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Cómo Coca-Cola agotó el agua de 800 familias de Minas Gerais

En desarrollo de un acuerdo extrajudicial, la mayor productora de refrescos del mundo solo pagó 146.000 dólares y donó un pozo a una de las comunidades, para compensar la escasez que su planta de Itabirito provoca en esa zona.
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asta agosto de 2015 la comunidad de Campinho, al sureste de Brasil, tenía agua en abundancia: los manantiales bajaban de la Serra da Moeda formando cascadas, arroyos y ríos que serpenteaban por kilómetros. Cada habitante captaba su parte mediante tuberías en los cursos de agua, y con ella regaban sus huertos, limpiaban sus casas y daban de beber a sus animales.

Eliete Maria do Carmo, subdirectora financiera de la Asociación de Vecinos de Campinho, recuerda que "teníamos que sujetar el extremo de la manguera porque la presión del agua era demasiada. De repente empezó... Sentimos esa cosa extraña. La manguera en el suelo ni siquiera se movía. Entonces alguien dijo ‘algo pasó en la fuente. Tenemos que reunir a los vecinos y ver hacia dónde se desvía el agua’. Sabíamos que había una fábrica de Coca-Cola al otro lado de las montañas. Pero no sabíamos que era la que bombeaba",.

Era la estación seca, pero nadie había visto algo parecido antes. Cuando los vecinos subieron a la sierra, descubrieron que apenas corría agua por los tres manantiales que solían empapar Campinho.

Dos meses antes, Coca-Cola había empezado a bombear 375.000 litros por hora de tres pozos en Itabirito, un pueblo al otro lado de la Serra da Moeda. La fabricante de refrescos mudó a esa zona su fábrica de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, que funcionó hasta 2011. La instalación, en el Distrito Industrial de Agua Limpia, permite a la empresa producir cada año 2.100 millones de litros de refrescos, jugos y agua embotellada, el doble de la capacidad de la planta que cerró.

Brumadinho, de 38.900 habitantes, es el cuarto municipio más grande de la región metropolitana de Belo Horizonte. Tiene un pequeño centro urbano, donde vive la mayor parte de la población; Inhotim, el museo al aire libre más grande de América Latina; una presa minera colapsada que mató a 272 personas en 2019; y 19 comunidades rurales.

Las más alejadas, como Campinho y Suzana, están al pie de la Serra da Moeda, que separa a la ciudad del municipio de Itabirito. La elevación marca uno de los bordes del Cuadrángulo de Hierro, una región minera desde el siglo XVIII. Esas montañas guardan reservas de agua a gran altitud: los acuíferos de la región, en lugar de estar confinados bajo tierra en los valles, se encuentran en posición vertical.

Por la composición de estas formaciones, llenas de mineral de hierro, la Serra da Moeda funciona como un enorme filtro que expulsa el agua mineral lista para beber de los manantiales. El principal acuífero de la Serra da Moeda es el Cauê, que abastece las comunidades de Brumadinho, al oeste de la Sierra, y al este, al Distrito Industrial de Itabirito.

En una audiencia pública celebrada en septiembre de 2024, Ronald Fleischer. geólogo de la ONG Abrace a Serra da Moeda, explicó que un bombeo del Cauê a gran volumen baja el nivel del acuífero, lo que detiene el flujo de agua desde los manantiales en la cima de la montaña.

La industria no solo afectó a Campinho, sino también a la comunidad de Suzana, que también se surtía del agua de la sierra. Organizaciones ambientalistas que han denunciado el problema no se explican cómo las autoridades permitieron una explotación tan intensiva ni tampoco cómo, ante la escasez provocada, no hay medidas para controlarla.

Parte de la respuesta está en que Coca-Cola obtuvo la autorización para extraer el agua de esa zona de una manera poco convencional. Las industrias que necesitan gran volumen de agua obtienen licencias de las autoridades federales o estatales para construir un pozo, bombear y tratar el agua por sí mismas, sin utilizar la infraestructura pública. Además, la propia empresa se responsabiliza de controlar cuánta agua extrae cada mes y respetar el límite impuesto por la licencia.

Pero la planta de Coca-Cola no tiene un permiso de este tipo, sino que firmó un contrato con el Servicio Autónomo de Agua y Alcantarillado de Itabirito (SAAE) –la empresa pública responsable– para recibir el agua del subsuelo de la Serra da Moeda. El SAAE se encargó de perforar los pozos, bombear y tratar el agua, así que Coca-Cola accede a un recurso listo para usar por el que paga por cada mil litros una tarifa de 3,96 reales (US$ 0,72) y otros 3,76 reales (US$ 0,68) "por servicio de operación y mantenimiento de pozos", según el contrato.

Planta de Coca-Cola en Itabirito. Crédito: Nilmar Lage

Con este arreglo, Coca-Cola pudo eludir la responsabilidad de presentar un estudio sobre el impacto del agua en la región, un requerimiento para quien recibe concesiones de agua en Brasil. A cambio, la empresa se acogió a un estudio elaborado por la Alcaldía de Itabirito 2011 que no tenía en cuenta que una industria utilizaría el agua como materia prima, con la presión sobre los recursos hídricos que provocaría en la zona.

Sin embargo, la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Desarrollo (Semad-MG), aceptó el documento y expidió la licencia preliminar para la construcción de la planta de la refresquera. A partir de entonces, no hubo marcha atrás. Según la organización no gubernamental Abrace a Serra da Moeda, los pozos que utiliza Coca-Cola están instalados a menos de 600 metros de los manantiales de la sierra y a dos kilómetros de la zona de protección medioambiental del Monumento Natural de la Serra da Moeda.

“Coca-Cola se encargó de elaborar dos informes muy simples que no pretendían señalar el impacto de Coca-Cola en la región”, recuerda Cléverson Vidigal, ambientalista y miembro de esa oenegé que ha seguido los problemas de Campinho desde que comenzaron en 2015.

Consultamos el SAAE de Itabirito para conocer su versión sobre este acuerdo, pero señalaron que no podían comentar el asunto por ser época de elecciones municipales en Brasil. Mientras tanto, Coca-Cola afirmó a CONNECTAS en un comunicado que “la planta cuenta con todas las licencias operativas y ambientales necesarias para su funcionamiento”, sin especificar cuáles, y que “la empresa está invirtiendo en la aplicación de medidas conjuntas para promover beneficios medioambientales en la región de Serra da Moeda”. Buscamos una entrevista con un representante de la empresa de refrescos, pero no habían respondido hasta esta publicación.

Pero el asunto no pasó desapercibido para otras autoridades. Cuando Coca-Cola anunció su plan de mudarse a Itabirito, el Ministerio Público abrió una indagatoria para investigar sus posibles impactos en la zona. Cuatro años más tarde, en 2015, la ONG Abrace a Serra da Moeda y la comunidad presentaron documentos sobre los efectos, lo que llevó al MP a encargar estudios para determinar si el suministro de agua de la SAAE de Itabirito a Coca-Cola desecó los manantiales de Campinho.

En junio de 2024 la empresa acordó con el MP otorgar una compensación de 800.000 reales (US$ 146.000) para proyectos socioambientales y además construyó un pozo. Del monto total, unos 100.000 reales (US$ 18.245) se entregaron a la Secretaría Municipal de Medio Ambiente de Brumadinho, que invertirá en infraestructuras en Campinho.

El tubo verde es el pozo construido por Coca-Cola en Campinho. La obra forma parte del cumplimiento del término de compromiso de la fabricante de refrescos firmado con el Ministerio Público de Minas Gerais. Detrás, el edificio que albergará la maquinaria de bombeo de agua. Foto: Nilmar Lage/Divulgación

Y en noviembre de 2015 la comunidad y los representantes de Coca-Cola llegaron a un acuerdo extrajudicial en el que la multinacional se comprometió a enviar a Campinho en camiones cisterna 40.000 litros de agua al día para mitigar la escasez. Los envíos continúan hasta la fecha.

Pero los habitantes no están contentos. “(El Ministerio Público) cierra un acuerdo aquí y allá sin que la comunidad participe. Nos reunimos con el MP tres días antes [de la firma del acuerdo con Coca-Cola] y ni siquiera nos dijeron que se estaba concertando ese acuerdo. Una falta de respeto a la comunidad", declaró en la audiencia pública el presidente de la Asociación de Vecinos de Campinho, Cláudio Bragança.

Después de los acuerdos, el MP de Minas Gerais cerró las investigaciones. Pedimos una entrevista con los fiscales responsables de los acuerdos, pero no recibimos hasta el momento de esta publicación.

Para los pobladores y ambientalistas, el Instituto de Gestión del Agua de Minas Gerais (Igam) debió actuar de forma precautoria, como reducir el caudal concedido a Coca-Cola o suspender el permiso de captación de agua ante los primeros signos de impacto.

"Existe la posibilidad de reducir el caudal de las cuencas para que no haya un impacto directo en los manantiales. También está el fortalecimiento de la red de seguimiento para poder caracterizar mejor este impacto y, en su caso, se puedan revisar las subvenciones", afirmó Isadora Filippo, gerente de regulación del Instituto de Gestión del Agua de Minas Gerais (Igam), durante la audiencia. La institución informó que los estudios se extenderán hasta marzo de 2025.

Al día de hoy, la SAAE mantiene dos concesiones que le permiten extraer 514.000 litros de agua por hora, que al año representan unos 3.000 millones de metros cúbicos. La empresa, que maneja esos permisos para abastecer a las poblaciones de la zona no aclaró cuánto de ese volumen destina a las operaciones de Coca-Cola.

En contraste, los pobladores cuentan cómo deben resolver ante la escasez de los manantiales. Con los 40.000 litros de agua potable que despacha en cisternas cada mañana la propia Coca-Cola – por el acuerdo extrajudicial de 2015– las 250 familias logran almacenar agua para cocinar, bañarse y regar los cultivos. Pero aclaran que no es suficiente.

“A menudo no hay agua para ducharse o para darle de beber a un animal. Quienes tienen mejores condiciones, compran agua. Quienes no las tienen, están en apuros", dice Coracy da Silva, residente de Campinho hace veinte años. Y algunos la reutilizan, como cuenta Cláudio Bragança: “El agua que se utiliza para lavar la ropa también se usa para limpiar la casa, porque sino no nos quedará agua para ducharnos"

Bragança es jardinero y trabaja en el paisajismo de condominios de casas en Brumadinho. En su patio mantenía un vivero con plántulas de especies para vender, pero la falta de agua lo hizo desistir. “Hubo un año que perdí más de 300 plantones de palmera que había producido. Tuve que quemarlo todo”, recuerda.

Ante los problemas que enfrenta la comunidad, la Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Asamblea Legislativa de Minas Gerais celebró una audiencia pública el 10 de septiembre. La diputada Beatriz Cerqueira, quien presidió la sesión, resaltó que buscaban “hacer lo que la Fiscalía del Estado no hizo”: escuchar las necesidades de la comunidad.

“Coca-Cola no fue invitada, porque las grandes empresas vienen con poder político, vienen con poder económico y establecen otra dinámica, disminuyendo el lugar de expresión de la comunidad”, dijo la diputada ese día.

El Ministerio Público de Brumadinho y la Fiscalía de Medio Ambiente justificaron en una nota su ausencia con el argumento de que “el tema fue ampliamente debatido con la comunidad y se firmó un acuerdo que atiende a los mejores intereses socioambientales y comunitarios”. Ninguno de los residentes presentes pareció estar de acuerdo con esta afirmación.

El Ayuntamiento de Brumadinho estuvo presente en las negociaciones con el Ministerio Público, en representación de los habitantes. Los de Campinho fueron convocados a una audiencia tres días antes del anuncio de la firma del acuerdo en junio pasado. No se tuvo en cuenta la petición de la comunidad de que Coca-Cola utilizara otra fuente fuera de la Serra da Moeda.

«Coca-Cola no quita la sed, ni riega las plantas», decía un pequeño cartel clavado en la pared del auditorio de la Asamblea Legislativa del estado de Minas Gerais (ALMG), donde se celebró la audiencia.

Una solución con problemas

Un cuadrado de hormigón con un tubo verde es visible en la comunidad de Campinho desde agosto de 2024. Se trata del pozo de 160 metros de profundidad que prometió construir Coca-Cola para reducir los problemas de suministro de agua de la zona. A la obra le falta la bomba y una red eléctrica independiente para funcionar, aunque la región sufre cortes de luz varias veces por semana.

Junto al pozo sin terminar hay un pequeño huerto que cultiva José Francisco Alves, conocido como Seu Zezinho, mecánico de 63 años que lleva 19 en la zona. El 11 de septiembre, cuando visitamos la zona, no llovía desde hacía 140 días. La temperatura alcanzaba 32 grados y brillaba el sol; la humedad relativa, del 43%. A pesar de ello, las plantas de col, lechuga, remolacha y zanahoria crecían verdes.

Apenas había viento, pero la tierra volaba con facilidad y lo teñía todo de rojo. Cada tanto, para abonar la tierra, Seu Zezinho prepara un lecho de menos de dos metros cuadrados con estiércol de ganado. «Lo correcto sería mojar la tierra para mezclarla mejor, pero no hay agua. Sólo se riega a primera hora de la mañana o a última de la tarde. Con este calor, el agua cocerá la planta», explica.

Seu Zezinho: mecánico vive en Campinho desde hace 19 años. Como muchos, decidió comprar un terreno en la región debido a su belleza natural y abundancia de agua. Foto: Nilmar Lage/Divulgación

Seu Zezinho vive junto al pozo financiado por Coca-Cola, y estaba encantado con la noticia. Hidropoços, la empresa que construye la instalación, dijo que el pozo suministrará hasta 36.000 litros por hora.

Las comunidades Campinho y Suzana están al pie de la Serra da Moeda. El principal acuífero es el Cauê, de donde procede el agua para los manantiales y las aguas subterráneas de la región. Los numerosos pozos artesanales se secan en pocos meses pues las capas freáticas que contienen el agua proceden de la misma reserva que hace brotar los manantiales.

Además, los pozos no restituyen lo que la naturaleza ha perdido: los animales no tienen dónde beber agua y refrescarse. La flora, reseca, sufrió un incendio a finales de agosto de 2024 que quemó el 25% de la zona de preservación. Más de 500 de las 2.300 hectáreas del Monumento Natural Estatal Monedas de la Serra da Moeda quedaron carbonizadas. La superficie de la montaña, que antes lucía plateada por tanta agua, con pinceladas moradas de jacaranda, es ahora marrón, gris y negra.

Suzana: mismos problemas, ninguna solución

La comunidad de Suzana, vecina de Campinho, también sufre por la falta de agua. Allí no lograron un acuerdo como el que pactaron Coca-Cola y el MP, así que no hay ni pozos ni camiones cisternas que resuelvan la escasez.

Para remediar el asunto, los propios vecinos crearon la Asociación de Captación de Agua de Serra (ACAS). En 2017, el Ayuntamiento de Brumadinho autorizó a ACAS a recolectar y distribuir agua a los residentes de cuatro comunidades: Suzana, Córrego do Barbeiro, Samambaia y Barreiros. Denilson Fontoura, presidente de la asociación, afirmó que actualmente abastecen ocho aldeas: Barreiros, Caminho das Tropas, Chácara y Padre Antônio.

El caudal de la cascada desde donde conecta la tubería que suministra agua a esa zona ha disminuido un 80% desde 2015, cuando Coca-Cola inició operaciones, según una medición encargada por el SAEE de Itabirito. Para resolver el problema, la comunidad ha perforado pozos y alquila diariamente un camión cisterna, soluciones que resultan demasiado costosas.

Aunque los acuerdos entre el MP y Coca-Cola debieron resolver la tensión por la falta de agua, todavía hay presiones sociales para obligar a los organismos públicos a cerrar los pozos de la SAAE que suministran el agua a la fabricante de refrescos al pie de la sierra. “No vamos a dejar que esta historia termine con el golpe del Ministerio Público, que dice que lo solucionó, pero no fue así”, concluyó Gustavo Morais, representante de ACAS en la audiencia, en medio de aplausos de sus vecinos.

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