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Día de las víctimas de desaparición, una fecha que marca a Guanajuato
Colectivos guanajuatenses conmemoran el 30 de agosto con la digna rabia que trae la memoria de sus personas desaparecidas y remarcan la responsabilidad del Estado por la creación de un día funesto
Con información de Edith Domínguez y Yajaira Gasca
El 30 de agosto no es más un día ordinario en Guanajuato. No lo es desde que la ola de desapariciones en la entidad fue, a partir del 2018, cada día más evidente tras la persistencia de las familias de las víctimas, que no han permanecido calladas ante el horror.
Año tras año, los rostros de las vidas arrebatadas son más visibles en los carteles que cubren los postes y en las fichas que circulan en casi todas las redes sociales, en las notas periodísticas que documentan estos delitos con nombre y apellido, y en las muchas otras que describen la crueldad que aguarda en las fosas clandestinas halladas hasta el día de hoy.
Las víctimas indirectas hacen saber que poco de esto es gracias a la colaboración de las autoridades, y la inacción del Estado se convierte en consigna para tomar las calles en el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada, conmemorado cada 30 de agosto.
Este año, fueron 10 los municipios en los que los colectivos y personas buscadoras independientes realizaron diversas actividades para reivindicar la exigencia de la localización de sus familiares, así como la condena para los perpetradores de las desapariciones.
Acámbaro, Apaseo el Grande, Celaya, Guanajuato, Irapuato, Juventino Rosas, León, Pénjamo, Salamanca y San Francisco del Rincón fueron los municipios sede de las movilizaciones en las calles o ceremonias religiosas que apuestan por la memoria y colectivización del dolor.
Apenas el 30 de agosto de 2021 en León surgió el segundo colectivo de búsqueda llamado Madres Guerreras; en Guanajuato capital el fenómeno no se había convertido en una urgencia y hoy los casos de desaparición locales tapizaron el muro laminado que protege al Teatro Juárez.

“Es un día de la memoria, pero para avanzar desde el presente para el futuro, para que no se herede esta situación de casi 3 mil 500 personas desaparecidas en Guanajuato, más de 100 mil en México a la generación futura, porque a esta ya nos tocó”, sostuvo el académico Fabrizio Lorusso, quien se ha dedicado en los últimos años a documentar el fenómeno en la entidad y brindar acompañamiento a las víctimas indirectas de este delito. Este año, Lorusso acompañó a los colectivos Buscadoras y Buscando con el Corazón en su marcha en la ciudad zapatera.
También en León, este 30 de agosto, se cumplieron cinco años de la desaparición de Lucio Uriel López Cruz. Su ficha de búsqueda recorrió las calles de la ciudad el pasado domingo durante la marcha del colectivo Madres Guerreras, desde donde su madre Martha Cecilia ha sembrado una semilla de esperanza para decenas de familias en la misma situación.
“Hoy es el lamentable día”, posteó la buscadora y activista Bibiana Mendoza en sus redes sociales para invitar a la ciudadanía a unirse en esta lucha empapada también de amor y dignidad.

Como “un día que nunca debió existir” también recordaron las buscadoras de Madres Guerreras esta fecha, pues “nadie debió ser arrebatado de su familia ni de su hogar”.
Fabrizio Lorusso recordó también que apenas en 2021 el Día de las Víctimas de Desaparición Forzada se colocó en las agendas de los colectivos locales, aunque en 2020 -año atravesado por la primera ola de Covid- los seis colectivos integrados en ese entonces sostuvieron una reunión con las autoridades del estado.
Aquel año también quedó marcado por la captura de Antonio Yépez, líder de la organización criminal autonombrada Cártel Santa Rosa de Lima, y por el hallazgo masivo de fosas clandestinas en Salvatierra, Irapuato y Acámbaro. Este año, el 30 de agosto quedará marcado por la fuerte presencia de niñas, niños y adolescentes que también buscan, que también padecen la brutalidad de las vidas que les fueron arrebatadas de casa.
A la conmemoración de este año también se sumaron las familias de San Francisco del Rincón, impulsadas por la iniciativa de la búsqueda independiente de Pablo Nuñez Ramírez, joven empresario desaparecido en octubre de 2021. La persistencia de la familia de Nuñez ha hecho eco en otros municipios de la región, silenciados por la fuerte presencia del grupos delictivos.

Autoridades con las manos manchadas de sangre
Más de 50 cuerpos ha encontrado la Brigada Independiente construida por buscadoras de los colectivos Hasta Encontrarte y Una Luz en Mi Camino. Lo único que exigen es “justicia” y que no desaparezca ningún otro guanajuatense.
Durante la conmemoración del 30 de agosto en Irapuato, las buscadoras se plantaron ante el Palacio Municipal y clausuraron de manera simbólica la sede de la Fiscalía Regional. Desde aquellos sitios emblemáticos para su lucha cuestionaron la narrativa oficial alimentada por el gobernador Diego Sinhue Rodríguez, quien ante medios de comunicación habla de un “Guanajuato seguro”.

“Nosotras vivimos otra realidad, la realidad del abandono de los tres niveles de gobierno y nos vemos solas obligadas a salir a las calles, a marchar, en casas abandonadas haciendo hoyos con peligro de que nos maten, pero usted Carlos Zamarripa nos mató antes, cuando permitió que cada uno de los que están en el suelo plasmados en una lona fuera levantado, desaparecido”, señaló la buscadora Bibiana Mendoza, integrante del colectivo Hasta Encontrarte.
Este colectivo tiene registro de al menos cuatro desapariciones y asesinatos a manos de elementos de la Guardia Nacional y el Ejército, por lo que el reclamo se extendió para el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador por la militarización del país.
“Señor Andrés Manuel López Obrador, su estrategia fallida de militarización solo está derivando en más violencia, en más personas desaparecidas, asesinadas”. Bibiana Mendoza recordó el asesinato de Ángel Yael, estudiante de agronomía de la Universidad de Guanajuato, en la comunidad del Copal.
Marcela Villalobos, presidenta de Amnistía Internacional México, exhortó a las autoridades a reconocer la problemática, a la no repetición y reparación del daño a las víctimas y a buscar a los desaparecidos porque es su derecho.
“La búsqueda de las personas desaparecidas la viven los familiares, es el derecho de las víctimas a ser encontradas. Faltan acciones de prevención, faltan acciones de memoria, de verdad, de justicia para ellas, sus familias, faltan medidas de reparación (...) Ya es demasiado el dolor de las familias como para que las autoridades no se tomen en serio su papel. Que reconozcan que existe un problema y una crisis de violencia en el estado. Basta de criminalizar a las personas, de estigmatizar a los familiares.”

Desaparecidos de la capital ya no son invisibles
Graciela Salazar recuerda que después de la desaparición de su hijo, Aarón Andrés Ahedo Gutiérrez, una funcionaria de la Fiscalía del Estado le preguntó qué pensaba de los colectivos de personas desaparecidas. Desde entonces sabe que tiene sentimientos encontrados porque cree que no deberían existir, pero también consideran que son esenciales en la localización de personas.
La buscadora fundó el colectivo Fe y Esperanza porque su hijo de 26 años de edad desapareció en febrero de este año. Conducía un taxi que fue localizado en la colonia Trojes de San Pedro, posterior a que regresó de dejar un servicio en Celaya.
Seis meses después de que su vida cambió y la transformó en una mujer buscadora, acompaña a ocho familias más que también buscan a sus seres queridos en Guanajuato capital, en donde la epidemia de desapariciones también ha dejado desesperanza y tristeza. Víctor, Nicolás,

Aarón, Melanie, Yareli, Rosa, Raúl, Salvador y Adolfo son las nueve personas buscadas por sus familias y que antes de la fundación de este colectivo parecían invisibles. Algunas de estas personas desaparecieron este año, otras tienen año y medio y el caso más antiguo tiene al menos ocho años, pues ocurrió en 2014.
“Tengo sentimientos encontrados, siento orgullo de poder hacer búsquedas y si a lo mejor no encuentro a mi hijo, puedo encontrar al esposo de ella (señala a su compañera) o darle la satisfacción a alguien, fuera lo que yo quisiera para mí; por otro lado siento que los colectivos no debería de existir porque si las fiscalías hicieran su trabajo ni siquiera tendríamos nosotros que exponer nuestras vidas”, asegura Graciela, la madre de Aarón.
Las integrantes del colectivo se reunieron en el centro de la ciudad, tras los muros de madera que fueron colocados afuera del Teatro Juárez para su remodelación. Estos mismos, sirven para exhibir la realidad de “la ciudad más segura del estado”, donde también hay personas desaparecidas, violencia y muerte.
Integrantes del colectivo Fe y Esperanza han participado apenas en dos búsquedas de campo, su fundación es reciente, pero el número de sus integrantes va creciendo. La señora Ascención Arenas apenas se une al grupo.

Es la madre de Adolfo José Fuente Arenas, quien desapareció el 4 de agosto de 2014 en la zona de Camino Minero. Tiene ocho años buscando, pese a que la Fiscalía le negó la ayuda y simplemente se olvidó de su caso.
Adolfo salió de su casa con su pareja, iba a visitar a su suegra, pero en el camino se desvió a visitar a un amigo. Llegó a la casa de esa persona y él aseguró que se fue cuando él estaba en el baño.
“Él tenía 24 años cuando desapareció, lo reportamos al Ministerio Público… lo buscamos en el hospital, en barandilla, lo buscamos por todos lados, no nada más aquí, en otros estados; fuimos a México, a él se le ha buscado por donde quiera, pero nada”, recuerda Ascensión. Adolfo hoy tendría más de 30 años.

Las víctimas del colectivo han desaparecido en barrios ubicados en el corazón de la ciudad, pero también en zonas como Santa Teresa y la presa de la Esperanza. Las integrantes del colectivo no tienen duda que hay más víctimas de desaparición en la capital, pero también saben que con frecuencia, el miedo evita que las familias denuncien al Ministerio Público. Las buscadoras de la capital han perdido la confianza en las instituciones, pero no la fe en las personas que les han tendido la mano y que con mensajes de apoyo u oraciones, se hacen presentes.
“Cuando sentimos que ya estamos en el piso, cuando surgen cosas que nos tumban, que nos derrumban, viene la gente y con oraciones y con su solidaridad, eso nos levanta como mamás, como seres humanos”, dice Graciela.
31 de agosto de 2022, 13:57
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