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Lengua Hierba: radiografía lingüística de los pies
La hermana Lourdes, una monja dominica, fue la que me habló de concentrarse en los pies a la hora de la meditación: tobillo, empeine, falanges, plantas: pies, pasos, sostén, andar, hacer camino, ser bípedo
La hermana Lourdes, una monja dominica, fue la que me habló de concentrarse en los pies a la hora de la meditación: tobillo, empeine, falanges, plantas: pies, pasos, sostén, andar, hacer camino, ser bípedo. Hablábamos de la meditación en las mañanas, antes del alba, y nos explicaba que ella mantenía fija la mente en los pies y sus dones. Yo no lo sabía pero meditar así era pensar en campos semánticos.
El libro de Diana del Ángel, Lengua Hierba, notas, interrupciones y ejercicios me ha hecho pensar en esa conversación de hace veinticinco años.
Publicado en 2023 bajo el sello de la cooperativa editorial Heredad contiene poesía que acude a las palabras como metonimia del pensamiento. Este conjunto de textos de Diana del Ángel nombra -porque se vale del lenguaje-, pero en ese nombrar hay una práctica filosófica y rigor dialéctico.
Diana del Ángel escribe una poesía que golpea fisiológicamente, pero no es un efecto retórico sino que se trata de una traslación de ideas a partir de mover el sentido de las palabras, por acomodo, por forma: acumulaciones, traslaciones de sentido, sinestesias, tropos, símiles, juego de raíz y lexema, etimologías e historia de los vocablos, explicación y reflexión ante los significados conocidos, hallazgos insospechados de sentido en ese tránsito.
Pienso que es una muestra de la poesía actual en México que hace del poema un continente de reflexión y deriva en donde la forma se subordina al sentido, el lenguaje es maleable ante la intención-intuición de la poeta.
El lector deberá entregarse al ritmo a través de la materia semántica: pies, camino, zapatos, zapatos rojos, botas de soldado pobre, botitas, descalza, desplazado, andar, andanza, aves sin nido; extensión, librar, parir, acompañar, echar placenta; sedentarismo, ortopedia, podólogo, justicia. Esa mera serie y deriva ya es una promesa de develación y amplitud de sentido. Hablo de un ejercicio constructivo por el cual desarrolla y extrae la materia semántica de las palabras y su relación entre ellas. Noto que mediante combinaciones sintácticas se conforman ideas. Esos movimientos -metonimia del poemario entero- abren las asociaciones posibles que se pueden sustraer al escuchar lo que piensa el poema.
Lo que piensa el poema, eso me interesa. Veo la idea de movimiento y las probables vías semánticas hacia donde la noción de camino puede llevar. El camino o la libertad y opresión; el camino trazado a través del tiempo, que es historia por contar, es decir, conflicto y ejercicio de resistencia tanto como de dominación; el peregrinaje, la migración, el cruce, el desplazado: el principio de los beduinos. La materia: los pies, el andar, el camino, el paso: la filología como explicación de los nombres de las cosas. La repetición de vocablos lleva a la prosa del poemario Lengua Hierba. El relato atomizado en verso libre, acentuado, es el aprendizaje al emprender camino: el yo lírico es un ente en movimiento, a mi ver, una renovación ante la poesía dictada a la mitad del foro de la tradición lírica mexicana más arraigada.
Sugiere esa lección a partir del peregrinaje, la desposesión y los actos libertarios hacia una poesía sin aureola ni oropel. Es un yo lírico de tono medido -firme, crítico, revisionista y grave-, pero alejado del tono crepuscular, bucólico o evocador.
El poemario está vertebrado a partir de una conciencia de la composición en donde se incluye el disgrafismo, la simultaneidad, el dialogismo, la apropiación, el uso de archivo, la reescritura, la variación en la focalización del yo lírico. Conforman un texto denso -y rítmico- que entrega ideas:
“En un reciente Congreso Internacional de Expertos, se estableció que Cristo había sido uno de los primeros podólogos en la historia de la humanidad –porción Occidente–. Según la Biblia, el jueves anterior a su viacrucis y crucifixión, Jesús lavó los pies a sus apóstoles. Siguiendo las sagradas escrituras, Cristo se habría hincado ante doce mundanales hombres –incluido Judas– y con sus manos -próximas a ser clavadas– les habría limpiado los pies de la arena y el cansancio de los caminos de Jerusalén. Los perfumó y finalmente los secó. Verdaderamente así se consagra la profesión dedicada a una de las partes más olvidadas del cuerpo, concluyeron” (p.12)
Si es cierto lo que afirma Montalbetti de que el poema es una operación sobre el lenguaje, Lengua Hierba, notas, interrupciones y ejercicios de Diana del Ángel, a través de sus cadenas metonímicas, asocia la genealogía, la liberación y la noción de ser mujer -especialmente la de Naucalpan, Estado de México y más singularidades que se decantan en el libro-. Habla un yo lírico que opera como pensamiento. Para que se diera esta operación, el texto acude al montaje o al collage del que forman parte fragmentos de archivo, estadísticas, noticias, estampas de la memoria, imágenes de episodios biográficos, juegos de palabras, asociación libre versículos que enhebran historias filiales -con bisabuelas, abuelas, madres, hijas, con mujeres-:
“Mi madre me enseñó a cortar
finamente
la cebolla y las palabras,
enhebrar los días con la ceniza del fuego viejo,
a segmentar los dolores para que no nos falten cada hora,
me adiestró para abrir y cerrar heridas con la misma
mano.
El arte de llorar no se aprende en un día.
También me enseñó a escoger los mangos y los melones por su olor,
los aguacates y mameyes por el tacto,
a las personas por sus silencios
y a dar codazos a discreción en el transporte público.
En suma: me enseñó a aprender.” (p.20)
Lengua Hierba es un arca de la alianza -una vía del conocimiento de la lengua hierba- en la que un yo lírico-heroíco recoge “el abono” de historias y, “con tiempo y tibieza”, deja ver cómo nace en ella -el poder- la palabra hasta tomarla y:
“Comenzar en un punto. Radicalmente. Orientarse a la humedad. Avanzar un fonema o dos. Cada día. Paso a paso, un puente. Impulsos no objetivos. Decidirse por la luz. Precisamente. Diálogo químico. Comenzar en bruto. Múltiples nodos. En tanto red, sobreviviremos. Ápice humilde. Sembrar imposibles. Oxigenar la palabra. Distributivamente. Comunicar la memoria. Reconocer nuestro espejo. Comenzar un mundo. Sencillamente.” (p. 72)
El poema piensa y va de la nominación platónica -que imita a las cosas- a una poesía que acoge entre sus empeños el procedimiento conocido como dianoia, una herramienta del pensamiento en donde nombrar no es un acto adánico o inspirado sino producto del entendimiento y la dialéctica entre ideas: de la piedra que desecharon los constructores hace una piedra angular; las palabras son la morada, pero lo que vemos son las ideas contrastadas, chocando, en una composición o en germinación o en el salir de la hierba a la superficie con solo la humedad y el suelo como elementos formativos -disculpe el lector la metáfora, pero cómo entender cosas o el mundo de la vida sino a partir de la figura de pensamiento-.
Por ejemplo, la idea de la conciencia de clase y una poesía que encuentre el sentido en el cruce geopolítico es uno de los valores en esa densidad que he descrito. Es un poemario que germina y crece, no es etéreo ni viene del rayo. Seduce por ser un continente de pensamiento, de pensamiento crítico atemperado, preciso, pertinente que se vale de la sinécdoque para hilar sus conceptos: discierne a partir de los pies tanto parte del cuerpo como puente con la tierra, la hierba y el camino. Por metonimia y juego sintáctico alcanza una constelación semántica latente: función, historia, forma; derivas, sentidos, interpretaciones.
Experimenta uno el goce de quien acude al despliegue de las inteligencia. Se inscribe en un índice de escritoras que generan una corriente cuya poesía es cerebral, siempre en búsqueda del símbolo detrás de las palabras. Actualizan las convenciones literarias de las tradición lírica mexicana. Eluden la tentación de evocar a través de la mímesis o la exaltación de los sentimientos -más bien adjetiva- para centrarse en la auscultación del lenguaje asumido para renombrar y dar sentido a las cosas por medio del lenguaje atravesado por la conciencia de clase, la revisión histórica, la confrontación de ideas opuestas, la reformulación dialéctica. El resultado redunda en estos otros sentidos, los desplazados o los discriminados o los no vistos antes.
En esta lírica del siglo XXI en México existe la seguridad de estar ante una poesía del pensamiento crítico -en sentido contrario a lo común y a su tradición anterior- en donde, además de Diana del Ángel, están Yolanda Segura con Serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora, Giselle Ruiz con Adolescente de un pueblo perdido, o la reciente ganadora del Premio de Poesía Aguascalientes, Anaclara Muro que firma Princesas para armar.
15 de abril de 2025, 00:00
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