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El caso Alice Munro, otra vez contra las cuerdas de la literatura
Más allá de que no obligaremos a nadie a leer nada y que en ese sentido cada uno se hace cargo de sus libros, nos detendremos en esta declaración para decir: si fuera por la cantidad de gente que tiene reveses en su vida, es probable que no leyéramos a nadie.
El caso Alice Munro, que recientemente se ha difundido periodísticamente, a todos nos ha dejado alelados. Es duro saber que a una escritora que se la admira tanto, ha tenido tan mala actitud con la hija, dejándonos un mal sabor de boca a la hora de juzgarla moralmente.
También es cierto que las redes sociales y la “información” de primera mano nos obliga a ponernos en algún sitio donde se dirime la “moralidad” del escritor. Pasa lo mismo en otras artes, donde el actor, donde el deportista y otras celebridades tienen huellas que los persiguen y al mismo tiempo nos atacan para que digamos: “Es malo, cancelémoslo”.
Hay una chica que se llama nenamounstro, que es una booktuber y que dice: “¿Por qué quieren separar a la obra del autor? No, yo no necesito volver a leer a Gaiman o a Munro habiendo miles de autores con miles de libros por leer y descubrir. Si a ellos no les importó abusar de una persona, ¿por qué a nosotros nos debería de importar conservar su legado?”.
Más allá de que no obligaremos a nadie a leer nada y que en ese sentido cada uno se hace cargo de sus libros, nos detendremos en esta declaración para decir: si fuera por la cantidad de gente que tiene reveses en su vida, es probable que no leyéramos a nadie. Además, esta nueva generación que se convierte en jueces del pasado, nos lleva a necesitar de una autorización oficial para leer a determinados autores.
Lejos de lo que se considera “cancelación”, esta posibilidad de convertirnos en árbitros de los escritores –además cuando ellos están muertos y no pueden defenderse-, no deja de ser otro modo de censura.
“Hay como una corriente mundial alrededor de esto. Dentro de unos 30 o 40 años ya van a estar los que vengan a reparar todo el daño que se le ha hecho al arte, todas estas reescrituras, censuras, explicaciones al lado de los cuadros, el adoctrinamiento, ni siquiera lo vi dentro del régimen soviético”, dijo Ariana Harwicz al programa Los siete locos.
El otro día, una muy amiga mía me llamó para cuestionarme la entrevista a un autor que había sacado un libro de ensayos, diciéndome que estaba cancelado porque durante el “me too” mexicano se había mostrado misógino. Por supuesto, yo no sabía nada y pensé: ¿Habrá una tabla de la gente cancelada para escribir de acuerdo a esa posición? ¿Cómo tengo que someter a quienes entrevisto que me den su puesto en la lista de personas que son simpáticas o no a determinada gente, para decidir si le hago o no la nota?
“Uno de los casos más conocidos es el del youtuber enfocado en maquillaje James Charles, quien perdió más de 3 millones de seguidores en cuestión de días después de ser etiquetado como depredador sexual por otros creadores, sin pruebas al respecto, en un drama con su mentora Tati Westbrook, también youtuber y emprendedora de vitaminas. Otro caso famoso es el de la autora de Harry Potter, J.K Rowlings, quien fue cancelada por hacer comentarios transfóbicos en Twitter”, cuenta Paulette Delgado en una nota del sitio EduNews.
Mientras tanto, en Público de hoy, cuentan que “El autor de Alice Munro: Writing Her Lives (Alice Munro: Escribiendo sus vidas), Robert Thacker, ha admitido este lunes al periódico canadiense The Globe Mail que conocía los abusos sexuales perpetrados por la expareja de la ganadora de un Nobel, Alice Munro, a una de las hijas de la escritora, Andrea Robin Skinner. Robert Thacker reconoce que entendió los abusos como “un asunto privado” un “desacuerdo familiar”
El biógrafo reconoce que Skinner le contó en 2005 que su padrastro, Gerald Fremlin, había abusado de ella cuando tenía nueve años –hechos que Skinner relató el domingo en el periódico Toronto Star–. Unos abusos que con esta revelación conocían ya tres personas, la propia Munro, su padre Jim Munro y el propio Thacker. Nadie hizo nada. En 2005, Fremlin fue condenado a dos años de cárcel y a evitar el contacto con menores de 14 años en ese periodo por la demanda de su hijastra. A pesar de la sentencia, Munro siguió con él hasta que murió en 2013”.
El caso es terrible y ha tenido a la ganadora del Nobel en 2013, fallecida a los 93 años, como protagonista. ¿Nos hubiera gustado que defendiera a la hija y denunciara a Gerald Fremlin? Obvio que sí. Como nos hubiera gustado que Paul Auster no dejara a su fallecido hijo Daniel en el ostracismo y mucho nos hubiera gustado que William S.Burroughs no matara a su mujer Joan Vollmer y que Philip Roth no tuviera un biógrafo acusado de acoso sexual y violación. “No es solo un revés editorial, ni la deshonra pública del biógrafo, que ha negado categóricamente unas acusaciones en la onda del movimiento MeToo. A la luz de las denuncias contra Bailey, su manera de relatar las escabrosas aventuras sexuales y la conocida misoginia de Roth —aspectos que vertebran el libro— cobran otro sentido, entreverado de sospechas de connivencia o al menos complacencia ante las vivencias del novelista. Era una persona hacia la cual resultaba difícil no sentir ternura, confiesa Bailey en los agradecimientos”, cuenta María Antonia Sánchez Vallejo en El País.
En esta lista casi todos los escritores ingresan. Desde el narcisismo galopante, que se evidencia cuando uno vendió más de 1000 libros, la soberbia para decir, “no dejaremos pasar esto, Alice Munro es una mierda” y los casos de abuso sobre otras personas que dejan un mal camino por la vida.
15 de julio de 2024, 17:15
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