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Examen a la poesía escrita desde Guanajuato: El poema como caja negra
Para Amaranta Caballero Prado, artista que convive entre expresiones de distintos soportes e índoles, el poemario es un modelo para armar en donde acecha un tema desde varios frentes
Amaranta Caballero presenta Cólera morbus en 2019 en la colección Formato portátil de La Rana editorial del entonces Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato. Un prólogo preciso de Enzia Verduchi describe el poemario como una lección de dolor. No se trata del dolor como una experiencia trágica, sino como un asunto material, dialéctico que al revisarlo con carácter crítico arroja conocimiento y comprensión. El libro es un análisis, si se me permite el subrayado.
Para Amaranta Caballero Prado, artista que convive entre expresiones de distintos soportes e índoles, el poemario es un modelo para armar en donde acecha un tema desde varios frentes. El caso de Cólera morbus, entre los libros publicados por la autora guanajuatense, es el de una caja negra que se revela como si se trajeran del negativo, estampas, aguafuertes, fotografías que, a manera de metáfora, dan cuenta de ese espectro que viene con la idea de mal, enfermedad, sufrimiento, devastación o epidemia.
Se vale de materiales en donde el poema se construye, aparentemente, sin un yo lírico declarado. Es el rumor, una suerte de fantasmagoría que edita la información y ofrece un montaje cuyo centro es la enfermedad y sus consecuencias en un territorio. Por eso afirmo que la disposición persigue el efecto en quien encuentra este archivo. El tono flemático es un recurso. Afiliado a las prácticas constructivas de Cristina Rivera Garza o Sara Uribe, Caballero ofrece una crónica en fragmentos prosaicos que, en conjunto, son un poemario-retablo: un mapa conceptual de un escenario encontrado a partir de la indagación y el análisis.
Se vale de la noticia de la epidemia de cólera morbus de 1833 que devastó al País, según se recoge en las memorias de Guillermo Prieto. Es decir, el poemario surge de la meditación de un hecho material, histórico, médico y que constituyó un acontecimiento; con acontecimiento me refiero a la transformación de cada elemento del lugar en el que se centra Caballero para hacer preguntas de carácter antropológico. La sitúa en Guanajuato y propone distintos frentes de esta noticia. Escrito con exactitud entre tensión y laconismo, entre la noticia y la imagen, es un poema archivo cuyos recursos lingüísticos residen en la disposición de los materiales que componen -en un sentido de intervención- esta pieza.
Por su parte, “La libreta de diario”, restituye un cuadro de costumbre a partir de una cancioncilla tradicional -metáfora del disparate, la inocencia y el presagio-. Un rumor es el que se escucha “que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva”. La intimidad evocativa que se centra en Anselma se construye desde un sonido en la noche; más bien algo en medio de la tiniebla, que brilla como si se anunciara algo.
El paneo recorre las horas del día y ajusta los escenarios para ubicar a Anselma, protagonista de la primera estancia del libro de Caballero Prado porque experimenta la enfermedad; lo sabemos por la información que un lirismo como de rumor propone a fragmentos.
Un narrador objetivo establece la crónica de XVI instancias donde se describe, en particular, el padecimiento de Anselma Moreno, niña, pero deja ver -en una serie de acciones- la sinécdoque de cómo se apodera de la calle y de la casa y de las cosas eso que ha entrado para someterlo todo: la epidemia; Caballero remata este pasaje con el ex-voto que funge como colofón:“Damos infinitas y sinceras gracias a la virgen de los Dolores por haber salvado de las fiebres y vómitos negros del cólera morbus a la niña Anselma Moreno. Guanajuato, gto., a 23 de septiembre de 1833.”
El apartado destaca por su disposición y por la variedad de materiales: hay acrecencia dramática, sincretismo de ideas, un personaje y la suficiente información para ver, en ese pasaje de la “Libreta del diario”, una teleología de pueblo, en este caso, del Guanajuato decimonónico: virreinal, fervoroso del catolicismo y de una tradición mariana, a la advocación de la Dolorosa, cuya conmemoración es fiesta central -con sus variaciones- en la actualidad.
Al decir esto, resuelvo una de las cualidades del poemario: es una genealogía de los hábitos de una ciudad. Logra, en este tableau con protagonista, un lance lleno de pensamiento y de costumbre; la historia de esos hábitos o prácticas culturales. Cólera Morbus nos hace pensar en que muchas de las tradiciones y devocionarios en México -en Guanajuato, Irapuato o León- tienen su origen en la enfermedad, la devastación y, en suma, la idea del mal como castigo y, concretamente, como padecimiento físico, pero no se trata de un poemario panegírico o sacramental o himno de liturgia sino la analítica mirada escondida en una redacción informativa que, intervenida por Caballero Prado, es una imagen -retablo he afirmado- con memoria.
Hay un uso del archivo y de la efeméride y de la noticia de parte de Amaranta Caballero. En este poemario, dispone de estos materiales no solo para informar y establecer una alegoría con el presente -el de 2019-, en donde el conteo de muertes de mujeres es exorbitante, y la epidemia de 1833. El recorrido es en paralelo. El rumor en la parte central de la página cuenta, por meses, lo que el archivo ha guardado sobre el tránsito de la epidemia, de Tamaulipas a Guanajuato, a la ciudad de México, incluida la ola de decesos y medidas tomadas por la salubridad pública, por la comunidad, esperando encontrar una solución.
La efeméride es la crónica de la enfermedad y sus esquirlas. En el punto paralelo, con notas a pie de página como recurso literario, una voz noticiosa, entre el romancero y el corrido, entre la nota roja y el relato de ministerio público, enlista distintas notas de feminicidios en México. Caballero tiene una intención: la alegoría del mal y la denuncia.
El poema como conjunto propone el pastiche. Al frente del apartado “Primeros brotes” se halla una oración de exorcismo -literal- como un umbral o “abracadabra” que adentra al lector hacia la caterva de actos sacramentales, fervorosos y delirantes que la población, el sufriente personaje de este poemario, lleva a cabo para rogar misericordia. A esta abstracción, de rezos y peticiones de piedad, Caballero le agrega una serie de versos en los que la meditación es frente a lo material, lo concreto. Otra vez, el poemario le es útil para la crítica: el presente de Guanajuato es fruto del dolor:
“¿Cuál es la historia definitiva del violento mohín en los cuerpos momificados?
Muchas veces la peste, el cólera o la catalepsia fueron solo un pretexto” (p.64)
Así, Caballero Prado se sitúa en esa tradición lírica mexicana que tiene en su conocimiento cultural tanto el lenguaje devoto y la práctica tradicional, como la conciencia crítica para ver en la realidad contradicciones.
He pensado mucho en María Luisa Mendoza al leer Cólera morbus. Me ha sido inevitable concluir un parentesco -que invento yo en esta conjetura- al leer con atención el último pasaje que se titula “Daguerrotipos”. Vuelve la poeta a la estampa y acude a la descripción de esa técnica fotográfica para develar, como quien está frente a un álbum de fotografías. En esas postales, como en un museo, revela aguafuertes del cuadro de costumbres que resultan de merodear la epidemia de 1833 en Guanajuato. En ese sentido, la relectura de El perro de la escribana o Los piedecasas de María Luisa Mendoza se ilumina con lo que propone Caballero Prado: hay una obsesión por comprender los tableaux que vienen del pasado a los ojos de un alma sensible que ve, en una foto, en un exvoto o en una oración de exorcismo, todo el pretérito atomizado. En ese espejo con memoria -la imagen, la foto, el daguerrotipo- hay que extraer por medio de la herramienta de la inteligencia que, en este caso, ostenta Amaranta Caballero, el sentido -dialéctico- del pasado.
17 de mayo de 2025, 00:00
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