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12/14/2025
Monica-Maristain

La literatura fue para mí un sostén: Beatriz Espejo

Entrevistar a la célebre Beatriz Espejo para la Casa Universitaria del Libro (CASUL) ha sido un verdadero honor

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    La obra de Beatriz Espejo está afincada en el rigor de la prosa y el cuidado de la forma; ha sido concebida bajo el enigma de adónde va y de dónde regresa la memoria al transformarse en literatura. Así lo piensa y escribe el Fondo de Cultura Económica, que ha tenido a bien editarle otra vez Cuentos reunidos, un compendio de su magia al frente de textos tan particulares como patrimonios de un legado valioso.

    “Los cuentos —piensa Beatriz Espejo— son unos taimados y no sólo divierten sino dicen más de lo que dicen; abarcan poco y aprietan mucho, imponen leyes difíciles de cumplir, desechan sin el menor remordimiento todo lo inservible a sus propósitos y se ufanan de que las cosas complicadas parezcan fáciles.” Los recopilados en este volumen son, además, una antología de sueños de mujeres dispuestas a recordar: sueños que se quedaron juntos demandando ser contados.

    Además de los relatos contenidos en Muros de azogue (1979), El cantar del pecador (1993), Alta costura (1997), Todo lo hacemos en familia (2001) y Marilyn en la cama y otros cuentos (2004), a esta nueva edición se suman cinco nuevos cuentos que completan el paisaje narrativo que Beatriz Espejo capturó a lo largo de estas páginas.

    –Al parecer, usted sabe todos los secretos de los cuentos

    –Pues, es muy difícil saber todos los secretos del cuento, pero sí, me he dedicado muchos años a, a estudiarlo, a oír todas las opiniones de grandes cuentistas y a leerlos y a escribirlos. Tengo a la fecha como ochenta cuentos escritos.

    –¿Usted, cada vez que empieza a escribir, piensa, este va a ser un cuento?

    –Tengo un par de novelas y tengo varios ensayos, pero el cuento es para mí fascinante y cada vez que empiezo un cuento, sé exactamente dónde voy a llegar, sé qué tamaño va a tener y el tema generalmente trae consigo los personajes y el ambiente.

    –¿Qué piensa del cuento en sí? Por ejemplo, Ricardo Piglia decía que el cuento siempre lleva dos historias. En el medio, la historia que estaba escondida comienza a ser interesante que la original.

    –Estoy de acuerdo con Piglia. Uno puede escribir un texto, pero si se le olvida al lector, no tiene ningún sentido. Un buen cuento siempre se recuerda y muchas veces se analiza después de haberlo leído.

    –¿Qué piensa del cuento en sí? Por ejemplo, Ricardo Piglia decía que el cuento siempre lleva dos historias. En el medio, la historia que estaba escondida comienza a ser interesante que la original.

    –Estoy de acuerdo con Piglia. Uno puede escribir un texto, pero si se le olvida al lector, no tiene ningún sentido. Un buen cuento siempre se recuerda y muchas veces se analiza después de haberlo leído.

    –¿Qué cuentos usted admira? Por ejemplo, yo pienso mucho en “El nadador”, de John Cheever, me encanta

    –Me gustan mucho los cuentos de Katherine Mansfield, los de Ernest Hemingway, los de William Faulkner, muchos. Los de Chejov, todos.

    –Es cierto que Hemingway y Faulkner son más recordados como narradores. Nos falta leer muchos cuentos de esos escritores clásicos

    –A Faulkner lo leí menos que a Chejov, al que leí muy pronto. Me encanta su estilo. La prueba es que la misma Katherine Mansfield copió uno de sus cuentos, uno que se llama “La niña”, magnífico. Y ella creyó que como en ese tiempo Chejov no era muy leído en Inglaterra, podía tomar el tema y recrearlo. Desde luego, cuando uno compara el de Chejov y el de Maskell, es mucho mejor el de Chejov. Aunque este es una excepción, en realidad, Katherine Mansfield escribe excelentes cuentos.

    –A veces creo, no sé qué le pasa a usted, que los mexicanos cada vez leen más cuentos.

    –¿Le parece a usted? No estoy tan segura, aunque el cuento tiene muchos adeptos. No sé si usted sabe que en Yucatán hay un premio que lleva mi nombre. Cada año llegan a concursar 400 cuentos. Es un verdadero lío leerlos todos. Como también he sido joven y también he sido ambiciosa, leo los 400 cuentos uno por uno para poder premiar al que considero más valioso y ahí he encontrado verdaderas maravillas.

    –¿Quiénes son los mejores cuentistas de México ahora?

    –Es difícil saberlo. No lo sé. Me especializo más en los escritores anteriores. He leído con mucho cuidado a Juan José Arreola, que fue mi maestro, a Juan Rulfo, a Salvador Elizondo. Esther Seligson era buena cuentista. Me gusta mucho Elena Garro, Amparo Dávila, un poco menos Guadalupe Dueñas, aunque tiene mucha fama y sobre todas ellas me gusta Inés Arredondo.

    –Inés Arredondo es una autoridad en el cuento, como usted también, ¿cómo se sentía usted siendo mujer frente a los maestros?

    –Yo no tuve nunca problemas feministas. Tuve un padre que me empujaba a estudiar, una madre que me enseñó a leer, una abuela que me enseñó las primeras letras de una manera muy rudimentaria tomando los editoriales del periódico. Puedo decirle que en todos sentidos tuve una juventud y una infancia muy afortunada. Claro que después tuve grandes dolores en mi vida. Ese es el precio que se paga por vivir tantos años. Y con todo eso trato de seguir trabajando y seguir escribiendo, seguir haciendo entrevistas como esta que hago con usted. Espero morirme pronto, pero después de dejar terminado, un último cuento sobre Miguel Hidalgo.

    –¿Qué piensa de Vindictas, este proyecto de la UNAM que trata de rescatar a esas mujeres que fueron olvidadas en su contexto?

    –Todos esos intentos son muy buenos, porque cada cuentista necesita su espacio. Así que tengo que sentirme partidaria de este proyecto.

    –Le voy a decir que yo estaba un poco enamorada de su esposo

    –Ah, de mi marido. Qué bueno. En realidad, tuvimos muy buen matrimonio por muchos motivos. Primero, porque hablábamos el mismo idioma. Segundo, porque él era crítico y yo cuentista y narradora. Tercero, porque tuvimos un hijo muy lindo. Y cuarto, porque coincidíamos con muchos amigos. Así que nuestra vida fue muy placentera. Y Emmanuel (Carballo) nunca se metía conmigo ni yo con él. Es más, debo decirle que a veces, no siempre, pero de vez en cuando, cuando tenía una duda, me preguntaba más él que yo sobre lo que estaba escribiendo.

    – ¿Hay críticos ahora como era Emmanuel Carballo?

    –Ahora sí que con todo respeto, como dijo usted hace un momento, no creo que haya ningún crítico de esa altura.

    –¿Cómo lo recuerda él?

    –Con mucho amor. Es más, desde que se murió hace 10 años, siento que he perdido una parte de mí misma, pero la vida es así. He tenido que resignarme y seguir trabajando. –¿Cómo escribe sus cuentos? ¿Se levanta a la mañana muy temprano o prefiere la noche? ––­No, yo no soy ave nocturna. Siempre escribo de mañana. Ya sea una novela, un ensayo, lo que sea. Siempre es de mañana. Y lo que sí le digo es que lo corrijo casi todo con frecuencia, varias veces. El único cuento que he escrito sin modificarle ni una coma es “Alta Costura”. No sé si usted lo conoce.

    –Sí, lo conozco.

    –Ese cuento lo escribí de 4 a 6 de la tarde y de un tirón, como si me lo hubieran dictado. –Ahora, los cuentos, uno no los escribe de un tirón

    –No sé cómo lo hagan otras personas, pero yo nunca empiezo un cuento sin saber a dónde voy a ir, sin conocer el final. Es raro cuando he modificado el final. Siempre ya lo llevo escrito desde el principio. Según yo, un cuento aparece en cualquier lado. Y cuando aparece y uno sabe contarlo, tiene generalmente la atmósfera, los personajes, a veces hasta con su nombre. Y un cuento puede uno encontrarlo, no sé, en un recorte de periódico, en una confidencia con una amiga, no me tenga miedo, pero eso que acabo de decir, confidencia con una amiga, así ha sido.

    – Ahora, el cuento es un poco de imaginación, por supuesto, pero al mismo tiempo la imaginación más técnica. No se puede escribir cuentos si no hay una técnica para llevarlo a cabo.

    –Es cierto. He tratado de enseñárselo a mis alumnos, porque el cuento clásico es una especie de ecuación que tiene que tener principio, desarrollo y desenlace. Por supuesto, hay autores que venden el desenlace desde la primera frase, pero la mayoría no. El chiste del cuento, además, es como dice Julio Cortázar, ir alargando la narración hasta llegarlo al final y si se puede, darle una voltereta final. Fíjese que yo siempre tuve la idea de escribir un cuento que terminara con una sola palabra. Esa idea me vino cuando leí “La palabra sagrada”, de José Revueltas. Finalmente lo conseguí. Se llama “El rapto”, que termina con una sola palabra. Debo decirle que alguno de mis cuentos, ese sobre todo, motivó grandes enojos y pleitos. Mi prima, que estaba junto a mí, se sintió aludida y durante diez años no me habla. No me habló. Hoy parece que se terminó ese hechizo y vamos a comer juntas. Otro cuento que también parece que molestó mucho a una amiga mía es uno que se llama “Mientras llovía”. Es un cuento muy viejo, pero pues sí está inspirado en ella.

    –Ahora, un cuento no es una anécdota.

    –Una anécdota es otra cosa. Claro, una anécdota se puede contar sin los tres pasos básicos de los que hablábamos. Un cuento necesita una técnica de principio a fin. Tanto para ir desarrollando el tema como pintar a los personajes, no dejar hebras sueltas, como digo yo. Que todo vaya cerrándose y solamente así se consigue un cuento bueno o por lo menos lo suficientemente bueno para ser impreso.

    –¿Escribe a máquina o escribe manuscrito o escribe en computadora?

    –De las dos maneras. Uno es a máquina. Ya desde que hay computadora, escribo en computadora. Pero algunos cuentos sí los he escrito a mano. Sobre todo tengo tres que todavía no publico ni he corregido que están escritos a mano.

    –¿Qué piensas de la reedición de Cuentos Reunidos?

    –Pues estoy encantada, porque una de las cosas que más me molestan a mí son las erratas. Incluso algún libro mío lo di por muerto porque tenía muchas erratas. Lo acababan de publicar sabiendo que me molestaba eso. Y ya finalmente salió muy limpio. Y este último libro lo leí de cabo a rabo, como decimos y no le encontré ninguna errata. Está muy bien cuidado.

    –¿Tienen nuevos cuentos para un libro, Beatriz?

    –Pues mire, por lo pronto tengo esos tres de los que le hablo. Y si el tiempo me alcanza, pienso terminar otro libro. Si no, me conformo con terminar un libro que estoy escribiendo sobre memorias, en donde Emmanuel aparece muchas veces. Me encanta que usted lo estime. Incluso que me diga que estuvo un poco enamorada de él. Era un hombre guapo, pero además de eso, muy inteligente.

    –¿Qué es el arte para usted?

    –En realidad la literatura para mí ha sido un sostén. Pienso que el arte es benéfico, que es de las cosas buenas y necesarias que existen en el mundo.

    29 de abril de 2025, 00:00

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