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12/5/2025

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El acueducto que no debe ser

La gobernadora de Guanajuato, Libia Dennise García Muñoz Ledo, se dejó convencer de apoyar un proyecto, que no puede ser visto sino como grave...

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    Por: Saúl Arellano

    La gobernadora de Guanajuato, Libia Dennise García Muñoz Ledo, se dejó convencer de apoyar un proyecto, que no puede ser visto sino como grave error, económico, ecológico y hasta ético. En efecto, la propuesta de un nuevo acueducto que llevaría agua desde la Presa Solís, ubicada en el municipio de Acámbaro, hasta el municipio de León, en Guanajuato, se presenta como una solución técnica al creciente déficit hídrico de esa ciudad y de otras localidades del corredor industrial. Sin embargo, visto desde una perspectiva económico-ambiental, se trata de un error estratégico que reproduce el paradigma extractivista y centralista en la gestión del agua, y que amenaza con profundizar el deterioro ecológico de la cuenca del Lerma.

    El proyecto, de acuerdo con información oficial, prevé un caudal de más de 3.8 m³/s, con una longitud aproximada de 200 kilómetros. Las autoridades lo promueven como una obra de “eficiencia hídrica”. Sin embargo, esa lógica parte de una visión mecanicista del agua, que la reduce a un mero “bien transportable” y no a un elemento vital e interdependiente con el territorio, los suelos y las comunidades.

    El riesgo es mayúsculo: disminuir el caudal de la cuenca baja del Lerma comprometería los procesos de recarga de acuíferos y agravaría la vulnerabilidad agrícola de la región. Las comunidades rurales la región manifiestan, con razón,su temor de quedarse sin agua. La región misma ofrece un ejemplo contundente: la Laguna de Yuriria, declarada sitio Ramsar por su valor ecológico, hoy es un cuerpo de agua contaminado y eutrofizado por la falta de gestión integral. Si no se ha podido conservar ese humedal, ¿qué garantías hay de que ese acueducto será operado sin devastar los ecosistemas de origen?

    Más que construir tuberías, el desafío es restaurar el ciclo natural del aguamediante un programa estatal de recuperación de humedales y construcción de nuevos reservorios naturales que capten el agua de lluvia y fortalezcan la recarga del acuífero. Complementariamente, la reforestación de las sierras que rodean la cuenca permitiría recuperar su antigua vocación boscosa y mejorar la infiltración, el control de erosión y la captura de carbono. Estas acciones, además de ser más baratas en el corto y largo plazo, generan una multiplicidad de beneficios: restauran la biodiversidad, regulan el clima local, garantizan agua limpia y fortalecen los derechos humanos a un ambiente sano y al acceso equitativo al agua.

    Cada peso invertido en restaurar un humedal o reforestar una cuenca produce un retorno ambiental y económico mucho mayor que el de una infraestructura de trasvase. Los humedales, los acuíferos y los bosques son fábricas naturales de agua, verdaderas infraestructuras vivas que no requieren mantenimiento industrial, sino cuidado colectivo. Apostar por ellos implica transitar de la lógica del dominio y la extracción a una ética de la regeneración. México necesita dejar de trasladar su crisis hídrica y comenzar a sanar sus territorios; y en esa tarea, el agua no debe verse como un recurso que se reparte, sino como una relación vital que se cuida.


    Esta columna fue publicada originalmente aquí

    29 de octubre de 2025, 23:32

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