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12/14/2025
 Luis Felipe Pérez

Examen a la poesía escrita desde Guanajuato: El gesto irónico necesario

El nombre Montserrath Campos Sánchez, poeta de Celaya, ha aparecido recientemente en las listas de los Premios de Literatura del Instituto cultural de León, para entregarse en la Feria Nacional de Libro de la entidad en mayo de 2025.

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    El nombre Montserrath Campos Sánchez, poeta de Celaya, ha aparecido recientemente en las listas de los Premios de Literatura del Instituto cultural de León, para entregarse en la Feria Nacional de Libro de la entidad en mayo de 2025. El compendio de poemas que se incluyen en la antología de los Premios se titula El [des] amor también es una bala

    Otra lista en la que aparece Montserrath Campos Sánchez -recientemente- es en la de los dictámenes del Premio Dolores Castro 2024 que promueve y otorga -cada vez con más prestigio- el Instituto Municipal Aguascalentense de Cultura. Se trata de una mención honorífica que sabe a accésit del certamen. Reconoce la escritura de mujeres; el accésit se entendía -en otro tiempo- como el fruto de una decisión salomónica que se inclinó, en este caso, por Victoria Equihua. Campos Sánchez escolta -con una honorabilísima mención honorífica- con Sísifo nunca supo qué era esa roca a otra estupenda poeta de Capula, Michoacán, autora de Lengua de fuego, una meditación frente al 20 de febrero, el día que -aseguran- emergió de la tierra el Paricutín. Ambos libros están en una edición del IMAC, de reciente aparición.

    Además de Sísifo nunca supo qué era esa roca y El [des] amor también es es una bala, existe un poemario de 2019 titulado Dos infancias. Se publicó en el Formato Portátil de Ediciones la Rana, la editorial del estado de Guanajuato, sello en el que ha aparecido, además, Aquí nadie habla solo, de 2022, conjunto de relatos breves que la incluye en la colección Autores de Guanajuato, un catálogo ideado con la pretensión de reconocer el prestigio de quien escribe literatura subrayando la trayectoria y en el que Mauricio Vázquez González, director de La Rana en los últimos años, se ha empeñado -con solvencia- en construir un mapa literario de la escritura guanajuatense. Su debut en esta editorial se marca en 2011 con un poemario de título Duermevela y con ¿Quién es Paola Rojas?, libro en prosa de 2016, coedición entre La Rana y Editorial Ficticia. Es decir, cuando hablamos de Montserrath Campos  Sánchez hablamos de una autora con más de una década escribiendo y publicando desde Guanajuato. 

    En Dos infancias, como describe Aleqs Garrigóz, Campos Sánchez se hace cargo de la etapa infantil como una estancia trágica, en donde están las heridas fundantes -irreversibles- y en donde hay momentos decisivos. No es, sin embargo, la memoria la que prevalece ni el carácter evocador. Lo que destaca en este poemario es la vista en el espejo. La figuración de un yo lírico -en otro lado, con el paso del tiempo- que le dicta la revisión, el análisis, la resignación, las preguntas -y algunas respuestas- a la niña que habita el poemario al otro lado del espejo, parapeto de interlocutora. 

    El estado de indefensión desaparece en el monólogo dramático al que acude Campos Sánchez. Como si se tratara de las dos Fridas, la imagen en el poemario es la del diálogo. La práctica de la prosopopeya y el desdoble se vale de la tensión, el repaso y la ironía lacónica al ver los pasajes -con el tiento justo de después de una anagnórisis- y los restituye. Hay un ajuste de cuentas en donde el poemario pisa territorios con un tono que da la idea de una tormenta perfecta: cuando todo ya ha sucedido. Es, sin embargo, un tránsito. Hay una inmersión en donde el yo lírico va hacia el recuerdo y lo presenta como el umbral: 

    “Eras frágil, cómo no repetirlo si era mirar frente al espejo, si descifraba las cicatrices de tu infancia hecha poesía”. 

    Entonces, Campos Sánchez propone una puesta en escena en la que la voz reconstruye -en principio por evocación- y luego habla con esa imagen, en un monólogo que reconoce la orfandad: 

    “Su rastro de 40 años me ha seguido en cada adolescencia. Su rostro miraba los últimos hilvanes ¿En qué pensaba mi padre mientras estaba muriendo? Era un domingo de octubre, lo sé porque desde entonces mi cuerpo se ahoga en un semanario de recuerdos de hospital. Tendría que haber flotadores para el brazo de los días, un Dios salvavidas en la infancia de cada niño huérfano.” (p.15)

    Uno de los temas que explora Campos Sánchez en Dos infancias -y en sus siguientes poemarios- es la orfandad. Propone Campos Sánchez la orfandad y la meditación frente al padre muerto como piedras de toque de sus convenciones literarias. Un tema como el que aborda es propio de una lírica confesional, del reconocimiento -el reconocimiento, como es habitual, trágico-. Se inclina, en Dos infancias, por respetar e intuir los derroteros del dolor, aunque se sostiene en un tono tenso que destaca como recurso eficaz ante la tentación de entregarse al do de pecho lírico o a una ilegible deriva autocompasiva. 

    Le atribuyo este acierto a que no es el centro la muerte del padre sino un inicio. El poemario respeta, entonces, ese tránsito hasta colocarse en el lado de la adulta -del 2019- que habla con la infante y aclara cosas; esa confrontación frente al espejo en donde la indefensión ha cedido la ventaja le permite a Campos Sánchez incluir otros tópicos y ponerlos como sujetos de observación: se coloca en el centro el hijo no nato y las relaciones sentimentales: 

    “Mi hijo murió en la primavera, su cuerpo descansa en el apiario. Él que no sabrá de disfraces, que no festejará ningún cumpleaños. Mi hijo fue la alergia para un corazón que no florece; su padre es hierba en un pantano; su padre cocodrilo no llora por su muerte. Mi hijo es también el globo que se enredó en la antena de la abuela, el columpio donde juegan mis sobrinas. Es mi dolor de vientre, de mujer incinerada. A mi hijo le negaron el vuelo, se lo negué. Él no tejerá una estrella para hallarme, no será mi rostro con el que sueñe. No seré su madre. No seré su madre.” (p. 22)

    La estancia de Dos infancias es la de la superviviente. Merece la pena mencionar que también en El [des]amor también es una bala y en Sísifo nunca supo qué era esa roca aparecerán los temas del desengaño amoroso -decepción, sarcasmo y humor negro del que se queda incluidos-, la orfandad temprana y el hijo no nato. La singularidad es que hay una manifiesta evolución. Su postulado frente a la muerte del  padre, por ejemplo, es dialéctico. 

    Primero como la gran tragedia de la existencia -elegíaco, disruptivo, como un golpe fisiológico-. Hace pensar en Manrique, con sus Coplas; en Enriqueta Ochoa con el Retorno de Electra; en Vicente Quirarte con La Invencible. Y, luego, en los más recientes poemas, el hecho -esa tragedia, cicatriz, marca de agua- es visto a través del gesto irónico. No desaparece el acontecimiento -ni un ápice de lo rotundo de los hechos para una vida-, empero es útil -este gesto, este situarse- a la poeta generar la sensación de estar ante un irónico stand up en donde las tragedias se pasan por la observación y el sentido propio para convertirse en un acto de honestidad; aquella fragilidad de los poemas primeros se ha convertido en un objeto de pensamiento. Los efectos aparecen en la media sonrisa del lector y la poeta sigue en la mitad del foro, firme, con sordina, haciendo de su propia experiencia una épica: 

    “Vine, tomé los años que mi padre ya no vivirá

    y los puse como plato principal 

    Te di de beber este dolor de hija huérfana

    de mujer atravesada

    Te dije que sí

    que yo era eso que tú sueñas

    que me gustaba estar limpia los domingos

    ir a misa

    (que no bebo)

    Yo tan pura como la María que veneras

    que puedo sanar con mis manos

    los dolores de la infancia

    y tomas los peces que me has dado

    para hacerlos ofrenda 

    Porque sí

    el amor es agua

    y un movimiento trepidante que viene y va” (p.16) 

    Tanto en El [des]amor también es una bala como en Sísifo nunca supo qué era esa roca se apoderan del tono gestos irónicos, una distancia que le permite a Campos Sánchez merodear la poesía crítica -paso del tiempo, talante que cuestiona con ajustada malaleche al destino y a las situaciones- en donde el autoescarnio es útil para la comprensión y para producir efectos en el lector. 

    Hay, por su parte, un uso del coloquialismo y la poesía conversacional que resulta jocoso. El humor viene del talante crítico -una resignación que muestra-. No es una risa fácil sino irónica aquella que aparece, en secreto, cuando no debíamos reír, pero lo hacemos y el gesto de la poeta lo ha provocado: una complicidad ante los temas como el desengaño, la soledad, la confusión. 

    Es difícil no escuchar los ecos de lecturas como la de Rosario Castellanos de “Valium 10” o de Kyra Galván en “Contradicciones ideológicas a la hora de lavar un plato”. Distingo el humor negro de la habitante de la tragedia íntima que hace lírica -sin moraleja y con mucha malaleche- a la hora de acercarse al tópico que hiciera tan conocido a Garcilaso o a Manuel Acuña, como en la  VI estancia de “Perséfone”.  Agrega, además del coloquialismo, el paisaje actual: Celaya mutilada; el diálogo imaginario con la presidenta que acude a referentes históricos para situarse. 

    Ha entendido Campos Sánchez que el poema es un dispositivo que desmantela los hechos y los desarma en términos discursivos como en “Confesiones de una seguidora”:

    Walter Riso habla del amor durante los 3 minutos que dura su tik tok

    dice que las ofensas: “inútil, puta, pendeja”

    son heridas del alma que no pueden ser fotografiadas

    y entonces no hay cómo demandar

    También, asegura 

    que entre una relación amorosa y otra

    debemos darnos 6 meses

    Habla del desapego

    del amor propio

    y de irse cuando tu pareja en lugar de sumar:

    resta

    Walter ahora es mi gurú

    cada noche paso mi dedo por la pantalla del celular 

    para que sus videos se reproduzcan

    uno tras otro

    Su acento extranjero me reconforta

    Quién mejor para hablar del amor

    que un hombre que no esquiva balas ni da cuotas

    en esta ciudad mexicana infestada de narcos

    Quién mejor que este hombre madura 

    para decir que el amor nace de admirar al otro 

    y que si te quieren no te dañarían conscientemente” (p.138)


    La aparición de dos libros entre 2024 y junio de 2025 de la autora celayense Montserrath Campos Sánchez confirma la apuesta hecha, en 2011, y corroborada en 2019, y 2022 por La Rana. Se puede distinguir ese movimiento perpetuo de la poeta que -incluso acudiendo a los mismos temas, pulsiones y obsesivos tópicos- se ha decantado por una poesía confesional que va de verse al espejo a plantarse en un escenario, un micrófono con la solvencia de quien convence a su lector a partir del fraseo contundente, del tono lacónico y de los gestos críticos. Tengo la impresión de que en Campos Sánchez hallamos a una de las poetas más armadas de la escritura que se hace desde Guanajuato. Lo digo leyendo el poema “2 de junio” -confesional, monólogo dramático, crítico e irónico- incluido en los Premios de literatura León 2025: 

    Te olvidaré en domingo

    cuando esté cumpliendo mi responsabilidad

    de funcionaria de casilla.
    Cuando atienda al ciudadano y le diga: 

    “son seis boletas, cuéntelas, 

    no puedo darle una opinión;

    usted sabe para dónde va el país,

    sólo ponga una cruz, una raya,

    no me pregunte”.

    Mejor usted, ciudadano, responda:

    “¿Por qué mi novio me ha dejado en este día

    justo cuando el país pende de un hilo?” (p. 21)


    27 de mayo de 2025, 09:04

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