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12/14/2025
Cristo y Superman

Cristo y Superman

Hoy la Navidad no me sabe igual, y no tiene porque tener el mismo sabor. Rebasé la edad de la inocencia. El kilometraje se refleja. El sobre con las infantiles peticiones, las ilusiones terrenales, que llega hasta las puertas de San Pedro, ya no está al pie del monte de heno que lleva al portal de Belén.

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    Recuerdo que hace años la época navideña era otra festividad. Celebrábamos el nacimiento de Jesús de Nazareth. Disfrutábamos las nueve posadas con su acto de contrición, el ofrecimiento y rezo de las nueve Aves Marías, las letanías a la santísima Virgen María, y la clásica solicitud de petición de un lado y la negativa del otro, como si representáramos a los frustrados aspirantes a un cargo de elección popular.

    Hoy la Navidad no me sabe igual, y no tiene porque tener el mismo sabor. Rebasé la edad de la inocencia. El kilometraje se refleja. El sobre con las infantiles peticiones, las ilusiones terrenales, que llega hasta las puertas de San Pedro, ya no está al pie del monte de heno que lleva al portal de Belén.

    Pero además, me enteré hace años que no hay algún indicio para suponer, fundadamente, que Jesús nació el 25 de diciembre; es más, los datos disponibles en los Evangelios no permiten ubicar la fecha exacta de su natalicio. Se deduce, con posibilidades de errar, que pudo haber ocurrido en el año 4 antes de Cristo.

    Durante mucho tiempo la Navidad se solemnizó en las comunidades cristianas originales el 6 de enero. La universalización de la fe obligó a institucionalizar la fecha de la celebración. Dicen los que saben que se adoptó el 25 de diciembre para hacerla coincidir con las fiestas de Saturno en la antigua Roma, la capital del imperio y la mejor caja de resonancia para la difusión internacional del nuevo culto.

    Las inexactitudes históricas llegan al extremo de confundir al cometa Halley con la estrella de Belén, o desconocer el territorio donde surge el uso del árbol de Navidad. Unos dicen que viene de Inglaterra. Otros se lo acreditan a los países germánicos y escandinavos: afortunadamente, nadie le disputa a México la paternidad de las posadas lideradas por Baco y a Italia la creatividad de los hermosos de nacimientos.

    Como si no fueran suficientes los traslapes históricos, en octubre de 2006, a propósito del estreno de la película Superman regresa, a monseñor Giuseppe Zito, profesor de teología y asesor vaticano, se le ocurrió escribir —¡Ave María Purísima!— en la revista jesuita Civilta Cattolica, el texto Teología de Superman para fundamentar que “Cristo y Superman presentan muchas analogías y puntos en común”. El análisis comparativo lo construyó con las escenas de la película del súper hombre que vuela por su energía pero el periodista Clark Kent no despega en la redacción del Daily Planet.

    El también teólogo jesuita —master en Dirección Cinematográfica por la Universidad Loyola Marymount de Los Ángeles—, desarrolla su tesis desmenuzando la comparación: los dos son mesiánicos. Ambos bajan del cielo. Mueren, resucitan y vuelven al cielo. Sufrieron heridas en el costado. Fueron enviados a la Tierra por sus padres. Luchan por la justicia convertida en virtud cristiana. Superman porta el tradicional traje azul y rojo que representan litúrgicamente, el primero a María y la santidad, y el segundo simboliza el color de la sangre derramada en el martirio.

    Para fortuna del alma del napolitano y desgracia de los ultraconservadores agraviados, el respetado sacerdote no fue desmentido por las autoridades eclesiásticas, e incluso el texto se incluyó en la compilación diaria de prensa que circula en el Vaticano.

    Por cierto, esa honesta decisión incluyente, debiera considerarse un ejemplo a seguir por algunos cretinos jefecillos de prensa, empezando por el de gobierno del estado de Aguascalientes, Enrique de la Torre de la Paz (alias Kike), acostumbrados a excluir de la compilación informativa diaria las columnas políticas y las notas periodísticas que critican a los funcionarios públicos y a la gobernadora María Teresa Jiménez Esquivel.

    Espero el año próximo no salir al tercio periodístico con la novedad de que el presidente López Obrador se parece a Harry Potter, pero corregido y aumentado.

    Porque alguien tiene que escribirlo: Feliz Navidad. Próspero Año Nuevo. Toda la salud posible —lo demás viene en la parte posterior de nuestro destino—, les deseo a los apreciados lectores, lectoras, directivos y compañeros de este Laboratorio, donde se ejerce a plenitud la sagrada libertad de opinar, de coincidir y de disentir.

    Recuerden que cuando todo está mal, todo puede estar mejor.

    Aviso parroquial: Nos encontramos en enero del próximo año. Bueno. Eso espero.

    marigra1954@gmail.com

    19 de diciembre de 2023, 19:17

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