El director general de Grupo Planeta Latinoamérica, José Calafell, presentó ayer a Gonzalo Celorio tras conocerse que el escritor mexicano ha sido distinguido con el Premio Cervantes 2025, el máximo galardón de las letras en español.

En un encuentro con la prensa transmitido desde México y Barcelona, Calafell destacó la coherencia, la ironía y la ternura que atraviesan la obra del autor consagrado.

El jurado del Premio Cervantes 2025 inscribió el nombre de Gonzalo Celorio en la lista de los grandes: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Fernando del Paso. Editor, filólogo, narrador y ensayista, Celorio fue celebrado como un escritor integral que ha levantado, libro a libro, “un edificio de la memoria” donde México, España y América Latina dialogan con ironía, ternura, erudición y rigor.

Durante la conferencia con medios, Celorio dejó una serie de definiciones que dibujan su poética y su mirada pública.

“Este contexto de violencia es descorazonador. Sigo creyendo, sin embargo, en la fuerza del texto. La literatura refleja la realidad, pero también la rearticula y la exorciza con un espíritu que en la vida cotidiana no hallamos.” Para ilustrarlo, volvió a una convicción rulfiana: la novela permite conocer mejor cierto país “porque además de lo que las personas hacen o dicen, da cuenta de lo que sueñan y recuerdan”.

Ante una pregunta sobre la relectura de la colonización, el autor recordó que los juicios anacrónicos oscurecen la complejidad histórica. Subrayó el mestizaje como rasgo constitutivo y la dimensión ecuménica de la catequesis que obligó a misioneros a aprender y usar lenguas indígenas. “Negar la hispanidad sería amputar una parte integral de nuestra identidad.”

Celorio leyó su Cervantes como un gesto de acercamiento cultural. Mencionó la visibilidad reciente de México en museos y premios españoles y deseó que estas “puertas abiertas” sirvan para retomar la relación en términos de normalidad y afecto.

“La lengua es absolutamente identitaria. Dime cómo hablas y te diré quién eres.” Reivindicó el español de Estados Unidos, su peso demográfico y cultural y lamentó toda forma de proscripción: “El país que proscribe una lengua se empobrece”.

El escritor alertó sobre el bajo índice lector en México. Reclamó una enseñanza sólida de la lengua materna y políticas que formen lectores desde la infancia. “Una cosa es estar alfabetizado y otra ser lector.”

Celorio definió su método de trabajo con una imagen de Maurice Blanchot: “Escribir una novela es lanzarse al mar sin cera en los oídos y estar dispuesto a oír el canto de las sirenas”. No parte de planes cerrados: escribe para tramitar un conflicto que la obra no resuelve, aunque sí lo expulsa del pecho del autor hacia el lector. “La novela es un género libertario porque radiografía la sociedad y le opone una mirada crítica.”

Desde la trilogía familiar (Tres lindas cubanas, Los apóstatas, El metal y la escoria) hasta el reciente Ese montón de espejos rotos, su narrativa cruza autobiografía, archivo y pulso histórico. “Escribo —dijo— para olvidar: para trasladar el conflicto al lector.”

Celorio agradeció la postulación de la UNAM, su “calma mater” y reivindicó el aprendizaje continuo del aula: “Los profesores somos vampiros de la juventud; de cada curso salgo con una ganancia nueva”.

La ceremonia del 23 de abril, Día del Libro, lo encontrará “zambullido otra vez en el Quijote”. Mientras tanto, su editor en Tusquets, Juan Cerezo, destacó una obra “coherente, con plan y desarrollo” que cuenta México desde la intimidad de una familia ejemplar y desde las travesías del exilio español.

Celorio resume su apuesta: abrir, desde la literatura, un remanso de sentido en tiempos ásperos. “El texto no compite con la realidad, la ensancha.” Esa idea —la novela como forma de libertad— explica por qué este Cervantes también honra a un maestro de la lengua.