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12/5/2025
Monica-Maristain

Ser escritora mexicana hoy: Gilma Luque, Camila Villegas y Alma Mancilla en diálogo

Hablar de literatura mexicana en un país donde se premia a autoras extranjeras es mirar un espejo con grietas

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    Hablar de literatura mexicana en un país donde se premia a autoras extranjeras es mirar un espejo con grietas. Con Gioconda Belli, Fernanda Trías e Irene Vallejo en los titulares, surge una pregunta urgente: ¿se reconoce de verdad a las escritoras mexicanas? En una conversación abierta, Gilma Luque, Camila Villegas y Alma Mancilla comparten lo que significa escribir —y sobrevivir— en ese paisaje desigual.

    Alma Mancilla habla desde la distancia y el regreso. “Yo soy una escritora del exilio”, dice. “Pasé veinte años fuera y casi todo lo que escribí lo hice lejos de México. Me sigo sintiendo una recién llegada. Leo a mexicanas, claro, pero mi relación con el medio literario es ajena, porque durante años estuve mirando el país desde afuera”. Esa lejanía la ha hecho observar sin la carga de las alianzas y las tensiones locales, con la libertad —y la soledad— de quien escribe desde otro lugar.

    Camila Villegas, en cambio, escribe desde el enamoramiento de su propio país. “Yo amo profundamente a México y eso marca mi teatro y mi literatura. Me interesa el México que a veces no miramos. Ser mexicana determina lo que escribo. Como lectora, me emociona leer a las mexicanas. Me pregunto por qué no hemos sido más reconocidas, por qué cuesta tanto que se nos vea”. La autora de Lo demás es silencio confiesa que su entusiasmo lector hacia las voces femeninas mexicanas le da un orgullo que va más allá del mercado. “A mí me están hablando directamente. Esa emoción es lo que me hace sentirme parte de algo, aunque no tenga nombre”.

    Gilma Luque lo dice con claridad: “Se escribe desde donde uno está, desde la colonia, la familia, el país. Eso ya hace una literatura mexicana. Somos mujeres, y eso atraviesa la escritura, pero también hay una línea editorial que sigue siendo muy masculina. Aunque haya muchas editoras, quienes deciden qué se publica y qué no suelen ser hombres. Las editoriales forman lectores, moldean el gusto, y muchas veces eligen más por lo comercial que por lo literario”.

    Cuando la conversación gira hacia el mercado, las tres coinciden en que no es el talento lo que determina la visibilidad. Mancilla lo plantea sin rodeos: “Yo creía que bastaba escribir bien. No. Hay criterios extraliterarios, estrategias, temas de moda, campañas. Hay autores que parecen romperla de la noche a la mañana, pero eso no tiene que ver con la calidad, sino con lo que hay detrás”.

    Camila Villegas complementa: “Hay una incompatibilidad entre el objetivo del creador y el del editor. Nosotras buscamos la calidad literaria, las editoriales buscan ventas. Tendríamos que repensar esas estrategias, porque si las editoriales mexicanas no apuestan por la literatura mexicana, ¿quién lo hará?”.

    Gilma, autora de El hombre en el jardín (Hachette) por su parte, se detiene en el fenómeno de la autopromoción: “Ahora hasta en los contratos te piden promocionarte. Te mandan listas de youtubers, te dicen que subas videos. Eso va contra el carácter del escritor, que necesita soledad. Me resulta pesado, porque siento que la literatura y el mercado hablan idiomas distintos”.

    A pesar de todo, las tres han encontrado sus lectores por caminos más orgánicos. “Prefiero los clubes de lectura —dice Mancilla—, donde hay diálogo real. Las presentaciones son un ritual donde nadie dice nada malo y todos aplauden. En cambio, cuando hablas con lectores, se produce otra cosa, una conversación viva”. Gilma coincide: “Uno encuentra sus nichos. Cuando escribes lo que de verdad te obsesiona, los lectores llegan. No son muchos, pero son fieles”.

    Hablar de la escritura es, para las tres, hablar de un trabajo largo y obsesivo. Gilma Luque confiesa: “Me habitan las mismas obsesiones: el amor, la muerte, la enfermedad, la madre. Leo mucho más de lo que escribo. Tengo versiones, fechas, cuadernos llenos de notas. Es un proceso largo, de búsqueda. Cuando el libro sale, me siento abrumada. Pero sé que soy escritora porque escribo, y porque cada vez quiero hacerlo mejor”.

    Camila Villegas se ríe al admitir que no puede responder a la pregunta “¿de qué trata tu novela?”. “No me interesa eso. Me interesa cómo se siente. Escribo desde la emoción. A veces pasan años escribiendo sin escribir, hasta que algo se vuelve inevitable. Lo que tiene una novela no está en la trama, sino en ese soplo que la anima”.

    Alma Mancilla, por su parte, vuelve al oficio con una mezcla de método y fe: “Sigo sintiendo la misma duda y el mismo asombro ante cada página. Vengo del mundo académico y soy racional, pero creo en la intuición. El proceso me sigue pareciendo un misterio. Cuando deje de disfrutarlo, sabré que ya terminé”.

    Antes de despedirse, se les pregunta por el llamado “boom” de las mujeres escritoras y si se sienten parte de él. Las tres responden sin vacilar. “Uno no elige si está o no está —dice Gilma—. Lo que elige es lo que escribe. Hay que escribir lo que una necesita escribir, sin dictados ni cuotas. No quiero estar en un boom, quiero escribir bien. Quiero poder criticar sin miedo, porque parece que si opinas te pones en contra de otras mujeres. Hay que apoyarnos, sí, pero también ser críticas”.

    Camila asiente: “No escribo para pertenecer a un grupo. Escribo lo que me duele o me mueve. Si coincide con un tema en boga, fue casualidad. El problema no es la maternidad o la discriminación, sino creer que eso define toda la literatura escrita por mujeres. Necesitamos análisis más serios, no etiquetas.”

    Alma Mancilla cierra el círculo: “Yo escribo sobre maternidad o brujas porque me interesan desde hace mucho, no porque estén de moda. Me sorprende ver cómo ciertos temas se vuelven tendencia. Tengo libros que no encuentran editor porque no son ‘del momento’, pero prefiero eso a escribir lo que no siento. Hay que seguir escribiendo desde la honestidad, aunque el aire sople para otro lado.”

    Las tres sonríen al final. No hay certezas, salvo una: se escribe desde donde se está. Desde el amor, la rabia o el exilio. Desde un país que a veces no las mira, pero al que siguen dándole palabras.

    11 de noviembre de 2025, 13:48

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