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Valeria Márquez: la violencia como espectáculo en redes y medios
Vi el video. No porque lo buscara, sino porque Facebook decidió mostrármelo en uno de sus reels
Vi el video. No porque lo buscara, sino porque Facebook decidió mostrármelo en uno de sus reels. No era un reportaje, ni una pieza informativa con advertencias de contenido. Era simplemente el asesinato de una joven mujer, Valeria Márquez, acribillada en su propio salón de belleza mientras transmitía en vivo por TikTok.
No pude apartar la mirada. No por morbo, sino por el horror de constatar, una vez más, la descomposición de nuestro ecosistema digital.
Desde entonces, los algoritmos de esa misma red social me siguen mostrando más videos sobre Valeria: grabaciones de su vida, especulaciones de usuarios, repeticiones de su muerte desde ángulos distintos. Y lo más nauseabundo: comentarios que insinúan que “se lo buscó”, que “algo habría hecho”, que “quién le manda involucrarse con las personas equivocadas”. Como si vivir, emprender, relacionarse con alguien, justificara la ejecución de una mujer a sangre fría.
Valeria Márquez tenía 23 años. Era influencer, modelo, empresaria. No era la primera, ni lamentablemente será la última, en morir víctima de un feminicidio, convertido en circo mediático, de esos que no sólo asesinan cuerpos, sino que violan memorias, dignidades e imágenes a través de su repetición infinita en las plataformas. El suyo, desafortunadamente, es otro caso paradigmático por la forma en que se ha amplificado en redes sin control, sin freno, sin ética.
Las grandes plataformas digitales -TikTok, Facebook, Instagram, X- tienen “términos y condiciones” que prometen protegernos de la violencia. Dicen que sus algoritmos cuidan la salud mental de los usuarios y los derechos humanos. Mentira. Basta con un clic, con un par de segundos en un reel, para quedar atrapados en una espiral de contenidos morbosos, que se replican, se monetizan y se viralizan como si la pérdida de una vida fuera un simple entretenimiento.
Las empresas no rinden cuentas de esto. No explican por qué no se ha detenido la difusión cruel de un asesinato y por qué no han sido suspendidas miles de publicaciones que lucran con la imagen de Valeria. ¿Cuántas personas han visto ese crimen sin haberlo deseado? ¿cuántos menores de edad lo han presenciado y con qué impacto? ¿cuántas veces más debemos repetir este patrón de impunidad digital?
Medios de comunicación tradicionales también han sido cómplices. Muchos han difundido el video o fragmentos del mismo. Otros han sugerido vínculos sin pruebas entre Valeria y redes criminales. Eso no es periodismo: es complicidad con la violencia estructural contra las mujeres. Es revictimización y nota roja.
Hemos fallado como sociedad. Fallan las plataformas, fallan los medios, falla el Estado.
México tiene leyes: la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la Ley de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, entre otras. Pero ninguna prevé cómo una joven asesinada en vivo puede ser exhibida y denigrada por millones de personas sin consecuencias. Ninguna se ha actualizado para actuar en tiempo real, para detener reproducciones con contenido violento, para responsabilizar a plataformas tecnológicas que operan con total impunidad, al amparo de una “libertad de expresión” prácticamente sin límites, que por cierto defienden con tanto ahínco ciertas organizaciones.
No hay mecanismos de emergencia digital. No hay fiscalías con herramientas para frenar esta violencia. No hay autoridad que exija a Meta o TikTok rendición de cuentas por este caso. Y lo más grave: no hay voluntad política-empresarial para hacerlo.
Valeria no murió una sola vez. La aniquilaron también los algoritmos, los likes, los comentarios irresponsables, las especulaciones, las omisiones, la sociedad del espectáculo que normaliza y hace apología de la violencia también en canciones y series.
Como comunicadores, como defensores de derechos humanos, como audiencias nos corresponde exigir justicia, no sólo penal por el delito cometido y por los miles de feminicidios, sino también para que los medios y las plataformas digitales actúen con visión de derechos humanos, con ética y responsabilidad.
Si como país no le entramos, en serio, a la regulación de las plataformas digitales en este ámbito tan delicado y a una verdadera alfabetización mediática e informacional, lo ocurrido con Valeria será sólo otro expediente más en el cementerio de la indignación efímera. Y mañana, los algoritmos nos mostrarán, sin rubor alguno, otra muerte, otro horror, otra mujer que “se lo buscó”. Indignante.
NAVEGANDO POR EL ÉTER
Estados Unidos legisla contra los *deepfakes* sexuales
Este lunes, el presidente Donald Trump promulgó en Estados Unidos la Take It Down Act, una ley federal que penaliza la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, incluyendo aquellas creadas con inteligencia artificial, como los *deepfakes* pornográficos. La norma impone penas de hasta tres años de cárcel y obliga a las plataformas a retirar el contenido denunciado en un plazo máximo de 48 horas, bajo supervisión de la Comisión Federal de Comercio. El dato que no muchos mencionan: México dejó huella en esta legislación. Olimpia Coral Melo, impulsora de la “Ley Olimpia” afirmó en redes sociales que el movimiento que encabeza fue uno de los grupos que colaboraron en el diseño y cabildeo de esta nueva ley estadounidense. Enhorabuena.
20 de mayo de 2025, 10:00
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