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¡Guanajuato no es Islandia!
Hay que decirlo, el modelo Planet Youth en sí es perfectamente adecuado, más no innovador. Es básicamente un lugar común para cualquiera que tenga conocimientos básicos de salud mental colectiva. En otras palabras, nos están vendiendo espejitos
El de las adicciones es uno de esos problemas que por su naturaleza estructural requiere de una intervención compleja y comprometida por parte de múltiples actores. Al mismo tiempo y en sentido inverso, su impacto repercute en prácticamente todas las esferas de la vida pública más allá de la salud mental: el trabajo, la economía, la seguridad, el tejido social… De ahí la importancia crucial de atacar el fenómeno mediante la implementación de políticas públicas diseñadas ex profeso para este fin. Por desgracia, este no parece ser el caso del estado de Guanajuato, donde en lugar de diseñar un modelo de prevención de las adicciones propio, con base en teoría y experiencia nacional, se ha optado por importar una moda islandesa.
La semana pasada fue el tercer congreso de Planet Youth, el programa más importante del gobierno de Diego Sinhue, a decir de él mismo, el cual consiste en mitigar los factores de riesgo de las adicciones en la juventud, mientras se fortalecen los factores de protección, a través del fomento de actividades comunitarias saludables que incluyan a la familia, el grupo de pares y la escuela. Dicho de otro modo, se trata de transformar el entorno en el que se desenvuelven los jóvenes a fin de hacerlo más saludable, de tal forma que estos se vean menos predispuestos al consumo de sustancias. Dicho modelo fue originalmente creado por el gobierno islandés con miras a reducir la acuciante prevalencia de drogadicción entre sus jóvenes, logrando tal éxito que decidieron “patentar” su método para exportarlo a otras latitudes. Hay que decirlo, el planteamiento del modelo en sí es perfectamente adecuado, solo que no tiene absolutamente nada de innovador. Es básicamente un lugar común para cualquiera que tenga conocimientos básicos de salud mental colectiva. En otras palabras, nos están vendiendo espejitos.
Durante el evento, el gobernador presumió que, según una encuesta aplicada, el consumo de alcohol en estudiantes de secundaria de ciertos municipios había disminuido 22%. Por su parte, el secretario de salud del estado, además de desvivirse en alabanzas a su jefe, planteó como resultados del programa la adquisición de compromisos por parte de distintos organismos, el incremento de la actividad deportiva, la participación en eventos culturales, así como la reducción de consumo de videojuegos y programas de televisión en los jóvenes, junto con una mayor convivencia familiar. Llama la atención el hecho de que no se haya mencionado nada sobre el consumo de drogas en un programa que supuestamente está enfocado a la prevención de las adicciones, aunque no es de sorprender, dada la insensatez de replicar un método proveniente de un contexto tan disímil.
Que quede claro, nada de malo tiene investigar e incluso retomar estrategias de otros países, pero es absurdo creer que se puede importar un modelo del extranjero y tener el mismo resultado que tuvo en su lugar de origen. Hace falta un análisis minucioso y crítico de la realidad local para diseñar un modelo ad hoc, ajustado a los problemas, las necesidades y rasgos específicos de la juventud sobre la cual se quiere incidir. Si bien puede haber elementos universales en las adicciones, no se puede suponer que los jóvenes islandeses consumen sustancias del mismo tipo, del mismo modo y por las mismas razones que los guanajuatenses (!). Los países escandinavos se caracterizan por tener sociedades de bienestar con altos ingresos, mucho tiempo libre y una cultura individualista que tiende al nihilismo; probablemente su dinámica de consumo esté asociada al ocio y a pobres lazos familiares. En cambio, muchos jóvenes mexicanos encuentran en “la mona” un escape de su realidad, una realidad marcada por la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades. Las condiciones son distintas; la solución no puede serlo menos.
La ironía está en que si realmente se quisiera emular el éxito del modelo islandés, entonces no se le aplicaría de manera simplista siguiendo una lógica de “copiar y pegar”, sino que se tendría que hacer el mismo procedimiento que ellos hicieron, esto es, juntar a nuestros máximos especialistas en salud mental colectiva, investigar los determinantes sociales del consumo de sustancias en nuestra juventud y, con base en la información recabada, ahora sí, diseñar un modelo focalizado en los factores de riesgo y protección específicos de nuestra población. Aquí en cambio, no hay un diagnóstico del contexto local, no se han identificado variables, grupos vulnerables ni se cuenta con indicadores medibles (al menos hasta donde he podido investigar)
Lejos de la base científica que se presume, este gobierno ha depositado su fe en la llamada “Insignia Planet Youth”, una innovación que no forma parte del modelo original islandés, y que consiste en la implementación por parte de diferentes instancias (instituciones públicas del estado, empresas y centros recreativos) de proyectos deportivos y culturales, según lo consideren, a cambio de un reconocimiento en la forma de insignia que indica que dicha organización está haciendo algo para prevenir las adicciones en su comunidad. Es obvio que la cultura y el deporte son benéficos para la salud, tanto física como mental, y por ende ayudan sin duda a prevenir adicciones, pero no basta con que los jóvenes hagan ejercicio y acudan a talleres para que dejen de consumir o evitar que consuman estupefacientes. Cuántos jóvenes adictos no juegan fútbol, cuántos jóvenes interesados en el arte no consumen narcóticos. En los círculos bohemios es prácticamente parte de su estilo de vida. La Insignia Planet Youth no puede considerarse de ninguna manera un programa ni una estrategia. Es más bien una especie de outsourcing de la salud mental donde el estado se desentiende de su responsabilidad de diseñar, implementar y evaluar una verdadera política para la prevención de adicciones y, simplemente, les ofrece a algunos actores la posibilidad de capacitarse voluntariamente en un modelo extranjero para hacer “algo” al respecto a cambio de un premio simbólico. El resultado será que cada organización piense e implemente lo que se le ocurra y sea capaz de hacer, con resultados inciertos y sin ningún tipo de articulación entre los diferentes proyectos. Eso no es una política pública. Si Planet Youth llega a tener éxito en prevenir las adicciones de nuestra juventud será algo meramente fortuito. El problema de las adicciones en nuestro estado es un foco rojo y merece una atención seria y especializada, no una moda islandesa.
11 de diciembre de 2023, 15:57
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