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Personas como yo estamos en shock ante lo que está pasando en USA con el trumpismo: Vivian Gornick
Fue el desarrollo del feminismo el que permitió que muchas mujeres tuvieran ese tipo de pensamientos
Ciudad de México, la gran feminista del mundo, Vivian Gornick se encuentra en Madrid, donde transcurre la Feria del Libro. Ha dado muchas entrevista y una de nuestras favoritas es la que le ha realizado el periodista Javier del Pino para su programa A vivir que son dos días (Cadena SER).
Periodista, ensayista, escritora y activista feminista estadounidense e hija de inmigrantes habla sobre el genocidio en Gaza, el auge de movimientos reaccionarios como el de Donald Trump y Elon Musk y su experiencia al ser hija de inmigrantes en Estados Unidos.
Presenta también su nuevo libro, Por qué algunos hombres odian a las mujeres (Sexto Piso), en realidad es una reedición que incluye un nuevo prólogo de la autora, Gornick utiliza desde las conversaciones aparentemente triviales en una peluquería del Midtown hasta las disputas ideológicas dentro del movimiento para capturar el pulso de una transformación histórica. Además, analiza cómo se construye el poder masculino y se transmite la sumisión femenina, reflexiona sobre las diferencias entre las olas feministas y denuncia la misoginia soterrada —y no tan soterrada— en autores consagrados como Norman Mailer, Saul Bellow o Philip Roth. Sobre todas las cosas, defiende el valor político del testimonio personal en los grupos de autoconciencia, donde lo privado se vuelve revolución.
–Neoyorquina como nadie
– Sí, nací y crecí en el Bronx
– ¿Echa de menos haber sabido más sobre sus raíces, Ucrania, Israel?
–No, no, esas no son mis raíces, no siento eso en absoluto. Mi madre nació en Ucrania, llegó a los Estados Unidos cuando tenía ocho años. Entonces, por supuesto, yo me crié como la hija de inmigrantes judíos de clase obrera, eso es verdad, pero yo no me sentía ucraniana, ni que nada de eso fuera parte de mis raíces. Quizá ella sí lo sintiese y muchos americanos, es muy probable que se sientan así, pero yo no.
–Claro, pero sus padres, y usted lo cuenta en uno de sus libros, eran inmigrantes. ¿Cómo recuerda aquella necesidad de incorporarse a un país que no era nuevo para ellos?
–Es una experiencia estadounidense tan común ser hijo de inmigrantes. Es algo que se asocia instantáneamente con los inicios de Estados Unidos. En mi vecindario, en mi barrio, estaba lleno de personas que eran como mis padres. Yo crecía con niños cuyos padres eran inmigrantes, generalmente eran europeos o de otras partes del mundo. Todos teníamos un trasfondo muy común y en el colegio se nos americanizaba desde los seis años de edad. Y como todos los niños americanos, era muy consciente del hecho de que el inglés no era el primer idioma de mis padres. Lo cierto es que ellos aprendieron inglés rapidísimamente y teníamos tres idiomas en casa, inglés, el yidish y el ruso. Realmente no sé muy bien cómo lo hacen los inmigrantes en otros países, pero en Estados Unidos la tendencia a la americanización fue muy fuerte y muy rápida. Siempre había un niño en cualquier familia que aprendía inglés rápidamente y se convertía en el intérprete de toda la familia, en el traductor o traductora y esa ha sido mi experiencia.
–Estamos con Vivian Gornick, que es periodista, escritora, una de las feministas de referencia más importantes en Estados Unidos, autora de libros memorables como Apegos feroces o Por qué algunos hombres odian a las mujeres, editados en español por Sexto Piso. En ese libro, Apegos feroces, usted hablaba mucho de su madre. ¿Cómo fue la relación con su madre?
–Mi madre y yo estábamos psicológicamente enredadas. La cuestión del amor es una cuestión difícil de responder, pero estábamos totalmente enredadas la una con la otra. Cuando me hice feminista, yo, como otras tantas miles, al menos en Estados Unidos, estábamos empezando a pensar en cómo conseguimos ser las mujeres en las que nos convertimos, cómo llegamos a valorar lo que valorábamos y cómo llegamos a tener las vidas que esperábamos tener. Nos dimos cuenta rápidamente de que nuestras madres tenían mucho que ver con esto. Cuando yo era pequeña, mi madre me decía, eres una niña muy lista y a todo el mundo le gusta que las niñas sean listas, pero no demasiado. Crecí escuchándola decir, piensa en dos párrafos, pero no en tres y que ningún hombre va a querer una mujer que sea demasiado lista o más lista que él. Y eso lo veía en mi padre, lo veía en mi hermano, lo veía en los vecinos. En los 70, de repente, como feminista, te veías repensando todas estas historias y que todo esto se filtraba a través de la madre. Y luego más adelante empezábamos a pensar que realmente había dos tipos de madres. Un tipo decía, yo no conseguí salir, pero tú sí. Y el otro tipo de madre decía, no conseguí salir y tú tampoco lo vas a conseguir. Era una cuestión de temperamento o era cómo se sentían ellas acerca de sí mismas. Y en esencia, mi madre me decía, yo no conseguí salir y tú tampoco lo vas a conseguir, lo que generó mucho drama en mi vida, pero como feminista, ese drama se hizo algo disponible para mí, empecé a verlo, empecé a pensar en ello. Y una vez que lo conseguí, empecé a sentir muchísima empatía con toda la situación. No necesariamente con empatía entre nosotras, sino con la situación. Así es como me enseñé a escribir. Cuando escribí ese libro, Apegos feroces, me di cuenta de que esa empatía era necesaria para poder escribir. Entonces también aprendí lo que aprendí a valorar muchísimo en la vida, cuando me di cuenta de que yo era una escritora de no ficción, que una narradora de no ficción tiene que ser una voz confiable, no como en la ficción, donde puedes tener un narrador no fiable que está contando la historia, la historia que tiene que ser contada, pero en el caso de una escritora de no ficción o escritora de memorias, que es lo que yo hacía, tiene que ser totalmente fiable. Y la única manera de serlo es no permitir que esa empatía llegue al narrador. Es decir, una tarea que me propuse muy pronto fue que jamás me haría empática a costa de la narradora. ¿Sabes a lo que me refiero? Es decir, nunca contar una historia en la que apareciera como la ganadora. No por motivos morales, sino por motivos literarios. Sabía instintivamente que ningún lector confiaría en una narradora que se hiciera una imagen correcta de sí misma a las expensas del narrador.
–Cuenta por ejemplo en uno de sus libros, no recuerdo en cuál, como esa mujer que le cuenta a una amiga que un día le dice a su marido los dos trabajamos, los dos nos cansamos lo mismo, los dos ganamos dinero, pero sólo yo cuido de los niños, sólo yo frío los platos. Y cómo ella sin saberlo se está convirtiendo en una feminista. Y esto es el concepto de la autoconciencia. ¿Nos puede explicar qué papel juega la autoconciencia en la generación de ese feminismo?
–Bueno, yo creo que funcionaba al revés. Fue el desarrollo del feminismo el que permitió que muchas mujeres tuvieran ese tipo de pensamientos. Desde hace muchísimo tiempo las mujeres llevan diciendo estoy haciendo todo el trabajo sucio yo. Desde que era pequeña yo he escuchado a mujeres quejarse de esto. Yo lo hago todo, él no hace nada. Pero no significaba nada sin un movimiento detrás, sin una teoría, sin un análisis que se convirtiera en algo político. ¿Y cómo explicar el surgimiento de eso? No soy capaz de hacerlo. Puedo trazar el origen del movimiento a los 60 e incluso antes y muy importante también fue el fracaso americano en Vietnam, que causó una grandísima crisis en la clase media. Cuando la clase media dejó de tener fe en sí misma, todo tipo de problemas y de conflictos surgieron y llegaron a la superficie. Siempre es así, con el tema de los derechos de las mujeres siempre ha sido así. En América los derechos civiles florecieron en el camino hacia esa guerra civil que vivimos y en cada periodo ha sido así. La revolución francesa produjo a Mary Wollstonecraft y la reivindicación de los derechos de la mujer. Todos los periodos críticos de la civilización en los últimos 200 años resultan el surgimiento de derechos civiles, en este caso de la mujer. Durante estos años hubo un crecimiento de falta de satisfacción en los Estados Unidos y de ahí surgió y luego 40 años más tarde el #MeToo. De ahí salió la lucha por los derechos de la mujer, el feminismo como lo conocemos hoy. Y ahí estábamos todas preparadas para que se encendiera una luz en nuestras cabezas. Recuerdo perfectamente el momento en el que me ocurrió a mí, tenía 30 y pocos años, un matrimonio muy infeliz, no sabía qué hacer conmigo misma, a dónde ir, qué pensar. Iba a la deriva y de repente pensé, ¿realmente podría ocupar todo este vacío con algo? Y de repente de la noche a la mañana surgió esto. Es algo que nos pasó a muchas así. No hay una manera fácil de explicar por qué se consigue ese momento, pero de repente cuando llega ya está ahí.
–En personajes, el modelo tipo Elon Musk, este modelo de hombre lleno de testosterona, generalmente vinculado a la extrema derecha, ¿hay un riesgo de un renacimiento de ese machismo acérrimo?
–Personas como yo estamos en shock ante lo que está pasando en USA con el trumpismo. A Elon Musk, a estas personas, nosotros los consideramos como bárbaros. Elon Musk es una persona ignorante que está llevando a Estados Unidos hacia un autoritarismo que yo jamás había soñado que iba a ver en mi vida. Y esto ha sido un shock constante durante los últimos años para millones de personas que piensan como yo. El país está totalmente dividido. Es una sociedad muy fracturada ahora mismo. Entonces, para los que son trumpistas es como si nosotros viviéramos en la Luna. Y para mí es al revés.
–Usted tiene esa ascendencia y me pregunto cómo contempla lo que está ocurriendo ahora. Tengo que pedirle su opinión sobre ello.
–Es verdad que soy judía, pero no tengo raíces judías. Israel no es un país con el que yo sienta ningún apego. Ahora estoy horrorizada por la acción de Israel. No soy sionista, soy judía, pero de ninguna manera quiero ver que Israel quede derrotado o se elimine como país, pero no soy sionista, no soy fan del Estado israelita como tal. Y al igual que otras personas, estoy profundamente horrorizada por lo que está ocurriendo en Gaza. Y profundamente apenada por las decisiones que se están tomando. En ese sentido, mi situación de judía me ha hecho desear ver a Israel actuar como un país moralmente superior a cómo se está comportando ahora mismo. Y como muchos israelitas que están viviendo esta situación, hay muchísima población en Israel que son progresistas y que sienten una profunda decepción por lo que está ocurriendo. Me hubiera gustado ver mejores acciones por parte de ese país, sin lugar a dudas, pero no siento un apego especial por ese país. Como la mayoría de los liberales del mundo, estoy horrorizada con lo que está pasando en Gaza.
Este texto fue publicado originalmente en el sitio Maremoto
3 de junio de 2025, 09:52
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