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12/14/2025
 Luis Felipe Pérez

La China Mendoza en Rusia

La colección Testimonios del Fondo aparece en 1974. Se trata de un empeño del Fondo de Cultura Económica por participar del fervor de la escritura cuyos protagonistas

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    La colección Testimonios del Fondo aparece en 1974. Se trata de un empeño del Fondo de Cultura Económica por participar del fervor de la escritura cuyos protagonistas dieran cuenta de momentos icónicos de México y del mundo. 

    En esa suerte de revista se hace patente el interés por poner a discusión temas, tópicos, asuntos que tenían que ver con la cultura en México. También, forman parte de esta colección propuestas particulares y personales de escritores que ponían su subjetividad al servicio de los temas que abordaban. 

    Fue un tiempo, ya lo ha dicho Juan Villoro, en el que infraestructuras como la propia Editorial tenían la oportunidad de mostrar -a partir de las publicaciones- a las lectoras y lectores visiones y escarceos sobre el mundo y su acontecer: ciencia, técnica, política, deporte, cultura. 

    Era una manera de responder a las inquietudes de un público lector que buscaba acceder al conocimiento del mundo más allá de lo enciclopédico o del acceso a la información que podía escucharse a través de las radiofrecuencias más populares o de la televisión en auge por esos años. 

    En ese momento la visión del intelectual, de las escritoras o los críticos de la cultura, tenía un peso específico como para dar pie a esta revista que presentó lo mismo discusiones sobre arte mexicano que las distintas posturas y testimonios ante el cuestionamiento de cuál era lugar de la mujer en México, de donde se desprende un número en el que participan Margarita Michelena y Silvia Pinal. 

    Son, de alguna forma, espacios para discutir críticamente a partir de las impresiones de sus autores o autoras donde conforman un índice digno de revisión en nuestros días que incluye nombres como el de Heberto Castillo, Gilberto Bosques, Manuel Ávila Camacho López o Beatriz Reyes Nevares. 

    Los Testimonios del Fondo, de 1974, fueron espacios idóneos para expresar disertaciones frente a temas puestos sobre la mesa y formar opinión pública. 

    La colección Testimonios del Fondo incluye propuestas de análisis como las de Raquel Tibol con su acercamiento a Orozco, Rivera, Siqueiros y Tamayo o el de Emilio García Riera, El cine y su público. Aparecen en esa revista especiales sobre José Gorostiza, por ejemplo. Editado por Alfonso Reyes, ese número está conformado por testimonios y escrituras que ofrecen una visión íntima del autor de Muerte sin fin; ocupan un espacio entre esta colección el interés por el pensamiento de las dirigencias políticas a partir de entrevistas realizadas por Edmundo Domínguez Aragonés que propone una visión crítica a idearios de dirigentes políticos y líderes morales de la sociedad mexicana como los de Jesús Reyes Heroles, José Ángel Conchello o el propio Heberto Castillo.

    Entre esos Testimonios del Fondo aparece Raaa Reee Riii Rooo rusia (URSS) de María Luisa Mendoza. La guanajuatense, que murió el 29 de junio de 2018, aparece en este catálogo con un texto pocas veces recogido en sus semblanzas, pero de relevancia cardinal cuando de hablar de la obra de una autora se trata. Por un lado, además de sus publicaciones en Grijalbo o en Joaquín Mortiz, Alfaguara o Tusquets, su inclusión en el FCE hace pensar en María Luisa Mendoza como una escritora -periodista y novelista para ese momento- ocupando un lugar central en la cultura en México. 

    El texto -breve- es una crónica de 62 páginas, incluidas fotografías ilustrativas de la URSS de ese momento. La voz que protagoniza siempre es la de María Luisa Mendoza (hace pensar en aquel testimonio de viaje a la India de Margo Glanz publicado por Sexto Piso, Coronada de moscas en donde se ve a la autora y viajera sufriendo el trayecto, sorprendida por el cambio radical de costumbres, alimentos, hábitos y formas de ver el mundo). Va y viene entre el testimonio, el relato de los días en San Petersburgo y Leningrado, los motivos del viaje -las dificultades para emprenderlo- y sus impresiones de los quince días. 

    Enviada especial de Guillermo Ochoa por parte de El Universal, buscaba dar testimonio de la URSS semanas antes -buscando la primicia- de la gira que habría de emprender por países del este Luis Echeverría, presidente de México en 1973: 

    “se trataba de que yo escribiera diez o quince artículos -uno diario- sobre Rusia (digo Rusia porque es Rusia) antes de que saliera el presidente de mi país, Luis Echeverría, rumbo a Canadá, Europa-URSS-China. En poniendo el pie en el avión presidencial, adiós interés a mis palabras.” (p 8)

    Cuenta, de hecho, las dificultades para conseguir una visa en la embajada soviética. Revela, ahí mismo, que su ida “a un país imaginado blanco pensado, inasible supuesto allá, tan lejos, tan platicado, tan oído, tan recorrido en el mapa de la guerra, tan vivido en mis libros de la adolescencia hasta las cuatro de la mañana” (p. 7) se veía frustrado porque en la embajada, el encargado de emitir visados solo le decía “Niet”.  

    Explica, en la crónica, que intentó por varios medios explicar su misión, pero nada. “Niet” hasta que, en un desayuno con motivo de la entrega de los Arieles, le vino el abracadabra porque le contó a María Esther Zuno sus obstáculos en la embajada y, como hada madrina, hizo uso del famoso telefonazo necesario: 

    “al a hora su amiga la cronista de los periódicos -mi oficio es escribir, señores, es mi pedazo de pan que me llevo a los labios todos los días plena de honor, honor limpio, aunque les cueste más trabajo- tenía visa”. (p. 9)

    No está exenta esta crónica -como es habitual en María Luisa Mendoza- de divagaciones que le son útiles a la autora para parodiar y contrastar su idea sobre Rusia, originada, claro está, en la lectura de novelas como Ana karenina o Crimen y castigo, cuentos de Gogol o historias legendarias como la de Rasputín. Hay que recordar que, sobre todo en De amor y lujo, una de las últimas novelas publicadas por María Luisa Mendoza, la historia gira en torno a la obsesión que tiene una de las protagonistas, Cleotilde, con la dinastía de los Romanov. 

    Es una muestra de cómo el nuevo periodismo tuvo sus estupendas manifestaciones en México. Como la nombraba Carlos Fuentes “la Tom Wolfe de Mexiamora”, hace gala en estas columnas de un testimonio de viaje donde la experiencia personal le es útil para dejar una serie de tableau o retablo de aquel país cuestionado por los embates -a la postre exitosos- de la influencia norteamericana que apostaba por demonizar cualquier información de la nación de Pasternak, Solyenitsin y Shostakovich. 

    En suma, es un texto de María Luisa sobre la URSS que le sienta muy bien al estilo de la autora guanajuatense. Se permite el chismorreo, la estampa, la impresión sincera, también la que se inclina por hablar de lo que ella creía que debía hablar -porque no hay que olvidar que sabía que Luis Echeverría y Esther Zuno sabían de este texto tanto como de las columnas que enviaba a diario durante su estancia-. 

    Así, priva su estilo barroco de siempre en donde, más que conocer san Petersburgo o Leningrado, se asiste a la experiencia de María Luisa Mendoza. Su estilo abrasivo lo puebla todo y es testimonio y experiencia, asociación de ideas y gozoso ir siguiendo a otro en su tránsito por lo hasta ese momento ignoto. 

    La literatura de viajes más que una fotografía de lo que ve la escritora es un testimonio de lo que íntimamente pasa a través y a lo largo de ese tránsito. Por ejemplo, una de las estancias que más llama la atención de la crónica de María Luisa Mendoza es cuando habla de su novela De ausencia, que publicaría en 1974 con relativo éxito y buen recibimiento o eso hacen pensar los testimonios de Sergio Pitol y de Carlos Monsiváis. En la crónica dice: 

    “Estoy terminando mi novela De Ausencia. Allí Ausencia conoce el primer ferrocarril en 1862, sube a un zeppelin en 1920 y debería morir en un Jumbo -o no morir-. La condeno a un trasatlántico haga usted de cuenta el Titánic, porque el jumbo se me escapaba, no lo conocía, y lo otro es cosa de imaginación, es de la detrasidad a la que se le pueden añadir patitas y manitas. Así pues ese barco de vuelo en el que me fui a Rusia, digo, a Amsterdam, me sirvió de Ecuanil.” (p. 27).

    Es decir, estamos ante una escritora que, en la crónica de viaje, también cuenta sus procesos de escritura, su actualidad y sus maneras de resolver dudas de creación. Invita a releer De Ausencia para redescubrir esos detalles que pudieron pasar desapercibidos en una primera lectura. Aporta datos que causan al menos curiosidad de cómo María Luisa Mendoza se acercaba al oficio narrativo a partir de la experiencia personal, en este caso, la de un viaje como enviada especial a la URSS de 1973, un periodo de innegable efervescencia en el ámbito cultural, político e ideológico.


    30 de junio de 2025, 08:49

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