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12/14/2025
¿La Chuya, aúlla?

¿La Chuya, aúlla?

¿Sería María de Jesús Díaz Marmolejo, “La Chuya”, una digna representante de Aguascalientes en la Cámara de Senadores, al ser la portadora de los peores rasgos de la condición humana? No, por supuesto que no.

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    La protagonista de la historia de hoy nació en el municipio de Aguascalientes. Abrió sus ojitos tapatíos en la clínica del PAN. Su madre política es la gobernadora María Teresa Jiménez Esquivel. Estudió la licenciatura en letras en la Universidad del Agropecuario. Obtuvo la maestría en filología en la Universidad de la Industria de la Construcción. Cursó el doctorado del florido lenguaje en Universidad de los Aseadores de Calzado.

    Insatisfecha del cultivado bagaje académico partió a Europa para especializarse en idiomas, empezando por el castellano en la Real Academia de la Lengua, inglés británico en el Reino Unido, francés en la Sorbona de París, y latín en la Pontificia Universidad Gregoriana en la ciudad de las siete colinas, Roma.

    Convertida en toda una poliglota de talla internacional, María de Jesús Díaz Marmolejo, hace sus maletas y regresa a su tierra natal para iniciar una carrera política de 26 años, que la posiciona como la hija predilecta de su progenitora política, quien la impone como diputada local en el distrito XI y la nombra secretaria general del Sindicato Único de Acarreadas del PAN —“movilizadora”, le llama la prensa blanca—, con toda la fuerza presupuestal y material del PAN-Gobierno a su disposición, para hacer la compra de voluntades en las desposeídas colonias del oriente de la ciudad capital.

    Hoy, La Chuya —así se autonombra— es candidata al Senado de la República por la coalición Fuerza y Corazón por México (PAN, PRI Y PRD), llevando como compañero de fórmula al reeleccionista Antonio Martín del Campo Martín del Campo, (Toño para los amiguis), para demostrar que la mezcla del agua y el aceite es posible en la tuberías panistas.

    María de Jesús Díaz Marmolejo (derecha)
    María de Jesús Díaz Marmolejo (derecha)

    La actividad frenética del cerebro durante los intensos días de campaña electoral dejan al descubierto que su blindaje académico es de mentiritas, la reiterada lectura del Manual de Carreño y las (escasas) neuronas, le sirvieron de nada a La Chuya, para hacer de la política un oficio noble, decente y moralmente potente, sobre todo, cuando la contrincante de partido es otra mujer, Martha Cecilia Márquez Alvarado, candidata de Morena a la Presidencia Municipal de Aguascalientes, a quien llamó perra: “Como senadora no hizo nada por Aguascalientes, sólo ladrar”.

    La expanista humillada, a manera de respuesta, recordó que “la boca habla de lo que está lleno el corazón”, y calificó de “lamentable” el pronunciamiento de La Chuya, porque “fui la primera mujer que fue electa senadora en la historia de Aguascalientes, pero he estado marcada por la violencia política en razón de género y lo vuelven a hacer, (los panistas) no entienden, ese es su problema”.

    Del insalubre comportamiento político, el alma humana y el inutilazo diván, Otto Granados escribió el texto La psique de los políticos, publicado en La Razón el lejano 12 de junio de 2013: Hace tiempo, en el mismo pueblo de Connecticut en el que alguna vez vivieron Arshile Gorky, el pintor expresionista abstracto, y el bailarín Mikhail Baryshnikov, murió, a los 102 años, Arnold Hutschnecker. Era un psiquiatra nacido en Austria que emigró a Estados Unidos a mediados del siglo XX y al que fuera de este país seguramente nadie recuerda.

    Para el editorialista aguascalentense es probable que su legado principal no haya sido solo tratar profesionalmente al presidente norteamericano Richard M. Nixon, una tarea en exceso compleja si las hay, sino haber insistido en que los líderes, más allá de lo puramente político, “deberían ser sometidos de antemano a chequeos exhaustivos por parte de médicos y psiquiatras para garantizar que los más brillantes sean también los más sanos mental y moralmente”.

    Las ciencias sociales en México han sido omisas, por ejemplo, en examinar a los presidentes desde un punto de vista psicológico. Rara vez se habla de sus traumas biográficos, entre otras razones porque, supongo, se juzga impúdico entrar a esos terrenos o porque nuestros historiadores no están calificados para manejar este tipo de categoría analítica o porque los medios son más propensos al impresionismo.

    Pero explorar los resortes psicológicos —personales, sociales, familiares— de los políticos debiera ser casi una asignatura obligatoria para elaborar expectativas, saber cómo negociar con ellos, cómo crear una estructura de incentivos tal que los lleve a tomar unas decisiones y no otras, y qué tanta estabilidad poseen para gobernar.

    Otto Granados concluye que gobernar no es sólo asunto de títulos académicos o experiencia política.

    Frecuentemente son mucho más decisivas las complejidades de la personalidad, el cerebro y el carácter, y por ende debieran ser oportunamente reconocidas para maximizar sus bienes y neutralizar sus males.

    ¿Sería María de Jesús Díaz Marmolejo, La Chuya, una digna representante de Aguascalientes en la Cámara de Senadores, al ser la portadora de los peores rasgos de la condición humana? No, por supuesto que no.

    Porque alguien tiene que escribirlo: Moral. Educación. Elegancia. Clase. Y respeto. Los da la naturaleza. No los presta la política.

    marigra1954@gmail.com

    14 de mayo de 2024, 17:37

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