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En el insomnio tiro paredes y levanto paredes: Margarita Díaz de León
Recientemente ha sacado dos libros de poemas, que son absolutamente distintos y al mismo tiempo muy iguales
Conocer a Margarita Díaz de León, una gran gestora cultural, una gran poeta, es conocer el secreto de San Luis Potosí. Allí pelea por la literatura y difunde a muchos escritores. Doctora en Humanidades, Maestra en Letras Modernas, Diplomada en Crítica y Análisis de la Literatura Hispanoamericana y Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Margarita es a pesar de tantos títulos una verdadera apasionada de las letras y su hacer.
Recientemente ha sacado dos libros de poemas, que son absolutamente distintos y al mismo tiempo muy iguales. Por un lado, El minuto inmóvil de la ausencia y por el otro un diálogo con la poeta Alejandra Pizarnik, Cuatro Creciente Pizarnik Especular, que ha levantado ámpulas en el gueto no tan secreto que envuelve a la obra de la creadora argentina.
“La cuestión con Alejandra es que quería trabajar con una poeta y quería quitarle también el adjetivo de suicida. Quería como darle vida y darle el sentido de que ahí está en la poesía de las mujeres que escribimos”, dice Margarita Díaz de León en entrevista.
La quita de la poeta maldita le dio la posibilidad de ponerse a platicar con ella, metiéndose como Margarita misma dice “en un universo peligroso”.
“Desde un punto de vista psíquico, por un lado, porque es una poeta que te arrastra. Cuando leí su poesía, fue un goce, pero sus diarios son de verdad para mí su mejor obra. Es decir, si hay que leerla completa, diría que se empezara por los diarios”, afirma.
“Encontré a una mujer como yo, encontré a una mujer como tantas que nos preocupa el cinismo, que nos preocupamos nosotras por nosotras mismas, que leemos, que hacemos crítica literaria. Los diarios están llenos de comentarios sobre las lecturas que ella va haciendo. Y dije, bueno, claro, esto es espectacular, porque entonces hay una identificación, hay una cercanía. El problema va a ser que es argentina”, dice.
Para Díaz de León el mundo cultural, literario de Argentina se basta por sí mismo. “No necesita que ninguna mexicana le esté hablando sobre Alejandra Pizarnik”.
Lo cierto es que a pesar de la prohibición del gueto, Margarita fue seleccionado algunos versos, no poemas completos, sino versos de ella. “Armé la caída de Alejandra, paulatinamente. Vamos viendo cómo Alejandra va cayendo en sí misma. Su lenguaje se hace mucho más cerrado, mucho más simbólico y muchísimo más complejo”, expresa.
– Sí, por otro lado, me parece que hay que sacarle romanticismo al suicidio, decir que Alejandra tomaba muchas anfetaminas, que eso te crea una depresión absurda y horrible y al mismo tiempo, sacar a Alejandra de este veto
–Necesitaríamos abrir ese mundo cultural, aunque se baste a sí mismo, en el sentido de que nosotros también somos argentinos, porque leemos argentinos. Es como decir que los argentinos leen a Rulfo o leen también a los mexicanos y entramos en universos culturales que no deberían de tener fronteras. A los escritores tendríamos que quitarles la nacionalidad para convertirlos en escritores universales. Y esa parte siempre es compleja, porque siempre decimos, es de tal lugar. García Márquez es García Márquez, independientemente de que haya nacido en Colombia y esa es una parte que me gusta trabajar.
–La otra vez le hice una entrevista a un periodista y locutor que había organizado la lectura de Pedro Páramo de Juan Rulfo en una radio argentina y me pareció otra vez que Pedro Páramo es una de las mejores obras escritas en español. Y eso no le quita mérito a Jorge Luis Borges, al contrario, hay que empezar a medir exactamente la cantidad de obras que se han hecho a lo largo de todo Latinoamérica, no solamente de Argentina
–Claro, pero esa es la impresión que a algunos, que no somos argentinos, sentimos.
Hay que romper la esfera. No entrar en las categorías. Somos todos, estamos ahí, en la literatura.
–Alejandra Pizarnik vivió un personaje y ese personaje la absorbió finalmente…
–A muchos escritores les pasa eso. Todos nos convertimos en personajes de nosotros mismos en esa autopoiesis. ¿Qué es lo que yo quiero que el otro vea en mí? En el caso de Alejandra me parece que se metió en un terreno peligrosísimo que era su propia mente, y eso nos puede pasar a cualquiera. Empezar a explorar esos pozos y esos fondos oscuros y después decir, a ver, ahora sale inmune de todo eso. Eso no demerita en absoluto su obra, sino que me parece que es lo que ella va haciendo con el lenguaje y es un fondo-forma al mismo tiempo. Ella usa palabras, usa el lenguaje en caída, en degradación. Y lo va haciendo de una manera espectacular.
–Hasta finalmente encontrar, como dicen los verdaderos poetas, la nada en el lenguaje.
–Exactamente. Es como un Huidobro, se va deshaciendo, se va pulverizando. Yo estoy aquí medio salvándome con la poesía, porque nadie está a salvo de sí mismo. Uno tiene que estar luchando contra una cantidad de cosas para uno más o menos mantener la estabilidad. Hace muchos años di una plática para el personal psiquiátrico de la clínica regional, la clínica de enfermedades mentales. Y ahí voy yo, ¿no?, con todos mis personajes y autores suicidas. Y entonces el personal médico se me quedaba viendo como diciendo, pero si esto es peligrosísimo, romantizando con la literatura. Una cosa es lo real, que es tremendo y otra cosa es cómo lo leemos en la literatura. Incluso en las biografías.
– Sí, muchos poetas que se suicidaron, por ejemplo, a Paul Celan, en ese momento no había los grandes medicamentos que hay ahora contra la depresión, por ejemplo. Uno empieza a pensar esas cosas que son banales, pero que al mismo tiempo significan la vida.
–Así es. Entonces, bueno, pues yo pretendía salvarla y después me di cuenta que, salvarla ficcionalmente, obviamente, en el poema, porque lo que estoy haciendo también es un poco de ficción. Tú sabes que yo no sé escribir narrativa, pero quise crearla como otro personaje, como si fuera un heterónimo de Pessoa, de decir esta es la Alejandra mía de mí, ¿verdad? Cada quien tendrá su manera de crearla o de recrearla o de retomarla.
–Descubrir otras Alejandras
–Lo que creo es que además de, como bien lo dices tú, frívola, era muy calculadora porque supo usar su sufrimiento para la creación y lo hizo de una manera muy efectiva. Es decir, supo crear un lenguaje que tocaba precisamente, que nos toca a nosotros, una fibra muy sensible.Y de esa manera nos es muy atractiva. Sin hablar del suicidio ni de la muerte ni nada. De este tipo de situaciones, sino cómo ella trabaja el lenguaje de la muerte, cómo trabaja el lenguaje de la degradación psíquica y cómo trabaja qué palabras usa. Y lo sabe hacer, imagínate. Cómo ella estaba tan clara y tan consciente de lo que estaba haciendo de manera que usa un lenguaje espectacular. Porque si realmente hubiera estado, es mi punto de vista, realmente psíquicamente muy mal, no hubiera podido escribir así. Si uno es esquizofrénico y dice, me puse a escribir este libro, pues creo que no lo hubieras podido escribir si realmente hubieras padecido a tal grado lo que dices.
– Ahora, vamos con El minuto inmóvil de la ausencia donde hablas precisamente del sonambulismo, de no poder dormir, de esa duermevela que se expande en la madrugada y que muchas veces nos hace presas.
Este texto se publicó originalmente en el sitio Maremoto, en este enlace.
14 de mayo de 2025, 00:00
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