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El país de la bebida oscura
"Cuánto nos gustaría que esta historia fuera así, narrada como algo ocurrido en el pasado, qué bien le haría al país, dejar de ser el país de la bebida oscura, qué bien le haría a la salud de la población, qué bien le haría no sólo a la salud, al medio ambiente con mucho menos basura plástica en todo su territorio y, claro, menos agua acaparada".
Desde niños consumían el azúcar en grandes cantidades disuelta en esa bebida oscura; se servía esta bebida en las fiestas infantiles; botellas de varios litros acompañaban las comidas familiares; las navidades se disfrutaban con caravanas que circulaban por las calles principales, patrocinadas por la empresa de la bebida oscura; Santa Claus la bebía frente a los niños que admiraban ese personaje que les llevaría mágicamente un regalo en unos cuantos días. La navidad y su alegría, el festejo, la reunión familiar, no podía separarse de la marca, del logo, de la botella de la bebida oscura. La abuela, el tío y el primo tenían ya diabetes, pero no la relacionaban con la bebida oscura que todos consumían; esta era parte de la felicidad, de las celebraciones.
En ese país, cada año, más de 230 mil personas enfermaban de diabetes y también de enfermedades cardiovasculares por el consumo de la bebida oscura y por otras que la emulaban, pero principalmente por la bebida oscura. Y más de 40 mil morían por esta causa cada año.
Los tráileres pintados de rojo transportaban la bebida por las carreteras de ese país; eran los vehículos más vistos circulando por ellas; era ya el país de los camiones rojos que llevaban la bebida oscura a todos sus rincones. Incluso, en muchas comunidades no había agua, pero sí la bebida oscura que se anunciaba en toldos de las tienditas, en los refrigeradores con el logo eternamente prendido con la electricidad subsidiada en las poblaciones más pobres. Se vendía como una droga, como la chispa de la vida.
Millones de personas ya eran adictas a la bebida oscura; la diabetes se había normalizado como el consumo de la bebida oscura; uno de cada seis adultos sufría diabetes, una pandemia. En el pasado, un Presidente de ese país había sido directivo de la empresa de la bebida oscura; otro expresidente se había incorporado a su consejo asesor, así como varios secretarios de salud colaboraron con la empresa. La bebida oscura, principal causa de la diabetes, invadía de publicidad con su logo el deporte más practicado y seguido en ese país. La empresa invertía gran parte de sus ganancias en campañas publicitarias para asociar su consumo con el amor, con el empoderamiento de las mujeres, con la familia, con el cuidado ambiental, con la juventud, con la belleza. El relator de Naciones Unidas por el derecho a la alimentación visitó el país y en su reporte mencionó que el país estaba colonizado por la bebida oscura.
El relator había viajado por el mundo constatando los entornos alimentarios y nunca había visto la penetración de esa empresa en ningún otro lugar del mundo: el producto en cada rincón del territorio de ese país, anuncios en las lenguas indígenas, bodegas enormes con cajas apiladas de la bebida, su logo, su publicidad en grandes anuncios, en bardas, en casi todos los comercios, las pequeñas tiendas, en toldos, mesas, sillas; una publicidad multimillonaria. Y la corporación reducía del pago de sus impuestos las enormes inversiones en publicidad; incluso, la miseria que pagaba por el agua que acaparaba en muchas regiones, también lo descontaba del pago de sus impuestos.
Esta corporación tenía una gran hermana, otra corporación, que era la principal embotelladora de sus bebidas en el país y en el mundo. Esa corporación, embotelladora de la bebida oscura, que tenía otros muchos negocios, había dirigido las principales asociaciones empresariales del país, logrando su alianza para evitar cualquier política que pudiera afectar sus ganancias. Juntas, la corporación de la bebida oscura y la embotelladora, habían logrado cooptar legisladores, partidos políticos, funcionarios, instituciones académicas, “opinadores”, medios de comunicación; el dinero lo podía todo.
En ese país, la corporación de la bebida oscura se infiltraba como la humedad; hacía acuerdos con los municipios, los estados, las secretarías, con las instituciones académicas y sus fundaciones. Patrocinaba asociaciones que aparecían como independientes para infiltrarse en todos los organismos, para realizar declaraciones defendiendo sus intereses, diciendo que la empresa de la bebida oscura no era responsable de los daños a la salud, que la obesidad, la diabetes, era responsabilidad de las personas, de que no hacían actividad física, que su bebida oscura era parte de una vida saludable. Sus intereses eran bien defendidos en campañas anónimas en las redes sociales, campañas con ejércitos de bots y trolls para atacar a quienes proponían y exigían aplicar las políticas para reducir su consumo.
Ya no había organismo internacional que les defendiera, las organizaciones de Naciones Unidas recomendaban al país de la bebida oscura, ponerle altos impuestos, prohibir su publicidad a los menores, sacarla de las escuelas, ponerle etiquetados de advertencia sobre sus daños. Lo organismos internacionales de finanzas también recomendaban lo mismo, le decían al gobierno del país de la bebida oscura, que nunca tendría el dinero para mantener su sistema de salud para enfrentar los daños que el consumo de la bebida oscura le estaba provocando.
A pesar de todo, la empresa de la bebida oscura seguía haciendo acuerdos, con la Secretaría de Relaciones Exteriores, para que en las escuelas en el extranjero que llevaran el nombre del país, pudiera entrar la marca de la bebida oscura. Hacía acuerdos también con la Secretaría de Turismo y trataban de hacer lo mismo con Educación y Salud. Un directivo de la empresa de la bebida oscura firmaba los acuerdos con los funcionarios públicos, había trabajado anteriormente en el gobierno, justamente en el sector salud y desde ahí brindó sus servicios a esa empresa. Sus servicios fueron clave para poner un etiquetado a las bebidas oscuras que decía que su contenido de azúcar era parte de un requerimiento diario nutricional. Un etiquetado que engañó por seis años a la población del país de la bebida oscura. Habían logrado que ese etiquetado, diseñado por la industria, se instalará en ese país, el único país en el mundo donde eso ocurrió. Sus servicios en el gobierno le fueron bien remunerados, posteriormente, con un buen cargo en la empresa de la bebida oscura.
Cuánto nos gustaría que esta historia fuera así, narrada como algo ocurrido en el pasado, qué bien le haría al país, dejar de ser el país de la bebida oscura, qué bien le haría a la salud de la población, qué bien le haría no sólo a la salud, al medio ambiente con mucho menos basura plástica en todo su territorio y, claro, menos agua acaparada.
Sin embargo, esta historia es del presente, cada hecho ha ocurrido, este es nuestro México CocaColonizado, el país de la bebida oscura.
5 de noviembre de 2025, 23:21
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