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La inteligencia artificial ha oficializado el mal gusto: Josefina Larragoiti
Josefina Larragoiti es la dueña y fundadora de la editorial Resistencia, que ya tiene en México una historia de 20 años
Josefina Larragoiti es la dueña y fundadora de la editorial Resistencia, que ya tiene en México una historia de 20 años.
Sin embargo, le falta reconocimiento todavía de todo lo que ha hecho como editora al servicio de una empresa que siempre ha optado por lo menos “movido”, dando cabida a dibujantes, ilustradores, cómics, novelistas…
La conozco desde hace mucho tiempo porque ella como diseñadora dio cabida a al regreso de la revista Playboy a México y desde entonces he seguido su carrera de editora, con la convicción firme de que para ella “la cultura nos transforma”.
“El mundo está terrible por todos lados. Y el arte, la literatura, la música, creo que sí nos lleva hacia el origen humano, que hemos ido perdiendo en esta globalización materialística de dinero y dinero. Ser editora también es dejar a un lado el dinero. Cuando no eres un contratado como editora. Creo que es diferente tener un trabajo de empleado, que ser tu propio editor y ser congruente con tus ideas”, declara en entrevista.
Cuenta que en Playboy descubrió el trabajo del editor. “Es una revista que te daba más oportunidad de ser creativo. Claro que yo también era lectora, mi madre lo era. En mi casa siempre hubo libros. Y yo leí, leí mucho”, afirma.
Siempre dice a los diseñadores gráficos que deben empezar a trabajar en una revista. El diseñador aprende a trabajar en equipo. Aprendes a tomar decisiones en equipo también. “Está bien que haya un editor que edita la literatura, pero el gráfico puede cooperar”, expresa.
Le cuento que yo decía que era experta en hacer revistas, cuando hoy no existen las revistas.
“Es cierto, con la inteligencia artificial creo que es de lo más amenazado. En papel ya es imposible. Mucha gente ya está haciendo contenidos desde la inteligencia artificial y no hay proyecciones gráficas. Uno hacía fotografías de los autores. Íbamos a tiendas de música, a sacar las fotos. Armábamos una producción. Ahora le puedes decir a la inteligencia artificial que te haga algo muy mal hecho. La inteligencia artificial ha oficializado el mal gusto”.
La editorial Resistencia es su bastión, pero también Josefina Larragoiti es académica. Da clases en la Universidad Autónoma de México.
Ella no se ve como jubilada, no está haciendo un trabajo por encargo. “Hacemos lo que somos. Entonces podemos morir haciendo lo que somos”, es su convicción.
Josefina no tiene hijos, aunque no ha sido por decisión personal, sino la vida misma, como decía George Clooney cuando le preguntaban por qué no se había casado si ya tenía 50 años.
“Hay que reconocer que ser una mujer independiente, pues tiene otros costos. Sociales y económicos”, afirma.
EL RECONOCIMIENTO ACADÉMICO Y EDITORIAL
Tiene el problema de ser académica y tener una empresa. “Nunca han entendido que puedes ser mejor académico, porque tienes la experiencia en el campo para enseñar. Entonces, siento que es una protección de la misma academia. No entre gente que sea profesional, porque entonces me va a obligar a saber más para ser profesional. Y después, pues esta invisibilización. Por eso mismo hice la maestría ahorita en la pandemia, aproveché. Y ahora iré por el doctorado. Aunque no me reconozcan o no me mencionen en los libros, pues entonces voy a empezar a mencionarme y a mencionar a los que no me mencionan en los libros. Que somos estas personas, somos académicos realmente y somos maestros y demostramos ser buenos maestros”, expresa.
La editora hace referencia a un libro que acaba de salir de Marina Garone: Mujeres y los estudios del libro y la edición en Iberoamérica, donde no están ni Josefina Larragoiti (Resistencia) ni Débora Holtz (Trilce), sólo mirándolo por arriba.
“¿Desde cuándo es posible hablar de mujeres en el mundo del libro? ¿Cómo la historia del libro latinoamericano ha narrado –o no– los aportes que ellas han hecho en el ámbito editorial? Durante siglos, las impresoras, editoras, tipógrafas, encuadernadoras y libreras han sido invisibilizadas o relegadas en los estudios sobre la edición. Esta obra aborda casos, panoramas, problemas, metodologías y fuentes documentales, con el fin de incentivar futuras historias del libro y la edición de Latinoamérica, en las que, de forma articulada y sistemática, las voces de las mujeres sean incluidas, visibilizadas e iluminadas”, dice la contraportada en un texto altamente contradictorio.
“Lo absurdo es que en el libro viene una editora que fue mi alumna. Ella sí está considerada en esa tabla y Resistencia, que es independiente, que es autogestiva y es actual, no está considerada. Deborah Holtz tiene muchísimos años trabajando. Haciendo los libros que sea. Somos gente que hemos mantenido nuestro material a pesar de todo. Pandemia, crisis, críticas, bloqueos. Ahí estamos. No puede ser que no te vean”, reclama Larragoiti.
Este artículo se publicó originalmente en el sitio Maremoto
12 de junio de 2025, 09:17
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