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Una Celaya sin gobierno se hunde en una ola de violencia indiscriminada
Después de dos años difíciles en la ciudad del Laja, este mes de enero el miedo se volvió terror y los asesinatos, casi una costumbre
El ventarrón tira una veladora y levanta la tierra que los vecinos regaron para tapar la sangre que quedó en el arroyo de la calle y el camellón de la Avenida Tresguerras en Celaya, a la altura de la casa con el número 700, pintada de color verde claro.
Esa noche del 25 de enero, allí mataron a siete personas, entre ellas una pareja y su hijo pequeño. Fue uno de los fines de semana más violentos que ha tocado vivir a esta ciudad, y ahora las calles lucen así, vacías y silenciosas.
Porque si los dos últimos años habían sido particularmente difíciles para Celaya y otras ciudades del corredor industrial de Guanajuato -el estado a la cabeza de la violencia homicida en el país durante 2018 y 2019-, este mes de enero el miedo se volvió terror y los asesinatos, casi una costumbre.
Todavía sin conocerse la cifra del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública correspondiente al mes que terminó, los recuentos periodísticos y los reportes diarios de la Fiscalía general del estado confirman números estratosféricos.
El periódico AM contó 421 personas asesinadas violentamente en 28 días de los 31 de enero; 60 de estos homicidios se cometieron en Celaya; otros 65 en Irapuato; 56 en León y 55 en Salamanca, todas ciudades del corredor industrial.
Ese fin de semana entre el 24 y el 26 de enero, hubo 60 víctimas de homicidios dolosos en total en 14 municipios, de acuerdo con los reportes de la Fiscalía general del estado y los partes de policía de los municipios. Y fue uno de los más sangrientos en Celaya: 18 personas fueron asesinadas.
Desde esa noche del 25, no volvió a verse más el carrito del taquero que se colocaba afuera de la casa del 700 en la Avenida Tresguerras.
Cuando los peritos de la Fiscalía general del estado se llevaron los cuerpos, los vecinos sacaron veladoras y las encendieron. Hay una en la banqueta de la casa del 700; siete sobre el camellón; otra enfrente, junto a una vieja camioneta; una más a pocos metros, muy cerca del remolque del “Dragón”, un juego mecánico infantil que permanece estacionado en la calle, en espera de mejores tiempos.
Ya todas están apagadas.

Esa noche, las primeras versiones oficiales que se dieron apuntaron a que algún grupo de sicarios había llegado a ese punto de la avenida y disparó a algunos de los hombres que estaban en esa cuadra, entre el puesto de tacos y la banqueta.
Esas balas, aparentemente, habían alcanzado a personas que por diversas circunstancias estaban en el mismo lugar. Y que agentes de la Guardia Nacional que patrullaban cerca habían alcanzado a llegar cuando los sicarios todavía hacían disparos. Incluso, que una unidad de la Guardia había alcanzado a recibir algunos de esos balazos antes de que los sicarios huyeran.
Pero no fue así. Fuentes policiacas aseguraron a la reportera que los siete civiles muertos en este punto de la ciudad quedaron en el fuego surgido de una persecución entre sicarios y los agentes de la Guardia Nacional. Que los siete estaban en la calle conviviendo, sentados platicando en la banqueta, cenando tacos, caminando a la tienda, expuestos a las balas destinadas a otros.
Brayan Herrera Cuevas tenía 23 años de edad y era despachador en una gasolinera; Fabiola, de 25 años, era su esposa -una ama de casa-. Llevaban a Brayan Antuan, su hijo de cuatro años, quien quedó sin vida sobre las piernas de su mamá. Otra de las víctimas, Rogelio Torres Medina era panadero. Todos vivían por la avenida o en la zona.
Los vecinos escucharon un primer momento de disparos; después hubo un instante de silencio y luego otras ráfagas.
El dueño del “Dragón” no estaba ese sábado en su casa. Había llevado algunos de sus juegos mecánicos a un rancho vecino que tenía fiesta “porque iba a llegar la Virgen”; salió temprano el sábado para apartar un lugar para la celebración del domingo.
Regresó el domingo en la noche y lo primero que vio fueron las veladoras en la calle. Luego, las marcas de las balas en la camioneta que dejó estacionada en el frente de su casa.
Su esposa se había quedado en la casa cuidando a uno de sus hijos enfermo. La recámara está pegada a la calle y estaban viendo la televisión; cuando escucharon los primeros disparos, apenas alcanzaron a meterse debajo la cama. Cuando llegó el silencio, corrieron a casa de una vecina y allí se quedaron hasta que el hombre regresó.
“Teníamos la cama en la puertita, pegada a la pared, atrás de la ventana. Ya la cambiamos”, dijo a la reportera. “Si la camioneta no hubiera estado allí no sé qué hubiera pasado. Mire cómo quedó la fachada”, y apunta a las huellas sobre la pintura, un camino de pólvora.
Por eso, decidió ya no mover el vehículo. “Es una protección. Ya hasta tengo ganas de comprar una de esas viejas, de las ‘bimberas”, dice a la reportera.

El hombre carga su propio infortunio a causa de esta violencia siempre atribuida a los cárteles, recrudecida -como ha ocurrido en otros estados del país después de 2006- con la incursión de inteligencia y operación de las fuerzas federales, la Marina, el Ejército…
“Estoy curando a mi muchacho de espanto; a las cinco de la tarde salimos a comprar lo que falte y ya nos encerramos”.
El hombre dejó de ir todos los días a los ranchos y las colonias con sus juegos mecánicos; ahora sólo sale dos días de la semana, para irla pasando.
“Está muy canijo donde quiera. Antes íbamos a todos los ranchos, los de Apaseo el Grande, el Alto, de aquí. El año pasado me robaron en uno de los ranchos de Apaseo el Grande. Fui al ministerio público a denunciar, regresé como cinco veces, a vuelta y vuelta y ni pasó nada. Me cansé”.
Entonces, a aquellos rumbos ya no vuelve.
Los sellos del “Marro”
Maestros y maestras de Celaya y algunos de los municipios cercanos -como Villagrán y los Apaseos- consultados por la reportera, describieron otros impactos, los que viven a diario en las escuelas de las ciudades y las comunidades, donde la deserción es ya palpable.
“En algunas escuelas, los niños llegan enseñando sellitos del Cártel de Santa Rosa en el cuerpo, como si fueran tatuajes, y dicen que pertenecen a una banda del “Marro”, dijo un profesor consultado, cuya identidad se reserva por seguridad.
“A nosotros sólo nos queda hacer nuestro trabajo y cuidarnos; estarnos avisando, comunicando. Todos los días nos preguntamos unos a otros si no se han suspendido clases en algunas zonas, si ha pasado algo, si ya llegamos, si ya salimos. Uno sigue trabajando, pero está con el temor”.
Otras maestras han visto cómo madres de familia llegan a la escuela para llevarse a sus hijos y no regresan más.
“Hay disminución de la matrícula y se evidenció más en el inicio del ciclo escolar en agosto. Hay escuelas que están disminuyendo el número de grupos. Por ejemplo, en la colonia Ejidal, que es de las zonas peligrosas, llegan mamás por sus hijos porque se tienen que ir, de plano emigrar, porque les mataron al esposo o porque las familias son amenazadas”.
Eso pasa en la zona urbana, o en localidades como Roque o Yustis.
En la vida cotidiana de las y los celayenses, el último año ha implicado cambiar la rutina, las rutas de trabajo, horarios.

Una noche de fines de julio, las ráfagas de armas largas se escucharon en el Eje Norponiente, por la colonia La Capilla. La fachada de un establecimiento de venta de materiales para construcción quedó marcada por las numerosas balas, pero también por un mensaje que fue colocado en el exterior.
Era el aviso del “cobro de piso”.
A principios de octubre, tocó el turno a una refaccionaria de la colonia Residencial Celaya, en la calle Mutualismo.
El 19 de septiembre, en uno de los incidentes que más impactaron a Celaya fue el ataque a la agencia de autos Ford Montes, ubicada sobre la Avenida Adolfo López Mateos. Los amplios ventanales del imponente edificio, a través de los cuales lucían los modelos del año, quedaron convertidos en polvo brillante sobre la banqueta.
Los ventanales fueron repuestos, pero el negocio no. Los autos fueron retirados, el local fue vaciado. Desde entonces, sólo hay un guardia.
Enfrente, del otro lado de la avenida, está el bar “La Shula”, a donde en la madrugada del 19 de enero pasado entró un comando con la consigna de disparar; el grupo mató a una joven mesera y a un cliente e hirió a otras ocho personas.
Ese bar había estado cerrado por un tiempo -no era el primer incidente violento que ocurría-. Ese fin de semana era reabierto a los clientes. Ahora está clausurado.
Unos cuantos metros más adelante, una bodega de cemento luce con los muros marcados por grafitti, después de semanas de permanecer cerrada. Sus propietarios también fueron amenazados.
Este mes de enero, otros antros han ido cerrando también, como el “Drink City Bar Celaya”, ubicado en Avenida Bosques de Chapultepec esquina con Diego Rivera, en la colonia Arboledas, que el 9 de enero avisó en su página de Facebook:
“Estimada clientela y público en general; con rabia y tristeza lamentamos informarles que la noche del día de hoy gente sin escrúpulos nos abrieron nuestro establecimiento, dejándonos en una situación bastante complicada. Por esta misma razón con mucho pesar les comunicamos que DRINK CITY BAR, se encontrará cerrado indefinidamente, las pérdidas aún son incalculables y se debe de tomar una decisión respecto al rumbo que se tomará”.
Unos días después, los encargados anunciaron que consideraban la posibilidad de reabrir y anunciaron una serie de eventos para “levantarse del golpe”. Pero el 23, bajo un nuevo letrero de “cancelado” lanzaron este último mensaje: “Por causas de fuerza mayor (inseguridad) les comentamos que el evento que teníamos preparado para todos ustedes queda cancelado”.
Ese mismo día 23, otro antro, "Hermoso Cariño” ubicado en la Avenida 2 de Abril, hizo lo propio con este aviso: “Hermoso Cariño les informa que debido a los acontecimientos que se han suscitado en Celaya y la región, su bar de preferencia Hermoso Cariño, permanecerá cerrado hasta nuevo aviso”.

Policías bajo la mira
Las corporaciones de seguridad no han sido ajenas al saldo mortal de estos meses en Celaya, como en el estado. La organización Causa en Común registró que 64 de los 421 asesinatos de policías se cometieron en Guanajuato en 2019.
El micrositio de datos sobre los agentes asesinados desarrollado por el Laboratorio de periodismo y opinión pública (PopLab) refiere que Celaya fue el tercer municipio con más policías municipales asesinados (siete) después de Irapuato (10) y Villagrán (ocho).
El sitio menciona de 77 homicidios de policías en 2019 en el estado, entre policías municipales, elementos de las Fuerzas Estatales, custodios de centros penitenciarios, agentes ministeriales de la Fiscalía general, elementos de Tránsito y vialidad, ex policías, así como del Ejército, la Guardia Nacional y un funcionario del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), antes CISEN.
A fines del año pasado, ni siquiera el efímero director de Policía, José Carlos Ramos, se salvó de sufrir la embestida de los cárteles.
Ramos fue presentado el 1 de noviembre de 2019 con credenciales de experiencia como agente del Ministerio Público y ex director operativo de las Fuerzas de Seguridad Pública del estado. Pero llegó también precedido por su polémica destitución como director de Policía de León, cargo que había ocupado los últimos tres años.
Una noche de mediados de noviembre, cuando sólo tenía unos cuantos días en el cargo, fue víctima de un atentado cuando viajaba en una camioneta pick up oficial -seguido por sus escoltas en otra similar- por la carretera libre de Celaya a Salamanca.
Más de 480 disparos con armas calibre .223 y de uso antiaéreo se hicieron contra ambas unidades oficiales, pero la presencia cercana de un patrullaje del Ejército impidió que los sicarios asesinaran al director, aunque uno de sus escoltas sí fue herido en el rostro y otro en una pierna.
Ramos no terminó ni el mes; presentó su renuncia el 21 de noviembre.
En la segunda mitad de diciembre, la alcaldesa Elvira Paniagua anunció el nombramiento de un nuevo Secretario de Seguridad Pública, el ex coordinador estatal de la Policía Federal en Guanajuato Miguel Ángel Simental, con larga carrera en esa corporación.
El nuevo titular de Seguridad Pública celayense sabe, por ejemplo, que en esta región se localizan algunos de los tramos carreteros con mayor número de robo de tráileres en el país. Y también que aquí se han llegado a recuperar con mucha frecuencia camiones de carga robados en otros puntos de la zona.
Miguel Ángel Simental llegó con el respaldo del mismo gobernador Diego Sinhue Rodríguez, quien lo habría invitado y pidió al gobierno federal facilitar una licencia para el comisario, a fin de que se incorporara al gabinete de la alcaldesa Paniagua, del PAN.

De inmediato, Simental se ha rodeado de un grupo de colaboradores que optaron por seguirlo desde la PF a Celaya, en el momento en que la corporación pasa por la complicada transición a la Guardia Nacional, y al mismo tiempo.
Este grupo ha comenzado a actuar en un despliegue de reacción inmediata, en principio con el fin de frenar los robos de automóviles, transeúntes y comercios; de este último rubro hubo 46 en un mes, entre el 20 de diciembre y el 22 de enero, y 15 en la siguiente semana.
“Aquí hay una problemática de muchos años”, reconoce Simental en entrevista. “Y abarca toda la región, no sólo Celaya. Por eso yo solo no hubiera aceptado. Vengo a hacer prevención y reacción a los delitos en flagrancia, soy operativo y vengo a trabajar”, aseguró el ex comisario federal en la entrevista el miércoles 29.
Ese día, dos policías municipales fueron asesinados cerca de la Central Camionera. Amarrada al cofre de la patrulla quedó una manta firmada por el Cártel Jalisco Nueva Generación.
2 de febrero de 2020, 07:59
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