hasta allí, y la responsabilidad de hacer llegar la experiencia del Encuentro a todas aquellas que no han podido asistir pero están allí con el corazón. En el llamado a que no nos dividan las geografías, pensamientos y formas de luchas también convocó a que no nos dividan los calendarios: que las jóvenes cuidemos a las mujeres de juicio que a lo largo de su vida no se han vendido ni rendido al sistema patriarcal, y que éstas a su vez respeten a las jóvenes en sus luchas. Aquí proclamó que las diferencias no son una debilidad sino una fuerza poderosa para unirnos en la lucha. “Tú lo sabes bien, hermana, compañera, estamos en guerra, una lucha constante contra la violencia, y lo mejor para enfrentar esto es estar organizadas”. Amada destacó que no hubo ninguna mujer zapatista asesinada o desaparecida este año, en un país en el que se estiman entre nueve y diez femicidios por día y la violencia no para de crecer.

    El objetivo del Encuentro es dar un aliento de lucha para las mujeres violentadas; “un grito de rabia y también de aliento y abrazo que les haga saber que no están solas”. Así, la comandanta propuso la articulación en torno a la violencia hacia las mujeres como tema central del Encuentro, organizado a lo largo de tres ejes en tres días: el primer día gritamos de dolor y coraje, será un día dedicado a denunciar la violencia que sufrimos, a través de un micrófono abierto. El segundo día compartimos experiencias de lucha, ideas y trabajos, para que se acabe esta pesadilla. El último día gritamos de alegría y fuerza, con el arte, la cultura y la fiesta como medios. Estos ejes propuestos no se dieron de forma tan secuencial y organizada, sino que estuvieron presentes, entrelazados a lo largo de todo el Encuentro.

    Al finalizar el acto inaugural se abrió el micrófono en el templete, desde el que cientos de mujeres relataron sus desgarradoras historias de violencia, contenidas por la escucha de las compañeras, y el canto de “No estás sola”. A diferencia del Encuentro anterior, no hubo actividades programadas anticipadamente, sino que lo que las zapatistas buscaban fue la autoorganización de las participantes. Así, nos encontramos recorriendo el campamento, y topándonos constantemente con rondas pequeñas y gigantes, compañeras que vendían sus artesanías, círculos de canciones. Había talleres autoorganizados y espontáneos: yoga, autodefensa, sanación, masajes, conversaciones sobre formas de violencia, cultura canábica, experiencias de lucha (incluso llegamos a escuchar la experiencia de una integrante del Ejército de Mujeres Kurdas). También llamados a la reunión de mujeres por afinidad y para formar red: mujeres viajeras, comunicadoras, maestras, así como por nacionalidad.

    En estas rondas de mujeres de distintas procedencias se relataban historias en las que todas empatizábamos con las vivencias compartidas, tanto en las situaciones de violencia y desigualdad machista, como en las formas de organización y lucha: una directora de arte chilena, con el dilema de tener que ajustarse a los patrones estéticos hegemónicos y comerciales, una trabajadora de una empresa multinacional en Ciudad de México, asediada por su jefe machirulo y discriminada en su salario frente a sus pares varones, una estadounidense perteneciente a una organización que lucha por los derechos de lxs migrantes indocumentadxs, una joven de diecinueve años mexicana, ansiosa por hallar en este Encuentro pares y herramientas para defenderse de vínculos opresivos. En esta larga conversación reafirmamos esa frase que también resuena en los encuentros organizados de Argentina: volvemos de estos encuentros y ya no somos las mismas.

    Al atardecer se inauguró en el micrófono un espacio para cantos de todo el mundo y otras expresiones artísticas en el templete. Una artista recitó el poema viralizado como “Negra soy”, varias compartieron sus canciones y temas conocidos por todas. También estuvo presente la artista chilena Mon Laferte, conocida por su compromiso en la lucha feminista y en contra de la violencia ejercida por las fuerzas represivas chilenas en este último tiempo, quien cantó unos temas sumándose a los cantos colectivos y compartiendo el micrófono con otras compañeras. Esta noche, como la siguiente, se inundó de alegría, risa y fiesta, compartida de distintas maneras por las participantes organizadas en todos los rincones del campamento. Participamos de una clase de twerk, donde cientos de pibas se mataban de risa intentando seguir los pasos. Unos metros más allá nos encontramos con un círculo de canto a la luna, que incorporaba mantras y malabares con fuego. Seguimos caminando y nos topamos con una ronda de compañeras brasileras cantando y bailando canciones de protesta propias de su país, en defensa de los derechos de las mujeres negras. Esta euforia y energía nos hacía olvidarnos del frío y el cansancio acumulado por la largas jornadas. Para coronar días intensos, nos juntábamos con compañeras a tomar un chocolate caliente y decantar la sensaciones para poder finalmente irnos a dormir.

    En todos estos días, las mujeres zapatistas se pusieron al hombro la organización. Su hospitalidad despertaba en todas las asistentes ese compromiso por el cuidado del espacio y de las otras que prima en el movimiento feminista. Esto llevaba a que nos apropiáramos de la responsabilidad, mantener limpio el predio, ayudarnos y organizarnos entre todas a un nivel que nunca antes habíamos visto en un evento tan masivo. Una regla central del Encuentro, que la mayoría de nosotras cumplimos con respeto, era la prohibición del consumo de alcohol y drogas, sustancias que la comunidad zapatista decidió suprimir de sus vidas como forma de combatir las violencias machistas en su organización. Nos llamó la atención que las mujeres zapatistas estuvieran pendientes y presentes en todos los espacios, pero no dejaban su lugar de organizadoras para participar de los talleres ni del micrófono abierto. Esto nos motivó a acercarnos a conversar con algunas de ellas, para entender mejor sus objetivos o cómo veían su participación, así como la experiencia de formar parte del EZLN. Esta tarea se nos dificultó pero finalmente pudimos conversar con Carolina, una joven proveniente del caracol “La Garrucha”, a tres horas de donde nos encontrábamos.

    Ella nos contó que para planear el Encuentro tuvieron reuniones periódicas con representantes de los cinco caracoles activos actualmente, en las que se discutió cómo llevarlo adelante, de dónde salía el dinero y los recursos, entre otros temas. Así, el Encuentro contó con cien organizadoras, veinte por cada caracol, encargadas de discutir propuestas y luego llevarlas a sus bases. Carolina destacó que muchas compañeras no pudieron llegar a este Encuentro, debido a la gran cantidad de actividades abiertas a la comunidad que se estuvieron desarrollando en el último tiempo. Nos contó que desde la organización, sienten el deber de comunicar a otras comunidades su visión sobre lo que está pasando en México y el resto del mundo y conversar sobre las injusticias que muchas veces esas comunidades no perciben como tales. En los territorios cercanos, hay gente que es afín al movimiento y participa activamente de sus propuestas, por ejemplo Yaneli y Virginia, unas bordadoras de Altamirano que nos contaron que formaban parte del colectivo Mujeres del Maíz en Resistencia, organizado por el caracol. Otras comunidades vecinas no simpatizan con el EZLN, echándole la culpa de la mayor militarización que hay en la zona desde su establecimiento. Carolina destacó, para terminar, su felicidad por la presencia de muchas mujeres de todo el mundo, y el objetivo y compromiso de lograr a partir de este Encuentro que circule otra visión sobre la organización zapatista, que además nos permita replicar esas experiencias de lucha en nuestros lugares. Carolina tiene veinticinco años, nació prácticamente a la vez que el EZLN y creció con su desarrollo y aprendizajes; conoció a la Comandanta Ramona, una de las primeras referencias por los derechos de las mujeres dentro de la organización, y se inspiró en sus enseñanzas como mujer luchadora. Terminamos la charla conmovidas por la cercanía en edad y las diferencias en lo vivido, pero al mismo tiempo riéndonos de sensaciones, preocupaciones y esperanzas compartidas.

    Siguiendo la invitación para ese segundo día, la tarde estuvo llena de espacios donde compartir experiencias y propuestas. Algunas de la que escuchamos fueron: la elaboración de protocolos de seguridad, distintos trabajos de autodefensa, espacios de trueque, red de profesionales en distintas áreas, la utilización de medios electrónicos para la denuncia y para formar redes, articulación y uso de medios alternativos, cuestionar el amor romántico, entre otras. Nos quedamos un largo rato escuchando la presentación de un colectivo de mujeres de comunidades de Chiapas, de habla tzeltal, que compartieron unos mantos bordados que utilizaban como medios de comunicación para expresar su preocupación por la violencia machista y capitalista. Estas mujeres hicieron hincapié en la relación entre las mujeres y la tenencia de las tierras. Alrededor de esta experiencia nos encontramos atentas, reconociendo esta problemática común que afecta a comunidades en todo el territorio latinoamericano, en el cual abundan los recursos pero sujetos en pocas manos, de varones y generalmente capitales extranjeros o multinacionales. De boca de estas mujeres escuchamos una vez más cómo a las comunidades se las expropia de sus tierras y se las obliga a tener otros trabajos muy precarizados y por poco dinero. Ellas proponían la necesidad de fortalecer la propiedad social frente a la privatización de las tierras, para lo cual es necesario participar en los espacios de toma de decisión de los que se encuentran excluidas a pesar de ser quienes están al frente de la lucha.

    En este eje se condensó una preocupación que atravesaron muchas discusiones en el Encuentro, acerca de si las estrategias de defensa de derechos y de resistencia tienen que articularse con el Estado o transcurrir por fuera y en contra de éste. Creemos que también en este punto resulta difícil plantear conclusiones transversales a todas las experiencias y países, de acuerdo a sus historias diversas, los recursos con los que se cuenta, las alianzas que puedan o no ser posibles, la ubicación geopolítica, siempre teniendo en cuenta la presión e intereses de los poderes económicos y políticos nacionales e internacionales.

    Llegó nuestro último día. La mañana del 29 nos encontró participando de una performance que daba inicio al programa artístico de la jornada. La performance evocaba los puntos principales del Encuentro: el dolor, la rabia y la alegría de encontrarnos. Más de cien mujeres formamos un caracol humano en el que lloramos y nos abrazamos, y después saltamos y bailamos, descargando la bronca por la opresión al grito de himnos feministas que ya dieron la vuelta al mundo: “ni una menos, vivas nos queremos”, “nos tienen miedo porque no tenemos miedo”, “la lucha feminista por América Latina”, “nunca pero nunca me abandones en la lucha”. En ese espacio performativo, nuestros cuerpos se hicieron eco de la invitación de las mujeres zapatistas a unirnos, compartir, organizarnos, y de la fuerza que emanan el caracol mismo y tantos cuerpos que buscan aprender y entrelazar sus luchas. Si bien la invitación a articular es a las mujeres que luchan en el mundo, consideramos que la situación de vulnerabilidad no se limita a ellas, sino que es compartida por lesbianas, bisexuales, travestis, trans, no binaries, entre otrxs. Las zapatistas piden respeto a los distintos pensamientos y modos de luchar, a las experiencias que otrxs sujetxs sintieron frente a la violencia machista. Es desde su impulso a tomar la diferencia como potencia que creemos que una articulación de demandas más diversas se podrá lograr, permitiendo que más sectores se sientan convocadxs a participar en el futuro.

    Nos llevamos la potencia de que las diferencias aunadas por la vulnerabilidad compartida nos ayuden a multiplicar las luchas y resistencias, y como dicen las zapatistas, que la lucha no tiene descanso, y que en todo el mundo sabemos que están, y que nos acompañamos, compañerxs luchando por construir “un mundo en el que quepan muchos mundos”.

    (*) Mora Vinokur y Luciana Kirjner son sociólogas y les encanta escribir juntas. Formamos parte de MAGMA, una colectiva con perspectiva feminista que cruza expresiones artísticas, culturales y política, en Espacio Simona, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Instagram: @magmafeminista

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    4 de enero de 2020, 04:35

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