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12/14/2025
 Luis Felipe Pérez

Examen a la prosa escrita en Guanajuato: La ola rara de Lucía Noriega, la literatura del yo

En 2020 apareció La ola rara de Lucía Noriega, escritora de Guanajuato. Visto en perspectiva, tiene tino el momento de la publicación...

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    En 2020 apareció La ola rara de Lucía Noriega, escritora de Guanajuato. Visto en perspectiva, tiene tino el momento de la publicación por parte de Ediciones La Rana de un libro sui géneris. Frente a las circunstancias del confinamiento mundial, ya casi olvidado, apostar por La ola rara significó poner en la mesa la escritura íntima, subjetiva, de la experiencia. Hay otro aspecto que entusiasma de la edición de este breve episodio del prontuario editado o curado, hecho un montaje por su autora como libro: aparece en una editorial estatal, en donde los riesgos literarios no abundan. 

    Se trata de textos editados para su publicación que se afilian al discurso autobiográfico; entradas del diario de la autora dividido en dos cuadernos. El conjunto de textos fechados desde febrero de 2012 y hasta junio de 2019 puede leerse en clave de diario personal, de cuadernos de escritura, como un estado de ánimo en el que el yo autorreferencial inspecciona sus sensaciones frente a las circunstancias vividas. La prosopopeya que presenta Lucía Noriega se afilia a la idea del viaje interior, a esa cosquilla o angustia existencial: la escritura gerundial es buscar sentido, modelarse frente a un espejo roto a través de los días y unir los fragmentos con sigilo. 

    A partir de una voz infatigable, crítica, zigzagueante que registra con obsesión los días, Noriega se otorga el derecho al espacio subjetivo en el que importa la experiencia personal hecha discurso, sin una trama o algún tema en específico que interese. Es L. escribiendo: escribiéndose. Hace pensar en Josep Pla o en Federico Amiel, dietarios en los que la obra se apega al ritmo de la vida y la reflexión suele ser ese sistemático acometer el sinsentido de la existencia y hacerlo legible -literalmente- por medio de entradas a un cuaderno fechado. 

    Se inscribe -como obra literaria- en el universo al que denomina Gabriel Zaid “la literatura del yo”. Eminentemente individual, moderna, propia de una época como la nuestra en la que existe una mayor conciencia del yo y su exhibición es un recurso discursivo; en donde esa conciencia se ha convertido en tema de interés, incluso si de lo que se trata es de dejar constancia escrita del aburrimiento o de lo aburrido que puede ser una vida media. 

    La ola rara destaca porque es una escritora que inicia en el mundo editorial cuyas primeras apuestas literarias consisten en la publicación de un prontuario, emblema de la experiencia personal.

    Las palabras de Vivian Gornick podrían ser un referente teórico para pensar la escritura de Lucía Noriega. Es la autora neoyorquina la que configura el término “narrativa personal”. En La situación y la historia, un conjunto de textos en los que reflexiona sobre el concepto, dice: 

    Los textos a los que llamamos de narrativa personal están escritos por personas que, en esencia, están imaginándose sólo a sí mismas: en relación con el tema que las ocupa. La conexión es de carácter íntimo; de hecho, es crítica. De la materia prima del propio yo indisimulado de un escritor, se moldea un narrador cuya existencia sobre la página es fundamental para el relato que se nos cuenta. Este narrador se convierte en personaje. Su tono de voz, el ángulo de su visión, el ritmo de sus frases, lo que escoge observar o ignorar, se elige con la idea de servir al tema.

    El artificio de la Ola rara es el registro del journal y la selección de esas entradas en función del sentido de una exposición provisional, que es el libro. Noriega abre el libro con esta premisa:  

    Estos son dos de mis cuadernos, el gris y el rojo, escritos a lo largo de los últimos siete años. Los ofrezco aquí porque quería que algo de esta escritura tuviera vida allá afuera, quería saber si mis palabras pueden hablarle a alguien más.

    La primera parte es un diario en el que fosforece la vocación de lectora y la convicción de escritora: 

    Si escribo algo en este momento es para romper por fin el silencio que me ha coartado los impulsos desde hace ya meses, durante sucesiones de días y más días. Que mi silencio, sin embargo, no se malinterprete. Como Bartleby (y compañía), mi silencio no indica ausencia, vacío, sino imposibilidad; la que es propia del grito reprimido, del impulso contenido en pensamiento, del ideal que se queda en idea. Quiero yo también hablar libre de todo artificio, de toda máscara. Quiero exponerme aquí, en la desnudez de la sinceridad, para traspasar de una vez por todas el umbral que me separa de ese espejismo que proyecto en el mundo. La palabra, ¿es camino, arma, herramienta, salvación?

    Un segundo tiempo del libro reúne las entradas del itinerario fechado en el cuaderno de la autora en una excursión a Buenos Aires y Montreal, y el regreso. La mujer joven que sale de su lugar de origen y pasa tiempo en Buenos Aires. Conocemos la aventura en otra latitud, el movimiento, siempre reculando hacia el interior. Damos cuenta de esas reacciones privadas, de las emociones y los sentimientos, de la sensación de ajenidad, desde la perspectiva de una mujer joven, de Guanajuato. Se deja ver el registro de las experiencias extrañas, novedosas, sobre todo, las circunstancias que cimbran el orden tambaleante y frágil de la propia vida: 

    Otro sueño recurrente: el de las ciudades. La ciudad laberinto, la metrópoli. Ciudades infinitas que se conectan por medio de redes carreteras también infinitas. Ciudades que se confunden unas con otras. Sólo Guanajuato es siempre Guanajuato. Guanajuato en el sueño aparece como la ciudad laberinto por excelencia. (p. 97)

     Los materiales vitales tienen una relación pendular con las lecturas que ha hecho la narradora; las lecturas y sus efectos en la educación sentimental. Para la dietaria es la forma de entender el mundo, tal si encontrara en el discurso de otras obras un eco a lo inefable que le sucede a ella misma, como confiesa. Así, una lista de autoras y autores, obras y fraseos venidos de libros -Pizarnik, Di Benedetto, Stendhal, Brontë, Pérez Galdós, Calasso- pueblan esta poética abstracta que perfila al yo autobiográfico como uno interesado en el lenguaje, en la palabra, en el lugar preponderante del discurso en la vida de la autora, en este caso. 

    Asistimos a un monólogo complejo -fantasía, insatisfacción. literatura, realidad- cuyo testigo es el registro escrito: especulaciones, conjeturas o la descripción de estados de ánimo conforman este tratado frente a la soledad y la existencia: “¿Está aquí mi alma? Fuera de esa pregunta todavía me tiembla la mano frente al papel vacío”, se lee en las páginas de La ola rara.

    Escrito a lo largo de siete años, reúne la sinceridad de la escritura íntima, incoada desde el oráculo del escritorio, entre el itinerario, la deriva y la confesión. En conjunto, y pienso que es el resultado más llamativo para mí, lector de narrativa personal y fervoroso de la escritura íntima, es cómo el registro fragmentario tiene sentido visto cuando el trabajo está hecho y la obra editada, literaria, emerge como en negativo a partir de la curaduría, la relectura y el acomodo. 

    A diferencia del ensayo o la autobiografía que parten de la retrospectiva y del merodeo frente a las ideas, el registro del journal acomete la realidad sin hoja de ruta, sin brújula por seguir o destino por encontrar, y, sin embargo, la selección de La Ola rara halla en esa deriva un sentido. No el destino, ni el final del camino, sino -acaso- la comprensión de alguna pregunta hecha a lo largo del registro íntimo que destella como una obsesión: la pérdida, el paso del tiempo, la relación con los otros, la soledad, el extrañamiento allá afuera de la escritura. La respuesta que también da Lucía Noriega tiene que ver, empero, con ese volver al cuaderno siempre, a contar la vida, como si en el garabateo del registro obsesivo hubiera una esperanza de que, al final, algo tenga sentido: “Tengo 30 años. Escribir me es natural.” 

      


    12 de septiembre de 2025, 11:39

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