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Examen a la poesía escrita en Guanajuato: un ejemplo
El sonido de las seis sílabas de Marco Ornelas es un poemario publicado en Valparaíso ediciones
El sonido de las seis sílabas de Marco Ornelas es un poemario publicado en Valparaíso ediciones. Aparecido en 2024, es útil para pasar revista a lo que se escribe desde Guanajuato. Ornelas, de León Guanajuato, reúne la tentativa -voluntaria o no- de armar un mapa de notas críticas en donde lee la transformación histórica del poema y del poeta.
A diferencia de otros poetas con los que lo puedo asociar -que optan por una lírica extática, paisajista, erótica como la de Enrique Rangel- a Ornelas lo ubico como un poeta que practica la poesía del pensamiento, constituida de experiencia lectora, afiliada a los descontentos intelectuales. La poesía suele ser de la palabra y su sentido, menos que la mirada puesta en el paisajismo y la evocación como la de Eugenio Mancera -que mide versos, acude a la mímesis y al dibujo mezclados con las emociones para establecer un paneo sobre las cosas para nombrarlas-.
En El sonido de las seis sílabas vemos una serie de momentos seleccionados de la historia del pensamiento. Se propone la naturaleza, el cambio y la desorientación a la hora de acudir a los conceptos del lenguaje y el poema, del poeta y su artificio. Detrás de este índice de Ornelas hay un cuestionamiento, muchas veces, consignatario, enojoso. Filosofía, historia literaria, crítica y lingüística cruzan en este índice en el que Ornelas se empeña en describir qué debe ser la poesía.
Por otra parte, una metáfora -que deriva hacia varios caminos- le es útil para afirmar el lugar en el que se debe hacer poesía. Aleccionador, propone una respuesta a sus interrogantes. El suyo es un poemario que sabe su final y, posiblemente, esa certeza de lo que le incomoda y lo que desearía convierte este pasaje hacia el silencio en una filípica. No es búsqueda sino el resultado de una petición de principio.
Con estas dos tesis El sonido de las seis sílabas es la alegoría que presume -aunque sin alcanzarlo- al silencio como el momento y espacio ideal para crear. La aspiración al silencio o a la pérdida del habla le es útil para ilustrar la acción de escuchar-entender-encontrar la poesía como insuflada. Es un anhelo en el tránsito del libro. Ese es el ascenso a la montaña.
El poemario indica gráficamente una simultaneidad. Una voz informativa que reflexiona frente a la idea inaugural del poemario con el planteamiento de estar a 7500 metros de altura donde“El cuerpo humano accede a la zona de muerte”. En un formato de disgrafismo, y a la manera de collage que interrumpe la imagen provocada -la de un aprendiz que atiende a la idea de escalar-, se presenta una serie de disquisiciones acerca de la poesía que denuncian, indican o citan un mapa personal del poeta a manera de explicaciones mediante las que moraliza el yo lírico.
Ornelas propone una historia de las ideas leídas. Ese índice que ubica en la modernidad y lo lleva hasta alusiones al Libro tibetano de los muertos, se mezcla con monólogos imprecatorios, cuestionamientos retóricos, imperativos en los que se discute el deber ser del poema, y de los poetas: “Aquí es donde George Steiner cuestiona a T. S. Eliot y pregunta: ¿qué utilidad tuvo la cultura cuando llegó la barbarie? ¿Qué poema inmortal estuvo o mitigó alguna vez el terror?” (p. 24).
Ornelas se mantiene fiel a su poética: la imagen solo es un trasunto de la idea y se sirve de ese marco para pronunciar invectivas, reformas, desacuerdos. En el poemario funciona una primera voz -preceptiva- que ordena, como en documental, la historia de la experiencia del ascenso y deja ver la actitud reactiva con lo otro -he dicho que moraliza, también podría decirse que opina-: “Diferentes operadores turísticos ofrecen paquetes para el ascenso/ La National Geographic ha publicado una foto del tráfico de alpinistas haciendo fila a metros de la cumbre / La petulancia tecnológica nos ha hecho creer que somos capaces de todo” (p. 15)
El asunto con esta voz es que simula un descubrimiento. Por otro lado, en algunos lances, parece entregarse a una lucha interior frente a un enemigo imaginario, como si se entregara a saldar cuentas con una sombra ante la que reclama no entender qué es la poesía o el poema o el poeta sin tampoco dejar clara -en la práctica- una muestra de esa idea de poesía que parece estar buscando.
Hay una clara diferencia en El sonido de las seis sílabas frente a lo que encontramos en Aquí no es Neverland Voces y grafitis del orfanato de 2017, que es un poemario sorprendente por la elección temática del Peter Pan -que yo ubico en el Leopoldo María Panero novísimo de los años setenta: abismal, freudiano, delirante-, y una sugerente repartición de voces para expresar al yo lírico instalado en distintos registros, capaz de concentrar -en esta serie de actos y máscaras- la sensación de isla, orfandad, abandono, decepción, sombra y derrota a partir de un lenguaje tenso y negativo, resignado, como puede leerse en el libro, fruto de la colaboración de Ediciones Sin Nombre y el entonces Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato: “Soy la marcha de fuertes horcajadas/ Soy relincho” (p. 50)
El sonido de las seis sílabas me hace pensar en una vuelta de Ornelas a su empeño como ensayista. En 2004, Azafrán y Cinabrio, la editorial de Benjamín Valdivia, dio salida a El mito de Proteo. El conjunto de opúsculos muestra que Ornelas se interesa por la esgrima verbal frente a temas filosóficos y existenciales: necesita certezas. Aquel libro, en el que entrega una prosa como la de quien pasa a examen a pensadores como Sartre o Nietzsche, mostraba el ímpetu por encontrar los errores en el pensamiento y pasarle revista a las ideas de sus mentores en la experiencia intelectual de la lectura con aires apocalípticos del nuevo milenio, que comenzaba entonces. Como es comprensible, El mito de Proteo es de tratamiento epidérmico e inaugural. Se trata de una serie de acercamientos en donde el yo que pone los temas en la mesa a la vez que se asombra y fascina ante la historia del pensamiento, se declara insatisfecho, pondera la equivocación de los demás sin muchos matices.
En el caso del poemario ha elegido una serie de citas extraídas de lecturas en las que refrenda el interés por el armado de un índice de acercamientos de las que se vale para acotar una idea, en este caso, el deber del poema y del poeta, en un tono castigador en algunos casos. Hace patente el devenir de la poesía -a partir de la modernidad- y en una labor sintética coloca frases, definiciones, consignas, slogans que sean el trasunto del concepto que salva Ornelas para la poesía, el poema y el poeta:
“Ahora los poetas no son bardos
sino sátiros;
no escriben épicas sino
manifiestos
y críticas sobre la tradición poética” (p. 23)
En ese sentido, El sonido de las seis sílabas podría figurar en la obra de Ornelas como una declaración de principios en el cauce lírico en donde alude a la tradición y a una historia del pensamiento. Pero es posible que en ese reprobar, se refiera a sus colegas -frente a los que escribe y de donde parece haber escogido distintas bestias negras para reprocharles sus acciones e intenciones u omisiones- y en donde, a partir de juegos eruditos, se vale de indirectas y comparativas, desdeña lo que se hace pasar por poesía en la actualidad. El poemario refracta la imagen en la que el análisis y la invectiva orilla al yo lírico a la aspiración al silencio, al susurro. Llega a esa conclusión mediante el epigrama casi satírico y trágico a la vez donde establece, también, el corte de las páginas del poemario:
Donde el montañista
deviene
en monje y el monje
deviene
en poeta y el poeta
deviene en voz:
su-su-rro
.
.
. (p.56)
10 de mayo de 2025, 00:00
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