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La poesía es la tabla de salvación tremenda que nos da la posibilidad de crear con la palabra: Pura López Colomé
La poeta Pura López Colomé recibirá el Premio Alfonso Reyes en Humanidades 2023. La poesía debe estar ligada a la música. Cuando te topas con un texto sordo casi podría jurarte que no hay mucho fondo ahí. Mientras que cuando te topas con un texto y te abandonas a su musicalidad que te va jalando hacia un pozo, sin importar el peligro de que te ahogues, es porque la poesía tenía algo que decir.
El próximo 9 de abril de 2024, El Colegio de México, en colaboración con la Fundación Colmex, otorgará el Premio Alfonso Reyes en Humanidades 2023 a la destacada poeta, ensayista y traductora Pura López Colomé.
La premiada impartirá la conferencia magistral “La lección multiabarcante del placer literario” y la laudatio estará a cargo del doctor Rafael Olea Franco, profesor-investigador del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios (CELL) de El Colegio de México.
El premio es muy importante y ya lo han ganado personas como Luis Villoro, José Emilio Pacheco(♱) en 2011; Francisco Rico en 2013; Miguel León Portilla(♱) en 2015; Margo Glantz en 2017; Herbert S. Klein en 2019 y Enrique Florescano(♱) en 2021.
Pura López Colomé, nacida el 6 de noviembre de 1952, en Ciudad de México ha traducido a autores como Samuel Beckett, Bertolt Brecht, Hilda Doolittle, Seamus Heaney, Robert Hass, William Carlos Williams, Philip Larkin y Ernest Mandel, entre otros.
Desde muy joven participó en el taller literario de Alicia Reyes en la Capilla Alfonsina. En 1977 le fue otorgado el Premio Nacional Alfonso Reyes para jóvenes escritores, en el área de ensayo, por el trabajo titulado Diálogo socrático en Alfonso Reyes; en 1992 recibió el Premio Nacional de Traducción de Poesía por Isla de las estaciones (Station Island), de Seamus Heaney; en 2008 fue distinguida con el Premio Xavier Villaurrutia por el poemario Santo y seña y, en 2019, recibió el Premio Bellas Artes de Trayectoria Literaria Inés Arredondo, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
Autora de una veintena de obras, entre las que destacan *Afluentes* (Ediciones del Equilibrista-UNAM, 2010), *Escribir poesía en México* (Bonobos-Conaculta, 2010), *Poemas reunidos 1985-2012* (Conaculta, 2013), *Imperfecta semejanza: meditaciones y diálogos en torno a la traducción poética* (UNAM, 2015) e *Imperfecta semejanza II: In Nomine Vocis* (UNAM, 2018).
Satisfecha por este galardón que no hace más que confirmar el hilo que la une a Alfonso Reyes y, por supuesto, a José Emilio Pacheco, le digo que siempre deseamos que los premios a la poesía los gane ella, tan admirada que es por todos.
“Házmela buena”, dice divertida. “Este premio ha sido una sorpresa, puesto que escribo por instrumentos que me son ajenos. Por otro lado, es un gusto increíble porque siempre he admirado al maestro. Desde que estudié la carrera en la UNAM me inscribí en un taller en la Capilla Alfonsina, donde ya no había cupo para lo de Tito Monterroso. Gracias a los buenos oficios de Marco Antonio Campos, que era muy asiduo a la Capilla, tuve lugar en el taller de Alicia Reyes, la hija de Alfonso. Tuve acceso a la biblioteca de él. Alicia había conservado su sillón de lectura, los bastones donde los había dejado, la biblioteca no se había organizado, en ese espacio, pude conocer la obra de Reyes y concursar con un ensayo para jóvenes autores”, que ella ganó, por supuesto.
–Dices no haberte alejado de la obra de Reyes ni tampoco te has alejado de lo que significa ser una poeta. Elsa Cross, Coral Bracho, Tedi López Mills, tú, son vistas como las grandes poetas… Hay polémicas también por los grupos de los poetas…
–Mira, yo nunca he formado parte de ningún grupo. Como si estuvieras de pie ante una carretera y observaras los vehículos pasar frente a ti, sin dejar de caminar tú, así he visto pasar a los grupos que se han ido formando en nuestro país. Por mi propia naturaleza, siempre he tendido al aislamiento. La relación con otros escritores no puedo tener de manera constante, porque me confunde, me enloquece. Yo leo y escribo sin parar. Más bien leo que escribo. No soy como los escritores de ficción que escriben todo el tiempo. La poesía requiere un tipo de atención distinta. ¿Cómo hago para hacer esto sin tener a nadie que me lo recomiende? Cuando uno es un acólito de la poesía uno va leyendo y la lectura te lleva a otro…
–Pero tú sacas libros recientes…
–Sí, tengo la fortuna de contar con un editor que me enorgullece muchísimo, que es el FCE. Para mí es seguir ligada a Alfonso Reyes. Sin él no habría lo que tenemos al alcance gracias al Fondo de Cultura Económica. Tener libros con editores serios, jóvenes, muy diestros en sus quehaceres, con una visión crítica tremenda, me ayuda mucho. De un libro que creo terminado, a mis 72 años, tengo la suerte que los ojos jóvenes vean sobre los que escribo. Desde esos ojos veo la crítica de alguien que está escribiendo completamente de otra manera. Se han disuelto los géneros, no pertenecen al mundo lírico, no comienzan con el impulso lírico, como lo hago yo y lo hacía mi generación…
–La poesía ahora es más narrativa, para poder contar lo que pasa en la realidad…
–gracias a los distintos programas que ha ofrecido la Secretaria de Cultura y que me han solicitado como tutora, la que he aprendido soy yo. Sería guía de los jóvenes, pero ellos terminan siendo guías de uno. Parten de otras cosas, lo que veo muy distintos es la avidez literaria. No la veo tanto en los jóvenes, como que la vida literaria está en ellos mismos. No necesitan volver a Yeats, a Samuel Becket, al enorme caudal de la poesía mexicana, pero no lo leen. La realidad está tan pulverizada que los distrae a los jóvenes y los obliga a estar en ellos y en sus contemporáneos.
–Creo que se está leyendo mucho a Xavier Villaurrutia, lo pondría como excepción
–Sí, es cierto. Leen a Villaurrutia y a Jorge Cuesta, pero es muy difícil encontrarte con un joven que lea a Pellicer. En los últimos dos años he tenido poco contacto con los jóvenes, pero cuando fui su tutora aprendí su firme deseo de romper, de crear un vehículo distinto.
–Cuando el poeta se vuelve grande, al menos grande en uno, se pierden los obstáculos cotidianos de la poesía
–Lo que es muy diferente hoy es que no queremos estar circulando en un vehículo. Estamos todos abiertos a las nuevas maneras de hacer las cosas. Cuando tienes contacto con jóvenes creadores, de quienes están aprovechando el vehículo y no saben cómo moverse y quienes tienen anclaje literario.
–¿Hay una poesía de la madurez, Pura?
–Se va como decantando lo que uno escribe. Yo encuentro que solamente escribo por una necesidad absoluta. Ya no escribo para que no me abandone en medio poético. La visión que engloba lo que vale la pena decir de la realidad aparece en momentos en que merecen expresarse. El impacto de la realidad me puede obligar a reflexionar pero no a escribir. Ya cuando llego a escribir acerca de ese impacto es porque ya ha pasado por filtros tremendos. Me quiero abandonar a la lectura y desde la lectura volver a escribir. Yo me topé con esa novela maravillosa de Maggie O’Farrill, Hamnet, acerca del hijo de William Shakespeare, y de ahí siguió escribiendo otras, encuentro que me enganchan ese tipo de lecturas de una forma increíble. Igual que me engancha la lectura de contemporáneos míos como el irlandés Paul Muldoon.
–El placer de leer tus poemas, ¿lo encuentras también?
–Te puedo dar como ejemplos, cuando leo la poesía de Coral Bracho, cuya poesía siempre me impacta, te lleva al mismo origen expresivo, a la necesidad de escribir porque eso va a tener un efecto. Más basada en la imagen y yo más basada en la musicalidad. La música es la prueba de la existencia de Dios. Todos los poemas somos músicos frustrados, yo quisiera componer los preludios de Schubert y claro, nunca lo haré. La poesía es la tabla de salvación tremenda que nos da la posibilidad de crear con lo que tenemos a mano, con la palabra.
–La poesía tiene una música muy especial
–La poesía debe estar ligada a la música. Cuando te topas con un texto sordo casi podría jurarte que no hay mucho fondo ahí. Mientras que cuando te topas con un texto y te abandonas a su musicalidad que te va jalando hacia un pozo, sin importar el peligro de que te ahogues, es porque la poesía tenía algo que decir.
9 de abril de 2024, 03:57
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