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12/14/2025
Jefas de familia y manos que alimentan a cientos de guanajuatenses: otros rostros del 8M

Jefas de familia y manos que alimentan a cientos de guanajuatenses: otros rostros del 8M

La pandemia por COVID-19 incrementó el empleo informal en Guanajuato que impactó, principalmente, a las mujeres. El 42.3 por ciento de las trabajadoras no gana lo suficiente para comprar la canasta básica

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    Imágenes de Pinche Einnar

    María Rosa, Natividad y Martina han mantenido a su familia de la venta de comida, verduras y granos en el centro histórico de Guanajuato, sin ningún tipo de derecho laboral, tampoco ha pasado por su mente la idea de "jubilarse" porque entonces, ¿quién llevaría el sustento al hogar?.

    Aunque para las tres comerciantes el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es un día más, con la misma jornada que inicia a las primeras horas del día, reconocen que las oportunidades que a ellas se les prestaron no se comparan con las que ahora tienen sus hijas, aunque varias siguen con el negocio familiar, sin posibilidad de aspirar a prestaciones adicionales, obteniendo dinero para el día a día.

    "Mis hijas tienen más oportunidades que las que yo tuve. Yo no estudié porque cuando estaba en casa mi mamá vendía tortillas, me iba a vender tortillas al mercado. Nos levantábamos a las 3 de la mañana, ya para las 7 iba con mi canastota de tortillas. Empecé como a los 10 años, antes vendíamos tortillas, después me casé y a seguirle", contó María Rosa, una mujer de aproximadamente 70 años que todos los días viaja de Dolores Hidalgo a Guanajuato capital para vender los guisados que cocina junto con sus hijas todas las madrugadas.

    Han transcurrido 165 años desde la primera marcha que unió a mujeres trabajadoras en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, para protestar por las malas condiciones laborales, luego de esa histórica protesta de 1857 vino la tragedia de 1908, cuando más de un centenar de trabajadoras de la fábrica Cotton, en la misma ciudad, murieron dentro de su espacio de trabajo durante una huelga en la que exigían reducir las jornadas laborales a 10 horas y un salario igual al de los hombres, entre otros derechos.

    En 2022... ¿Qué avances hay en el desarrollo y por los derechos de las mujeres?

    De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), Guanajuato tiene una población total de poco más de 6 millones de habitantes, el 51.4 por ciento de la población es mujer. Son ellas, las mujeres guanajuatenses, las que ocupan el mayor número de personas en el empleo informal, sin prestaciones y con ingresos que, en la mayoría de los casos, es insuficiente para cubrir la compra de la canasta básica.

    La pandemia por COVID-19 incrementó el empleo informal en el estado, según el estudio de la organización "México, ¿cómo vamos?" Guanajuato es una de las entidades que supera la media nacional por la cantidad de personas que no tienen prestaciones laborales.

    Del inicio de 2020 al cierre de 2021, la informalidad creció en 1 por ciento en la tabla general, aunque tuvo un pico en el tercer trimestre del año pasado por el número de personas que se quedaron sin empleo y buscaron alternativas para llevar el sustento a los hogares.

    En los casos de María Rosa, Natividad y Martina llevan décadas en la informalidad, nunca han sido derechohabientes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), desconocen sobre la Afore, y sus jornadas laborales no bajan de 12 horas diarias.

    Además de ser las que llevan el sustento para su familia, las tres comerciantes guanajuatenses tienen a su cargo las labores domésticas asignadas al rol de género: hacer de comer, limpiar, lavar y al frente del cuidado de sus maridos.

    "Mi esposo está enfermo, no puede trabajar, yo tengo que venir a vender para llevarle las tortillas. Cuando me baja a dejar al camión no aguanta, se quiere ahogar, tiene que traer un aparatito porque si no no aguanta. Yo le digo: no, pues tú ya no sirves", dijo soltando una leve sonrisa Martina, dedicada a la venta de verduras desde hace más de 10 años frente a la Alhóndiga de Granaditas.

    El semáforo económico elaborado por "México, ¿cómo vamos?" destaca que el empleo informal es mayor cuando se trata de mujeres económicamente activas en relación a los varones. El año 2021 cerró con 49.5 por ciento de hombres en la informalidad, mientras que el porcentaje de mujeres llegó al 55.2 por ciento.

    En el apartado de pobreza laboral, el año 2020 cerró con el 35.5 por ciento de la población que no percibía los ingresos mínimos para adquirir la canasta alimentaria, y para 2021 el porcentaje incrementó al 40.8 por ciento, por arriba de la media nacional.

    Sin embargo, al analizar las cifras por género, son las mujeres las que menos ganan y el margen para comprar la canasta básica incrementa. El 42.3 por ciento de las mujeres económicamente activas en Guanajuato no tienen los recursos suficientes para cubrir la canasta básica, mientras que cuando se revisan los ingresos de los varones el porcentaje se reduce al 39.1 por ciento.

    De acuerdo con el CONEVAL, una familia de cuatro personas en México, requiere ingresos por 11 mil 290 pesos para cubrir el gasto de la canasta básica. El dato varía dependiendo de la medición que hacen otros organismos internacionales: por ejemplo, para el Banco Mundial, una familia en México puede comprar los artículos de la canasta básica con un ingreso mensual de 4 mil 322 pesos, y para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) se requieren 9 mil 172 pesos.

    Según cifras de la dirección de Fiscalización del gobierno municipal de Guanajuato, 18 mujeres tienen permiso para vender en la zona de la Alhóndiga de Granaditas, aunque a la vista son más las que se instalan para ofrecer las verduras, granos y comida preparada a bajo costo.

    "No tenía ni qué comer, hoy una de mis hijas es universitaria": Natividad

    Desde hace 25 años Natividad vende verduras y granos que exhibe en unas cajas de madera sobre la vía pública, con las ganancias ha podido mantener a sus dos hijas y un hijo. Natividad es viuda, su esposo era alcohólico, narró, así que además del cuidado de sus hijas e hijo y la manutención, tenía que cuidar de él.

    "Yo los saqué adelante vendiendo verduritas aquí en la calle, ya están grandes. Una de mis hijas ya salió de la universidad, la otra chiquilla ya no estudió porque no me alcanza, ya todo está más caro. Sí quiere estudiar, pero ya no hay dinero".

    Recuerda que desde que se casó padeció por la falta de dinero, sin tener qué dar de comer a sus hijos porque "mi esposo era bien tomador, no me daba para comer, tuve muchos problemas en mi matrimonio".

    Originaria de la comunidad Cañada de Bustos, al sur de la cabecera municipal, Natividad diariamente se traslada en camión con algunos de los productos que vende, los más pesados los guarda en una bodega que le rentan en el mercado. A las 7:30 am ya tiene instalado su puesto en la vía pública y se va después de las 19:00 horas, de lunes a sábado, porque el domingo lo utiliza para poder hacer los quehaceres del hogar.

    "Antes no tenía ni qué comer, yo me anduve pidiendo por todo aquí, por Guanajuato, no me querían dar. Me comía los desperdicios de los perros, porque me daban puros desperdicios, me decían que estaba 'nueva', que podía trabajar".

    Pidiendo 'fiado' comenzó a comprar verduras y granos para revenderlos en el centro de Guanajuato y así poder llevar el sustento a su familia. Compartió que un día, mientras ella estaba en su negocio, su marido "se ahorcó, se quitó la vida, y mis cuñados me incriminaron, pero no, yo no debo esa muerte", dijo convencida de que la decisión de su esposo no fue su responsabilidad por estar fuera de casa trabajando.

    Natividad estudió hasta tercer año de primaria, solo sabe escribir su nombre y no sabe leer, pero orgullosa comentó que una de sus hijas se graduó hace unos meses de la universidad.

    "Sí, mis hijas me apoyan bien harto, iban a la escuela con 10 o 20 pesos, a veces se iban sin almorzar, antes que aprendieron. Ya tengo una que salió de la universidad, nada más le falta su título, pero se le descompuso la computadora. La computadora la saqué en el Coppel, en abonos. Ya la terminé de pagar pero se le descompuso".

    Sin seguridad social, Natividad comenta que recientemente fue al centro de salud para que le sacaran una muela, y pese a las recomendaciones, ella no ha dejado de ir a vender porque tiene que llevar comida a su casa.

    Del campo al comercio ambulante, la vida de Martina

    Desde que Martina recuerda su vida siempre ha sido trabajar, primero en la cosecha de legumbres y después como comerciante ambulante para poder llevar comida a su casa. Todos los días se levanta a las 5 de la mañana para preparar las bolsas de verdura y los granos de maíz cocido que vende en el centro de Guanajuato, cargada de costales y bolsas toma el camión desde la comunidad Cañada de Bustos hasta la cabecera municipal.

    De su trabajo mantuvo a sus tres hijas y dos hijos, ahora lo que gana es para mantener la casa en la que vive con su esposo enfermo que padece de las vías respiratorias y tiene como tarea acompañarla a la parada del camión.

    "He trabajado mucho, me iba al campo a cortar ejotes, a cortar tomates. Cuando mis hijos estaban en la escuela yo me iba al campo. Los sábados yo me los llevaba, me metía en un zurco y uno por un lado y otro por el otro".

    Martina es diabética, tiene problemas de la vista, pero es quien tiene que salir de lunes a sábado a vender, porque los domingos los dedica a lavar la ropa o las labores domésticas que no alcanza a hacer en el transcurso de la semana.

    "Tengo que sacar de aquí para pagar todo, mi agua, mi luz. Mi esposo, pues... ese no trabaja. A veces nomás me sale a encontrar atrás de la casa y ya llega que se anda ahogando".

    Se casó a los 17 años y recuerda que solo dejaba de trabajar en temporadas, cuando tenía a sus hijos, pero apenas entraron a la escuela regresó al campo.

    "Yo empecé a trabajar bien pronto, ya no aguanto mi cuerpo, todos mis huesos me duelen. Me llora mucho un ojo, me iban a operar y me cobraban 50 mil pesos, pero como me dio una parálisis (facial) no venía a vender, me gasté el dinero que había juntado, por eso ya no fui a operarme".

    Martina paga 500 pesos mensuales por el permiso para vender en la vía pública, además de que ahora también tiene que solventar los gastos de la insulina que, dijo, ya no le da el sector salud: "me dicen que no hay insulina, pues hay que juntar para sacarlo. Ahorita junté para pagar el permiso, no compre insulina, estuve así, nomás yo decía 'no me vaya a enfermar más, se me vaya a subir la azúcar'. Sabe si se me subiría o no".

    Para Martina el 8 de marzo es igual a cualquier otro día del año. Desde su experiencia, la lucha por la igualdad y el respeto a sus derechos no ha existido.

    POPLab: ¿A lo largo de los años, usted tiene más derechos?

    Martina: Pues, pues.. ¿en qué? Yo tengo que trabajar, de todos modos para mí es igual, para mí todo es igual.

    Estudió hasta segundo año de primaria, sabe escribir su nombre, "pero como me falla la visto no miro bien. Para hacer mi nombre agarro el lápiz, pero necesito no despegarlo porque empalmo las letras".

    No ha pensado en dejar de trabajar porque, asegura, si no sale a vender de qué podrán vivir ella y su esposo.

    María Rosa: 40 años dedicada a la venta de comida

    De lunes a sábado, María Rosa viaja de Dolores Hidalgo a Guanajuato para vender a precios accesibles la comida que prepara todas las madrugadas. Arroz, salchichas a la mexicana, chiles rellenos, sopa de pasta, carne de puerco en salsa, caldos de pollo y res, tortitas de papa, frijoles, huevo, mole, son algunos de los guisados que oferta, pero también vende tortillas hechas a mano y gorditas.

    Hace 40 años María Rosa vio en Guanajuato capital una oportunidad de negocio, después de que en San Felipe no podía vender las verduras que ofrecía. Ahora es un referente para estudiantes que con 25 pesos pueden armar su platillo a la hora de la comida, o personas que trabajan llegan a comprar los guisados para llevar a casa.

    "Nos mantenemos toda la familia de este negocio, ya ahora mis hijas grandes me ayudan porque antes yo venía sola, ahora como estoy viejita me acompañan ellas", contó.

    María Rosa compartió que su esposo trabajaba en alfarería, pero desde que enfermó ella se hizo cargo de mantener a sus seis hijas e hijos.

    "Ya me siento cansada de trabajar, ya me canso, pero aquí es mi vida. Ya no es como antes, ahora ya le pido permiso a un pie para levantar el otro, pero gracias a Dios aquí ando".

    POPLab: Es 8 de marzo, si yo le digo esto qué se le viene a la mente ¿qué piensa del Día Internacional de la Mujer?

    -Silencio... luego se ríe. "No sé".

    María Rosa no ha pensado en jubilarse, porque no recibe una pensión, tampoco su esposo. Ahora, sus hijas le ayudan y con las ganancias también se mantienen sus nietas y nietos.

    "No me sentiría agusto quedarme en mi casa. Si cuando me enfermo de los dientes, de las muelas, ya estoy toda chimuela, me dicen que no me arrime a la lumbre, pero yo sigo. Bendito sea Dios que aquí andos".

    Las cubetas en las que llevan los guisados regresan vacías. Antes de las 3 de la tarde ya no tienen comida y es hora de regresar a casa, porque al día siguiente se levantan a las 3 am para la preparación porque "toda la comida es del día".

    11 de marzo de 2022, 04:20

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