Cuando empecé a leer La espera y la memoria (UANL) de Adriana Dorantes, lo hice con el poema de la madre. Me quedé un rato volviéndolo a recitar y guardando para mí un texto íntimo, casi propio. “Desearé morir el día en que mi madre ya se haya ido”.

Hay muchos otros poemas que destruyen la idea de la familia, una ilusión tan lejana pero que sin embargo México está absorbida por ella.

Bien lo dice Michelle Pérez-Lobo en la contraportada: “En sus páginas habitan un abuelo que hace las veces de padre en las celebraciones escolares; las tías, un racimo de madres; mamá que es cuidadora de hermanas pero también de su hija, mujer proveedora; papá que es sinónimo de oquedad, silencio en las venas. Así, en medio de una constelación de figuras dolientes, se encuentra la voz de una hija de apellidos insondables, quien coexiste con los fantasmas de los parientes difuntos, de las expresiones de cariño que no se enuncian”.

Fuimos a entrevistar a Adriana Dorantes, una poeta y narradora que tiene sentimientos hacia la madre y que lo transmite en su libro.

“La cuestión del padre ausente es importante no sólo a nivel personal sino también en forma recurrente. El hecho de que los padres se pueden desentender de la familia y son las madres las que tienen que soportar. De ahí surge el interés primordial de este libro”, afirma.

“Desearé morir el día en que mi madre ya se haya ido” es la frase que buscamos explicar. “Me llama la atención que hayas puesto atención en este poema. La madre pasa un poco inadvertida por el énfasis que hay sobre el padre al principio. El vínculo con la madre es difícil, no es tan abierto. Sin embargo, subyace esa cuestión de un vínculo que existe aunque no se note. Los que no tenemos hijos, vivimos por nuestras madres”, agrega.

La poesía para ella tiene que ver mucho con la búsqueda de las palabras, aunque no sea una poesía impenetrable.

“He aprendido que la poesía tiene que tener un ritmo, una cadencia en sí misma, he tratado de aprender cómo los poetas usan el lenguaje para decir las cosas”, dice.

“La familia es una ilusión que es sólo apariencia, no es una familia ideal y en mi caso no se cumplió. En mi caso todo fue mi madre y su familia. Yo no entendía por qué nos estaban preguntando tantas cosas en el aeropuerto, de ahí como me empezó a surgir la idea de escribir sobre familias no convencionales. Lo de callar y no explicar que se da en este pacto silencioso extraño y mexicano”, expresa.

“Lo que he tratado de hacer y en algunos poemas se nota más que en otros. El tiempo que me ocupó escribir estos poemas, algunos de los cuales tienen 10 años o cinco y otros están escritos al filo de la imprenta. Ha sido un trabajo de tiempo considerable para no usar las palabras más rebuscadas, pero tratar de acomodarlas bien y decir lo que pienso”, afirma.

La crónica y la poesía parecen ser fáciles para algunos autores, pero Adriana Dorantes sabe que “la poesía no es fácil. Una de las cosas que me gustan de la poesía actual es que no hay una regla fija para lo que deba ser. Claro, no es una salida para los ratos libres”, asegura.

“Fabio Morábito me dijo que no dejara de escribir cuentos, un consejo personal, pues una cosa complementa la otra”, concluye.

Adriana Dorantes nació en la Ciudad de México en 1985. Primer lugar del Certamen Internacional de Poesía Bernardo Ruiz 2009. En 2014 publicó su primer libro de cuentos “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” (2014) y el segundo de poesía: “Entre mares alados” (2014). Obtuvo el segundo lugar en el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero 2015, organizado por Editorial Verso Destierro. En 2016 apareció su tercer libro de poesía “¿No habrá puerta de salida?”